miércoles, 12 de diciembre de 2007


Hace unos días mi amigo Fabián me envió este pps. La primera vez que lo leí, a la ligera, me emocioné. Me encantó. Acá va:

Queridas amigas:
1) Nos importa un carajo cuánto pesan. Es fascinante tocar, abrazar y acariciar el cuerpo de una mujer. Pesarla, no nos proporciona ningún efecto
2) No tenemos la menor idea de lo que es un talle. Nuestra evaluación es visual. Es decir, si tiene forma de guitarra, está buena. No nos importa cuánto mide en centímetros. Es una cuestión de proporción, no de medida.
3) Las proporciones ideales del cuerpo de una mujer son: Curvilíneas, pulposas, femeninas... Esa clase de cuerpo que de un solo golpe de vista uno identifica sin duda alguna y en una fracción de segundo.
Las flaquitas que desfilan en las pasarelas, siguen la tendencia diseñada por modistos, que dicho sea de paso, son todos maricas, y odian a las mujeres y compiten con ellas. Sus modas son, lisa y llanamente, agresiones al cuerpo que odian porque no pueden tener.
4) No hay belleza más irresistible en la mujer que la feminidad y la dulzura. La elegancia y el buen trato, son equivalentes a mil Viagras
5) El maquillaje se inventó para que las mujeres lo usen. Usenlo. Para andar a cara lavada, estamos nosotros.
6) El pelo, cuanto más largo, mejor. Para andar con el pelo corto, estamos nosotros
7) Las faldas se inventaron para que luzcan sus magníficas piernas. ¿Para qué carajo se las tapan con pantalones anchos? ¿Para que las confundan con nosotros?
8) Una ola es una ola, las caderas son caderas y punto. Si la naturaleza les dio ese aspecto curvilíneo, es por algo y reitero: a nosotros nos gustan asi. Ocultar esas curvas, es equivalente a tener tu mejor sillón embalado en el sótano.
9) Es una ley de la naturaleza que todo aquel que se casa con una modelo flacucha, anoréxica, bulímica y nerviosa al poco tiempo se elige una amante pulposa, simpática, relajada y llena de salud.
10) Entendámoslo de una vez, traten de gustarnos a nosotros, no a ustedes, porque nunca van a tener una referencia objetiva de cuán lindas son de mujer a mujer. Ninguna mujer va a reconocer jamás delante de un tipo que otra mujer está linda.
11) Las jovencitas son lindas... Pero las de 35 para arriba, son el verdadero plato fuerte. Por Karina Mazzocco, Eva Longoria, Angelina Jolie o Demi Moore somos capaces de cruzar el Atlántico a nado.
12) El cuerpo cambia. Crece. No pueden pensar, sin estar psicóticas, que les puede entrar el mismo vestido que cuando tenían 18 años. Además, una mujer de 40, a la que le entre la ropa de cuando tenía 18, o tiene problemas de desarrollo, o se está autodestruyendo.
13) Nos gustan las mujeres que saben manejar su vida con equilibrio y saben manejar su natural tendencia a la culpa. O sea: la que cuando hay que comer, come con ganas (la dieta vendrá en setiembre, no antes); cuando hay que hacer dieta, hace dieta con ganas ( no se sabotea ni sufre); cuando hay que tener intimidad de pareja, la tiene con ganas; cuando hay que comprar algo que le gusta, lo compra; cuando hay que ahorrar, ahorra.
14) Algunas líneas en la cara, algunos puntos de sutura en el vientre, algunas marcas de estrías, no les quitan su belleza. Son heridas de guerra, testimonio de que han hecho algo con sus vidas, no han estado años en formol ni en un spa. ¡Han vivido!
El cuerpo de la mujer es la prueba de que Dios existe. Es el sagrado recinto donde nos gestaron a todos los hombres, donde nos alimentaron, nos acunaron, que nosotros sin querer las llenamos de estrías, de cesáreas y demas cosas que tuvieron que ocurrir para que estemos vivos.
Cuídenlo. Cuídense. Quiéranse.
La belleza es todo eso. Todo junto

Un hombre.


Le agradezco a Fabián el envío, porque me levantó la moral. Pero después me empezó a dar vueltas por la cabeza, porque me pareció que tenía algunas falacias. Acá van mis comentarios.
Nota: estas notas responden a lo que pienso y lo que piensan mis amigas. No hablo por todas las mujeres.
Es mentira que el peso y la altura no importan. Si nos sobran más de dos kilos, no nos mira ni el loro. Es más: los hombres son crueles, y no dejarán de señalarnos como la ballena blanca si osamos ponernos alguna malla recién llegadas a la playa. Y a la gordita, aunque sea la mujer más divina del mundo, no le darán siquiera la posibilidad de demostrarlo, porque la dejarán sola en un rincón. Y las modelos de pasarela son las que se quedan con los mejores tipos y son el centro de todas las miradas al entrar a algún lugar.
Estamos en un todo de acuerdo con que la feminidad, la dulzura, la elegancia y el buen trato son condiciones indispensables para una mujer. Tal vez algún hombre pueda explicarme por qué, entonces, muchísimos se buscan una guacha que los tiene de perritos falderos a la hora de los papeles, y a las que tratamos de cumplir con eso nos tratan displicentemente.
Hacemos todo lo posible para estar siempre bien, elegantemente vestidas y maquilladas. Pero eso significa muchísimo esfuerzo. Y a veces, cuando nos levantamos a las 6 de la mañana en pleno invierno, después de no haber dormido bien por habernos pasado la noche ocupándonos de algún hijo que no se sentía bien, es una tarea hercúlea. Aprécienlo entonces, y permítannos algunas excepciones. A nosotras también nos gusta tener la piel libre. Y ni hablar del verano cuando debemos tomar un subte y el maquillaje comienza a correrse mezclado con el sudor (porque nosotras también sudamos) transformándonos en espantosos muñecos de cera a medio derretir.
En cuanto al pelo, no hay nada más espantoso que esas mujeres con el pelo hasta la cintura, siempre descuidado y sin corte, que reparten piojos por la calle. Un verdadero horror.

Las faldas son magníficas, lo admito. Y es cierto que los hombres nos miran más cuando usamos ese atuendo. Pero estar en el andén a las 8 de la mañana, viajar en el tren, pasear un rato por Plaza Constitución, esquivar las veredas rotas con los tacos que ameritan esas prendas, es por lo menos incómodo.
Nosotras tratamos de hacer el esfuerzo de gustarles a ustedes, pero es gastar pólvora en chimango. Ninguno lo aprecia. Lo único que recordarán al día siguiente, y con suerte, es nuestra ropa interior. Las mujeres, en cambio, sí aprecian todo lo que hacemos
Karina Mazzocco, Angelina Jolie o Demi Moore son diosas a las que no les sobra ni un gramo ni tienen exuberantes lolas o caderas. Pero convengamos que, a la hora de los bifes, la mayoría de los tipos de 40 para arriba buscan las jovencitas con poco cerebro que les festejen los chistes estúpidos y a las que puedan manejar. Difícilmente se banquen una mujer que pretende tener una relación de igual a igual.
Las arrugas, las canas, las estrías, no le gustan a nadie, ni a hombres ni a mujeres. Se puede haber vivido sin necesidad de aguantarse esas antiestéticas cicatrices. Y si no lo creen, pregúntele a cualquier mujer qué siente cuando no tuvo tiempo de ir a hacerse el color, que tiene ojeras de cansancio a esta altura del año, y cuyos brazos empiezan a caer bajo la inexorable fuerza de gravedad (¡maldito Newton por haberla inventado!) cuando las revistas, la tele, los carteles de la calle la bombardean con imágenes photoshopeadas de diosas siempre perfectas.
Y unas consideraciones finales: a ustedes les gustan las mujeres que se cuidan, bien vestidas, elegantes. A nosotras también nos gustan esa clase de hombres.
La imagen del macho gritón y que consigue las cosas por el poder ya fue. Nosotras aprendimos a hacernos valer.
No queremos a un gordo que no pueda verse el pito debajo de la grasa, vestido de camiseta musculosa, short y medias oscuras con zapatos. Queremos a alguien que también se cuide, que sea sensible y nos mime. Que nos acompañe en nuestros proyectos y nos apoye, en lugar de pretender ser el macho alfa. Queremos una pareja, de PAR.
Y no se pregunten por qué cada vez les dan menos bola las minas: actúen en consecuencia.

martes, 11 de diciembre de 2007

Objetivos



- ¿Podría decirme, por favor, qué camino he de tomar desde aquí?
- Eso depende en gran medida del lugar a donde quieras ir - dijo el gato.
- No me importa mucho adónde... - dijo Alicia
- Entonces no importa mucho por donde vayas... - dijo el gato
LEWIS CARROLL, Alicia en el país de las maravillas
¿Cuántas veces nos sentimos decepcionados porque no conseguimos lo que queremos? Y no nos damos cuenta que vamos boyando por la vida, al ritmo de la marea, sin remar hacia ningún lado.
Muchas veces cuando no conseguimos lo que nos proponemos es porque simplemente planteamos malos objetivos, o insistimos en hacer las cosas como sabemos que no funcionan (Einstein decía que sólo un idiota puede pensar que haciendo las cosas de la misma manera va a tener un resultado diferente).
Los objetivos deben plantearse de forma positiva. Es más fácil acercarse a lo que uno quiere que alejarse de lo que no se quiere. Cuando se sabe cual es el objetivo, se camina hacia allí. Eso no quiere decir que la senda sea recta. Difícilmente lo es.
También es importante ponerse metas que estén más o menos bajo nuestro control. En mi caso, puedo pensar en irme a una pensión estudiantil en Londres, pero voy a sentirme muy mal si quiero pasar 15 días en el Bul-Jal-Arab (para los que no lo saben, es un hotel 6 -SEIS- estrellas).
Si nuestros objetivos son muy grandes, siempre está la opción de dividirlo en etapas más pequeñas. Pero no tanto como para sentir que es una nimiedad o, en todo caso, teniendo en cuenta que sólo es un paso más hacia un objetivo mayor.
Cuando tengo un sueño lo miro, lo acaricio, lo mimo, me imagino cómo será. Y lo disfruto desde el planteo. Y generalmente lo consigo.
¿Y a ustedes cómo les va con lo que se proponen?

martes, 4 de diciembre de 2007

Más despedidas




Despues de varios días de ausencia trataré de ponerme un poco al día con el blog.
Tengo ganas de sentarme a leer los blogs amigos, cosa que no pude hacer últimamente. Sucedió que, cuando podía (en mi casa) Internet dejó de andar. Varios días pasaron hasta que mi hijo habló con el servicio técnico, resultando ser una incompatibilidad con el antivirus, situación que hasta ese momento no había jorobado.
A eso se sumó que tengo una total imposibilidad creativa. El trabajo en la revista (que me apasiona) me está quemando las neuronas (las 2), y no me deja cuerda para escribir sobre otra cosa.
Pero quería contarles mi experiencia del fin de semana pasado.
Después de 15 años mi hijo menor egresó. Cuando ingresó tenía 4 años, así que es toda su vida. Mi 3 hijos fueron ahí, aunque mi hija cambió en polimodal.
En estos años pasaron muchas cosas. Algunas muy buenas, otras no tanto. Como además había actividades para adultos, hice allí mis primeras armas con inglés para padres en el momento en que me estaba separando, y me contuvieron mucho.
En particular con este grupo tuve desde siempre un feeling especial (con los chicos y con los padres y madres). De hecho me invitaron a ir con ellos a Bariloche, que no es poco decir en adolescentes en viaje de egresados, y fue una experiencia maravillosa.
El sábado fue la entrega de medallas. Como si no lo hubiera sabido desde el principio, cometí el error de maquillarme sabiendo de antemano que lloraría.
Entramos los egresados y los padres/madres (dependiendo del sexo del egresante) en una larga fila. Mi hijo me dió la mano muy fuerte, y así caminamos por el pasillo central. No hicieron falta palabras.
El acto académico fue largo (como todos los de este tipo) pero esta vez no me importó: era el último, y me daba mucha lástima que terminara.
Al subir al escenario "el profesor Pérez" (que también había sido profesor mío), quien estuvo conmigo en momentos muy difíciles y me dió todo su apoyo sin pedir nada a cambio me dijo que había pedido especialmente entregarle a Fede su diploma. Con lágrimas en los ojos (ya me había resignado) le dí un tremendo abrazo.
Después del acto vino el tentempié. Allí pude saludar a muchos de los chicos que me marcaron el corazón (y hago acá una mención especial a Daniela, sin que los demás se sientan olvidados). Muchas mamás se acercaron a agradecerme haber ido al viaje, y conversé con otros tantos, incluídos los profesores. Y se armó el bailongo. Los egresados se veían felices, disfrutando, bailando. Creo que va a ser duro separarse, pero es la ley de la vida.
A eso de las 3 de la mañana mi hija me pidió que la llevara a otro baile y nos fuimos cantando bajito, con la sensación del deber cumplido.