lunes, 29 de diciembre de 2008

Inicio de mi último viaje - Ezeiza


Por fin Había llegado el día. La noche anterior, extrañamente, mis 3 hijos habían estado en casa. Hacía mucho que no cenábamos los cuatro juntos. Y, para celebrar, pedimos helado de postre. Incluso Fede, que para entonces se había ido a vivir con el padre, durmió en casa.
Al mediodía almorzaron en casa mis padres y mi hermano con su familia. Pasamos un lindo rato.
Antes de salir para Ezeiza, Claudia se llegó hasta casa para darme la dirección de su tía que vivía en NYC y con la que esperaba encontrarme allí.
A las seis de la tarde salimos para el aeropuerto. Era una noche inhóspita, lloviznosa, pero al menos no hacía mucho frío. El trayecto fue bastante desagradable porque la Gral. Paz estaba muy oscura y ni siquiera tenía marcadas las líneas blancas para delimitarla, por lo que no se veía nada. El acceso a la autopista para llegar a Ezeiza estaba pésimamente señalizado y hubo que dar varias vueltas para llegar.
Ya en Ezeiza lo primero que hice fue despachar el equipaje para no estar cargando bultos. Veía a la gente cargar con valijas que eran verdaderos baúles rodantes, mientras que la mía pesaba unos míseros 10 kilos con todo y tara. Y después nos sentamos a esperar…
Un rato después mis padres y mis hijos pegaron la vuelta y yo ya fui al embarque.
Cuando viajé dos años atrás había ingresado por otro lado, mucho más bonito. Este sector era feo, con sillones tapizados de un raído y horrible color celeste. Los cuatro kioscos que la iban de free-shop dejaban bastante que desear, no sólo por ser feos sino también por ser carísimos. El único bar que había era similar a los de la estación Retiro del subte C pero con precios las Galerías Pacífico.
Entre mis compañeros de espera se encontraban un grupo de chicos de unos 20 años de Paraguay, un par de chicas chilenas, un grupo de misioneros de Meaux que estaban con un cura y eran brasileños y dos negros norteamericanos de unos dos metros de alto que se destacaban de los demás tanto por su altura como por su físico.
Me llamó la atención que la zona de embarque estuviera tan desierta teniendo en cuenta que estaban programados muchos vuelos.
Para mí estos son momentos maravillosos. Es iniciar una nueva aventura. Es zambullirse en una pileta desconocida sin saber si hay agua. Es, en definitiva, sentirse realmente vivo.
Mientras esperaba comencé a charlar con una de las chicas chilenas que me contó que todos (chilenos, paraguayos y brasileños) iban a Sydney a un encuentro con el Papa. Eran unos 80, aunque la comitiva completa era de unos 500 latinoamericanos.
Luego de la charla y de verlos rezar, cantar y bailar subí al avión, que salió a horario.
Una vez ubicada cené, me acomodé y, después de unas horas, me despertaron las luces del desayuno ya prontos a llegar a Miami.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Veranito de San Juan


Esta es una denuncia pública.
El calor nos tiene medio locos, ciertamente.35 o 40 grados de sensación térmica trabajando y vestido para la ocasión(si fuera en una playa del Caribe en malla sería distinto...)enloquece a cualquiera.
Pero caminar por el centro porteño en estos días trae otros inconvenientes además de derretirse cual manteca olvidada sobre la mesada.
Esta mañana, antes de venir a la oficina, decidí hacer algunas compras de Navidad, aprovechando todavía el fresco matutino.
Caminé por Corrientes hasta Florida, rumbeando hacia Plaza San Martín.
Ya no es suficiente esquivar pozos y mirar por dónde se camina para no torcerse un tobillo (yo ando con tacos)sino que además hay que esquivar las gotitas, gotas y hasta chorros de los aires acondicionados.
Desde luego, los susodichos goteos están contra los edificios, cosa que dificulta bastante ir mirando vidrieras.
Yo me pregunto: ¿No se puede hacer nada al respecto? ¿los comerciantes venden tanto que no les importa que las personas no puedan ver sus escaparates?
Si, ya lo sé: vivimos en Argentina...

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La vida te da sorpresas...

Este último tiempo fue difícil. Días duros y grises. Y no tenía ganas de escribir sólo pálidas.
Pero de vez en cuando la vida me pone en el camino un día memorable. Tal el caso de hoy.
Hace 15 días un doctor en física amigo, almuerzo de por medio, me convocó para un congreso sobre energía que se haría en el Senado de la Nación. El coordinaría el taller sobre energías renovables, y necesitaba una mano derecha (ya tiene una, necesitaba otra).
Al enterarse, un químico amigo me dijo: "¡Claro! ¡Vas con él y conmigo no! Yo también necesito ayuda". "Bueno, E., voy también el jueves con vos", contesté solícita.
Cada uno tiene su raye, y yo no soy la excepción: ¡Me fascinan estas cosas!
Cierta vez una amiga me dijo: "Antes de hacer lo que hacés vos me voy a trabajar de sirvienta", a lo que contesté "¡Lo mismo digo!". Cabe aclarar que ella es abogada.
El tema es que hoy a las 10 de la mañana se hizo el acto de apertura. Allí estaban el Señor Rector, el Ministro de Energía, el Senador Filmus, otras autoridades tanto nacionales como de mi universidad, y un viejo amigo del que hablaré después.
Finalizado el acto protocolar, nos dirigimos al taller.
En la mesa estábamos mi amigo y yo, y otros especialistas que hablaron sobre energía eólica,geotérmica y térmica solar. Como, repito, me encanta todo ésto, disfruté ampliamente de las disertaciones, y siempre aprendo mucho.
Antes de finalizar se abrió el debate, y los oyentes (68 en total) bombardearon al panel con preguntas.
Pero la cosa no terminaba allí.
Ya pasado el mediodía fuimos con mi amigo a comer una ensalada al bar de la esquina donde hicimos el informe y las propuestas que creíamos debían implementarse, entre ellas la modificación de un proyecto de ley sobre energía que ya está en el Senado, y la implementación de materias acordes con la temática en las carreras de grado de Ingeniería, Arquitectura y Economía. Había que presentarlas en el plenario de las 16:30 hs.
Como yo a veces me la creo, sentí que era mi posibilidad de hacer algo por el país. No sé si servirá de mucho, pero algo es algo (no hay nada mejor que tener la conciencia limpia).
Y mañana será otro tanto con el taller de combustibles.
Pero el día me traía más sorpresas (muy agradables,por cierto).
Cuando estaba en el salón, a primera hora, alguien me abrazó por detrás. Como si la piel tuviese memoria, sentí un tremendo cosquilleo.
"Guacha, ¡que linda estás! ¡A vos sí que no te pasan los años!", dijo una voz.
Mi mente vagó hacia muchos años atrás. Cuando tenía unos 14 años, estuve de "novia" con un chico de mi edad, al que después dejé de ver.
Al empezar mi carrera universitaria me reencontré con él. ¡Teníamos la edad que ahora tienen nuestros hijos!
A pesar de cursar distintas ingenierías, preparamos juntos muchas materias básicas. En ese tiempo nos unía no sólo el amor sino también las largas horas de estudio, la adrenalina de aprobar las cursadas y los nervios de los finales. E hicimos unas cuantas locuras típicas de los 19 años.
Pero después cada uno hizo su camino.
Nos encontramos 2 veces más: una vez en casa de un amigo común, y otra en el casamiento de su primo, gran amigo de mi ex. Pero ambos estábamos acompañados.
Hace un par de años lo encontré en una asamblea universitaria, pero poco y nada pudimos hablar.
"Me separé", me espetó hoy a boca de jarro.
"¡No me digas!", contesté yo tratando de poner cara de circunstancia mientras me mordía los labios para no sonreir de alegría.
Nunca falta el inoportuno que arruina la escena. "Ya tenemos que ir al taller", nos dijeron a ambos.
"¿Sabés que estuve toda la semana pensando en vos?", dije yo. "El viernes tengo que ir a tu facultad, y pensaba buscarte para saludarte".
"Dale. Y vamos a tomar algo. Tomá mi tarjeta. Ahí están mi mail y mi celular".
¿Será nomás que la tercera es la vencida?
NOTA: Juro que cualquier similitud con una publicidad televisiva es pura coincidencia.


sábado, 6 de septiembre de 2008

Invierno


Es una tarde lluviosa y gris. Hace mucho frío. Acabo de cortar con mi amiga Cris que me contaba sus interminables problemas con su ex. Normalmente trato de darle ánimos, pero esta vez no pude. Este último tiempo siento que las fuerzas se me acaban, que no puedo seguir, o que no quiero seguir.
Motivos hay, no hay dudas. Pero siempre le di batalla a los problemas, y generalmente salí airosa. Pero hoy no se qué me pasa.
Viví 18 años con un violento que me destruyó moralmente, que me denigró, que me llevó al borde de la locura y del suicidio. Que no sólo me atacó a mí, sino también a nuestros hijos, que todavía viven sus consecuencias.
Con mucha ayuda, mucho esfuerzo y mucho tiempo pude salir de esa situación y separarme.
No fue fácil: mientras mis hijos fueron chicos no trabajé para cuidarlos. Conciente que mis hijos necesitaban comer, trabajé en una veterinaria donde hacía de todo. Bañaba y pelaba perros y gatos los fines de semana para sacar algún mango más. Limpiaba casas para completar la semana. Daba clases en casa.
Gracias a la debacle de nuestro país el negocio cerró. Como un milagro, apareció en ese momento una suplencia en la universidad en la que trabajo actualmente. Era temporal, pero no me importó. El sueldo era (y sigue siendo) bastante bajo, pero nunca tuve problemas de horarios o de faltar algún día.
Finalizado ese trabajo, empecé a trabajar en la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Por fin estaba en lo mío. Y amo lo que hago, que no es poco decir. Pero el destino me tenía preparadas más sorpresas.
Al poco tiempo de separarme me enfermé. Bajé 9 kilos en 3 meses, con lo cual ya parecía anoréxica. Muchas veces ni siquiera podia tomar agua y los dolores eran insoportables. Y lo peor es que nadie daba con el diagnóstico.
A veces llamaba a la ambulancia en medio de la noche sospechando que no llegaría al día siguiente. Más de un fin de semana lo pasaba internada.
Pero seguí adelante. Arrastrándome tomaba el Roca e iba a laburar. La mitad del tiempo hacía lo que tenía que hacer, y la otra mitad vomitaba en el baño. Volvía colgada en el Roca con las piernas que ni siquiera me sostenían. Y llegaba a casa donde me ocupaba de los quehaceres.
En esa época pasaba mucho tiempo en la cama con calmantes.
Un día como cualquier otro, y sin haber sido invitada, apareció la huesuda. Pero le hice frente. "Tenemos que sacarte el bazo", dijo el médico, "porque tenés un quiste que lo ocupa todo".
Cuando fui a la clínica estaba feliz. Pensé que por fin terminarían los sufrimientos. Pero me equivoqué.
La operación fue un éxito, pero la cosa siguió. Cada vez estaba peor. Volaba de fiebre, y empezaron a darme morfina para calmarme. No tenía fuerzas ni para estar de pie. Pero de cualquier manera me paraba y seguía...
Tardaron un año en darme un diagnóstico. Era una enfermedad intestinal rara. El problema entonces fue encontrar un gastroenterólogo que conociera la enfermedad y pudiera tratarme.
Por fin encontré uno que me cobraba una fortuna y al que debía ir 2 veces por mes, una para verlo y la 2º sólo para mostrarle los análisis, pero que me cobraba rigurosamente las dos (esos especialistas no trabajan por obra social).
La medicación era brutal. A tal punto que incluso ese verano, cuando fui con mis viejos a Córdoba, debía hacerme un control de sangre semanal y pasarle los datos al médico por teléfono para asegurarme que no surgieran otros inconvenientes. Todo tiene su lado positivo: genéticamente lampiña, perdí el resto del pelo del cuerpo, y ahora prácticamente no necesito la depilación. Lo que lamento es tener muy pocas pestañas, pero no se puede pedir todo.
Como yerba mala nunca muere, seguí vivita y coleando. Pero los remedios tenían millones de contraindicaciones. Y un día me pudrí de tomar un arco iris diario de píldoras y dije basta. Fuí a ver a un médico holístico que es el que me trata actualmente que me hace tratamientos biológicos con los que ando fenómeno.
Controlado ya ese asunto, empezaron los problemas con mi hijo menor. En dos años ya tuvo 3 intentos de suicidio y una internación en un neuropsiquiátrico. Y sigo luchando con eso en este momento. Además de ocuparme de mis otros dos hijos, la casa y el trabajo.
Normalmente no aflojo, pero hay veces en que no puedo más y me pongo a llorar...

martes, 26 de agosto de 2008

¡Las histéricas somos lo máximo!

La semana pasada recibí varios PPS que versaban sobre la mujer. Que quién había sido la inventora de la "liberación femenina", que los problemas que tenemos para estar en forma, otro de un Ing. amigo que (como bien decía) era un ataque de demagogia sobre qué harían los hombres sin nosotras...
Pensando en eso estaba cuando el jueves fuí a una charla sobre lógica difusa que daba un ingeniero amigo. Eso significó llegar a casa a eso de las 22 para hacer la cena y transformarme en ama de casa.
Y me dije: ¿cambiaría la charla por estar tranquila en mi casa desde temprano? Ni loca que estuviera, me contesté.
¿Cambiaría las dietas permanentes y el gimnasio para estar en forma por estar sentada en mi casa y resignarme a los rollitos mientras me mando una lasagna? ¿Cambiaría haber estado conociendo los nuevos materiales con los que están trabajando en el Imperial College de Londres por conocer los gatos de turno que se pelean por TV? ¿Cambiaría ver la novela de la tarde por ver los laboratorios de robótica de la Universidad Carlos III de Madrid? ¿Cambiaría peinar canas por no tener que aguantar al colorista una vez al mes? ¿Cambiaría levantarme más tarde (aún cuando una de las cosas que más odio en el mundo es madrugar) por tener que viajar como el tujes hasta el microcentro todos los días?
NO, NO y mil veces NO.
Se me dirá que ahora las mujeres sumamos tareas en lugar de compartirlas, que tenemos mucho más estrés, que sufrimos enfermedades coronarias, que estamos agotadas. Y es cierto. Pero algún costo teníamos que pagar. Nada es gratis en esta vida.
Sin hacer un juicio de valor (yo también soy un poco demagógica y quiero quedar bien con Dios y con el Diablo), creo que las mujeres en general hemos crecido a pasos agigantados. No dejamos de hacernos cargo de nuestra casa y nuestros hijos, pudiendo transformarnos en verdaderas fieras cuando se trata de defenderlos. Estudiamos y nos capacitamos. En general apoyamos a nuestra pareja para ayudarla a crecer cuando la tenemos y, cuando no, hacemos millones de cosas. De hecho, cuando hay paseos culturales, idas al teatro, cursos, incluso reuniones de solos y solas la mayoría son mujeres. Los hombres, en cambio, tienden a quedarse en ropa de entrecasa desparramados en un sillón viendo el partido por la tele. ¿Es mejor? No lo sé. Sólo es una observación empírica.
Pero, mujer al fin, creo que nosotras podemos todo lo que nos proponemos!!!
Y dejémonos de joder con planteos metafísicos ridículos...
Elegí para ilustrar este post un tema poco conocido de Liliana Felipe que creo que va como anillo al dedo. Espero que les guste.


viernes, 22 de agosto de 2008

Carta de Ema

Hace días que quiero escribirte. Pero la pantalla en blanco me parece un mar imposible de atravesar y las palabras se escapan, esquivas.
Necesito tus brazos. Quiero sentirte cerca. Vos encendés el fuego que hay en mí. Imagino tu cuerpo y quiero recorrerlo con mi deseo. Quiero enredar mis dedos en tu pecho. Quisiera sentir tu aliento sobre mi piel. Estoy hambrienta de tus caricias.
Ya sé: tu mundo y el mío son difíciles de unir. Y también sé que la realidad es. A veces siento una pasión irrefrenable y desearía que me poseyeras desenfrenadamente, que pudiéramos hacer realidad nuestras fantasías (más las mías que las tuyas, honestamente). Otras, en cambio, siento mucho miedo y huyo cobardemente. En esas ocasiones recuerdo a Sabina: "opino con Sade que al deseo los frenos le sientan fatal" y sé que tiene razón. Pero no puedo conmigo.
También reconozco que hay mucho ratoneo, mucha imaginación, mucho querer que sea así.
¿Ves? Soy incapaz de permanecer mucho tiempo con los pies sobre la tierra.
Muchas cosas cambiaron este último tiempo, y a veces ni siquiera me reconozco. Estoy tratando de aprender a convivir con todas estas sensaciones nuevas que no quiero dejar de sentir pero que me inundan y no sé cómo manejar.
¡Hay tantas cosas que quiero decirte! Tal vez algún día, cara a cara, pueda hacerlo. Pero hay tiempo, y no soy de las que no intentan cumplir sus sueños...

jueves, 14 de agosto de 2008

Respuesta

Fabián dejó un comentario en mi anterior post. Con mi casi nulo poder de síntesis empecé a contestarle y, como se hizo un poco largo, preferí incluirlo acá.
Ya lo dice Freddie en la bellísima canción que incluí: “Just one year (en este caso, one week) of love Is better than a lifetime alone...”. ¿Qué importa si pronto las fotos se ponen sepia? En lo personal, siempre me saca una sonrisa encontrar una de esas fotos en un cajón en medio del quilombo diario. Bien decís: una linda sensación. Una marquita agradable entre las muchas heridas de guerra.
Ya perdí las esperanzas de encontrar al hombre de mi vida. Ya no busco a nadie para envejecer juntos. Creo que ya no soportaría tener a alguien todos los días en mi cama cuando estoy rayada o cansada por los problemas diarios. Y en esas condiciones, estos momentos son remansos de paz que me ayudan a seguir adelante.
Teniendo en cuenta lo anterior, procederé a contestar tu pregunta.
Tal vez en mi adolescencia, cuando las hormonas estaban alborotadas, lo importante era la pasión. Pero a esta altura eso sólo no me alcanza, lo que no significa que no me guste. Pongámoslo así: el sexo apasionado es como una torta: me gusta y la disfruto. Pero si la relleno de dulce me gusta más. Y si le pongo arriba unas frutillas, es una torta casi perfecta. Con el sexo pasa lo mismo: llegar al orgasmo es lindo. Pero si le agregamos un poco de atención por parte de los dos es mejor. Y si le sumamos un poquito de romance la noche se hace perfecta.
Los argentinos en general (no hablo de los latinos porque en Cuba el trato que me dispensaron fue distinto) tienen una actitud de “nena, vení que te enseño”, preocupados por su rendimiento sexual y sintiendo que no son lo suficientemente hombres si la mujer no goza. Los sajones, en cambio, son más gentiles, más galantes, más preocupados por compartir que por demostrar lo machos que son.
A esta altura del partido quiero sentir que al otro le importo. No me interesa si la relación dura un año, un mes, un día o un turno de hotel, o si nos mentimos descaradamente amor eterno. Pero quiero que ese tiempo sea nuestro. Que me demuestren que soy algo más que un agujero en la entrepierna donde hacer proezas acrobáticas para contarle a los amigos en el bar. Que intercambiemos algunas palabras además de fluidos. Que nos divirtamos además de satisfacer una necesidad biológica.
Es cierto que los argentinos son más fogosos y los sajones más distantes pero, como vos preguntaste mi opinión, voto definitivamente por los segundos.


viernes, 8 de agosto de 2008

One year of love

Ema había hecho muchos esfuerzos para hacer ese curso de inglés “in situ”.
Tomó el avión con muchas expectativas, contenta de haberlo logrado.
La residencia en la que paraba era realmente cómoda aunque un poco alejada del centro. Pero el servicio de trenes era excelente y tardaba una media hora en llegar a clase.
Aunque desayunaba en la casa, siempre llegaba al colegio muy temprano, y había tomado la costumbre de tomar un café en la cafetería del lugar mientras leía el diario.
El curso le resultaba realmente provechoso, estimulante, interesante. Las conversaciones con personas de otros países y otras culturas le encantaban. No sólo estaba aprendiendo inglés, sino que estaba conociendo otras formas de vida.
Ya desde el principio había notado que Ben, uno de los profesores, la trataba con especial deferencia. Pero no le prestó demasiada atención porque era bastante más joven que ella y si bien no le desagradaba, tampoco era su tipo.
El segundo lunes la clase versó sobre el amor: frases, emociones, lugares de encuentro. Diez minutos antes de finalizar, hubo que escribir una carta. Sin demasiada inspiración, Ema escribió cosas como “Logras encender el fuego que hay en mí”, “Estoy hambrienta de tus caricias”, “necesito sentir tu aliento sobre mi piel” o “me encantaría recorrer todo tu cuerpo con mis dedos”, escuchando los consejos que le había dado un tiempo atrás un amigo.
De todas, Ben eligió su carta para leerla en público, y Ema notó horrorizada cómo él se excitaba visiblemente, hecho corroborado por todos los presentes. Ella estaba colorada como un tomate y no sabía dónde meterse, cuando llegó la hora de finalizar la clase.
Mientras los demás salían del salón Ben se acercó y le susurró “me encanta el estilo argentino”, y se fue.
Ella quedó bastante turbada, aunque la situación la había hecho sentir muy bien y pasó el resto del día con una sonrisa en los labios. Si debía ser sincera, le había encantado producir esa reacción.
A la mañana siguiente estaba tomando el cafecito de costumbre cuando lo vio llegar. Se sentó a su mesa y conversaron un rato. El idioma no era en absoluto un impedimento.
Todas las noches la escuela organizaba distintas actividades sociales, y esa noche habría una cata de cervezas en un lindo pub cercano. Hasta ese momento Ema no había ido a esas actividades porque generalmente eran salidas al teatro bastante caras y, además, no entendía tanto inglés como para seguir una obra completa. Pero esto era diferente, y le daba la posibilidad de conocer gente nueva. Así que cuando Ben le preguntó si iría, ella no dudó en contestar que sí.
Imaginando (o deseando) tener una noche especial, Ema buscó esmeradamente su ropa interior y exterior y la perfumó. Arregló su pelo, se maquilló, y partió rumbo al pub.
El lugar era bellísimo. Típicamente inglés, con la pintura oscura, luces tenues, adornos en dorado, madera. Tanto dentro como en la vereda, disfrutando de la templada noche había muchas personas probando las diferentes clases de cervezas que allí servían.
Ema se acercó a un grupo de conocidos que conversaban animadamente. Se sentía muy bien, porque había hecho muy buenas migas con mucha gente nueva de distintos países y diferentes culturas. Realmente disfrutaba esas charlas.
Ben discutía acaloradamente con Héctor, un español, sobre cuál de los dos imperios (el español o el británico) había sido más grande. Ema notaba divertida cómo cada uno mostraba su idiosincrasia: a Héctor le salía espuma por la boca, gesticulaba, daba millones de argumentos. Ben, flemático como buen inglés, sólo decía, sin mayores gestos, que no estaba de acuerdo.
Rato después Ben propuso caminar un rato. Sin saludar a nadie, Ema y él salieron del pub rumbo al parque.
En una actitud que la sorprendió notablemente, Ben la tomó de la cintura mientras caminaban. Los ingleses suelen mantener las distancias, así que ella no lo esperaba.
Caminaron bajo los árboles del parque. Se besaron, charlaron, mucho, se rieron. Siguieron caminando disfrutando la noche maravillosa que Julio les había regalado… y decidieron buscar un lugar menos público donde ponerse más cómodos.
Ya solos se desvistieron con urgencia. Se recorrieron con los ojos, con los dedos, con la lengua. Se poseyeron con pasión. Se amaron desenfrenadamente hasta que sus sexos se encontraron en una rítmica danza. Y continuaron haciendo el amor hasta quedarse dormidos, exhaustos.
La mañana los encontró abrazados, satisfechos. Volvieron a amarse bajo la ducha mientras el agua tibia recorría sus cuerpos y desayunaron juntos antes de ir a clases.
Aunque nadie hacía ningún comentario, Ema trataba de mantener la compostura en el college. No quería ser el centro de los chismes de los demás. Y aunque Ben entendió esta postura, no parecía muy preocupado por las habladurías.
Faltaban pocos días para terminar el curso, y no los desaprovecharon. Como Ben trabajaba hasta las 4, Ema aprovechaba la tarde para pasear por esa ciudad que amaba, para aspirar su perfume, para hacer algunas compras. Y se encontraban a la tardecita, cenaban juntos, caminaban por el West End, y se amaban apasionadamente.
Todo termina al fin, y esta no era la excepción. La última noche se mintieron que se escribirían, que volverían a verse. Pero hay mentiras que es lindo creerse.
Ema volvió a la casa a preparar la valija sin darse vuelta.
A la mañana siguiente tomó el tren hacia el aeropuerto con su valija, su bolso y una valija de viaje que había comprado. Moverse con todos esos bártulos no era nada sencillo.
Cuando intentaba bajar todo eso del tren alguien desde atrás dijo “Shall I help you?”, y ella de inmediato reconoció la voz.
- ¿Cómo es que estás acá?, preguntó ella.
- Es sábado, y tenía ganas de venir a despedirte, contestó él.
Ben la ayudó a despachar el equipaje, y a continuación tomaron el último café. La acompañó hasta la puerta de migraciones y volvieron a despedirse. Antes de irse, Ben le besó la mano, como un duque.

- Guacha, ¡te comiste un pendejo!, dijo su amiga Sandra al oír el relato.
- Si, nada importante…, mintió Ema.


Un antidepresivo para la mesa tres!!!


Recién ayer tuve un poco de tiempo desde mi llegada a Buenos Aires para escribir. Empecé una historia linda que probablemente termine en los días sucesivos. Pero no pude seguir. Otras cosas ocupaban mi cabeza y aquí las cuento. Los que estén un poco bajoneados absténganse.
El día que llegué a Buenos Aires, y sin salir aún del aeropuerto, mis padres me informaron que mi hijo menor estaba internado en un neuropsiquiátrico. El shock fue fuerte. Pero, como hacía dos años que veníamos con problemas, no me costó demasiado sobreponerme.
Para mi familia siempre fui la responsable, seria y con sentido común del grupo, papel que me tiene absolutamente repodrida.
Mientras no estuve, todo el mundo se arremangó e hizo lo que tenía que hacer. Cuando llegó el burro de carga todos se lavaron las manos y me pusieron al mando, obviamente con mi anuencia. Es mi hijo, y quería hacerme cargo.
Hace dos semanas que no hago más que correr atrás de los tres (porque no es mi único hijo, y los otros, aunque se la bancan, no merecen ser menos).
Visto ahora, no fue una mala experiencia: por fin, después de dos años, me dan un diagnóstico coherente. Es un trastorno de la personalidad que tiene que ver con lo psicológico y no con lo psiquiátrico (que no se si es mejor o peor). En estas 3 semanas hizo un cambio increíble y avanza a pasos agigantados. Esperemos que siga así.
Me quitó muchos prejuicios sobre los centros psiquiátricos. Yo temía que lo tuvieran empastillado en un lugar horrible, y no fue así: el lugar parecía un spa, con gimnasio, talleres, un salón de juegos. Según él, la comida era excelente. Y sólo continuó con 1 pastilla por día, que era lo que estaba tomando.
Pero también aprendí otras cosas, que tal vez hubiera preferido ignorar.
En primer lugar, me dí cuenta a quién le importo aunque sea un poquito. Por ejemplo mis amigos Claudia y Fabián me mandaron algunos mails o mensajitos. Yo no necesitaba más que eso para saber que estaban, y eso sólo me hizo mucho bien.
Otra persona, que se dice mi gran amiga, no me llamó en toda la semana. Pero el jueves a la tarde se acordó, e hizo una llamada apurada. Preguntó, como debía ser, cómo estaba mi hijo, para decirme a continuación que tenía que ir el viernes al negocio de una amiga en común, que me haría mucho bien despejarme, y que si podía ir a buscar a la hija con el auto, pasar a buscarla a ella e ir juntas. Le contesté que pensaba ir, pero cada una por su lado.
Comprendo que a muchos no les importe mi hijo, porque no lo conocen demasiado. A mí también me pasa. Pero si mi amigo me importa, le mando un mensajito "che... VOS cómo andás?"
Otra de las cosas que aprendí es que todo el mundo sabe lo que hay que hacer, pero nadie se arremanga. Todo el mundo da consejos que no sólo no pedí sino que son ridículos y me rompen soberanamente las pelotas, razón por la cual ya discutí con varios.
Pero, lo más curioso de todo, es que me dí cuenta que estoy absolutamente sola, como siempre (y no es que no haya nadie alrededor). Siempre me las arreglé de esa manera, y supongo que será siempre así. Y sin embargo, no me siento sola, sino que me siento segura, tranquila, firme en mis convicciones y, sobre todas las cosas, siento que he logrado una buena convivencia conmigo misma.

martes, 29 de julio de 2008

Artes Plásticas











La fotografía no es lo mío, les aseguro. Pero antes de seguir contando andanzas les muestro algunos rascacielos neoyorquinos. ¡No entiendo cómo no me caí en un pozo mirando tanto para arriba!

domingo, 20 de julio de 2008

Choripan con Coca

Ayer fue en Argentina el dia del amigo.
Aca en Londres nadie tenia idea del mencionado evento.
Sin embargo, habia sido invitada a una fiesta argentina que se realizaria en la Torre de Londres, prometiendo musica autoctona, choripan y empanadas.
Por supuesto, alli fui.
La invitacion decia claramente a las 20.30 hs. En casi cualquier lugar del mundo (o por lo menos en los pocos que conozco) las 20.30 significa exactamente eso: ocho y media de la noche.
Pero para los argentinos significa "aproximadamente" a las 22.00. De donde mierda habremos sacado esa puta costumbre? (Lo digo con todas las palabras porque la impuntualidad me parece una total falta de respeto por la otra persona).
Asi que hasta las 22 estuve casi sola en el restaurante. Este era un lindo lugar, ubicado en unas torres de cristal increibles, maxime teniendo en cuenta que estan pegadas a la Torre de Londres, hecho que marca aun mas la diferencia entre el pasado y el presente.
Un poco para pasar el tiempo y otro poco porque estaba muerta de hambre, aproveche ese rato para mandarme un choripan con Coca (el vino no es lo mio).
A eso de las 22 empezo a caer la gente. Me parecio bien: es natural que la gente de la misma region tienda a unirse cuando esta lejos: se tiene una cultura comun, unas vivencias comunes y, lo mas importante de todo, un idioma comun que permite comunicarse sin barreras. Tal vez esto no lo comprendan demasiado quienes no han tenido la experiencia, pero hablar las 24 horas otra lengua se hace duro.
Lo que no me gusto demasiado fue la inundacion producida por el llanto.
Mezcladas con las lagrimas sonaban canciones de Charly Garcia y Andres Calamaro, se hablaba de la gran carne argentina y se pasaban peliculas de Gardel en blanco y negro en un enorme plasma.
Y yo me preguntaba, Si tanto extranas, por que no volves a tu pais? Si los ingleses te parecen frios y los argentinos una masa, por que no vas a tomar el Roca en lugar de la Circle Line? Si esta ciudad es carisima, por que no te vas a apechugar y romperte el orto en nuestro pais, a ver si conseguimos sacarlo adelante?
Se me dira que en Argentina no hay demasiadas posibilidades, y tal vez sea cierto. Pero tambien es cierto que muchos de los que consiguieron un titulo universitario (y tienen buenos puestos de trabajo) y muchos de los que no lo consiguieron (y lavan las copas que no lavarian en nuestro pais) se rajaron en lugar de hacer algo.
Y en esas condiciones, me parece que estar quejandose de lo malo es el pais que los acogio es, cuando menos, ser un desagradecido.
Por que no se van a tomar mate a las Pampas?

viernes, 18 de julio de 2008

New York, New York

Llegue a JFK antes del mediodia. Como habia sido un vuelo de cabotaje no se hizo tan dificil la recuparacion de maletas.
Apenas recupere la valija se me acercaron dos enormes negros. En ingles les pregunte si eran de la empresa que habia reservado para ir hasta el hotel. En castellano (supongo que no me imaginaban hispano parlante) uno le dijo al otro "A esta dejamela a mi" y procedio a agarrar mi valija. En perfecto castellano le dije: "dejame tranquila. No quiero que me lleves", y literalmente le arranque la valija de la mano. Un senor del aeropuerto se acerco gentilmente y me pregunto si me estaban molestando. Le dije que no habia problemas y me indico como tomar la van. Asi fue mi primer encuentro con NYC.
Pero afortunadamente no tuvo nada que ver con lo que vino despues.
Subi a la van junto a otras personas que tambien iban a Manhattan.
La autopista estaba atestada, asi que tardamos bastante en llegar al centro.
Fue sorprendente el tamano del cementerio a la entrada de Manhattan: kilometros y kilometros de cementerio parque con cruces una al lado de la otra.
Despues de 1 y 1/2 hora de viaje llegamos a mi hotel. Cuando baje y vi la puerta tuve que juntar coraje para entrar. Sin embargo, fue un muy buen lugar donde estar, estuve comoda y el personal era extremadamente amable.
Mi habitacion era un sucucho de 1,5 por 2,5 m mas o menos, pero lo suficiente como para dormir y dejar mis cosas. Tire la valija y sali disparada hacia la calle, dispuesta a no perder el primer dia en esa ciudad.
El hostel estaba en una zona residencial, cerca del Central Park, que luce como muy cara. Estaba a 1 cuadra de Brodway, y hacia lli dirigi mis pasos.
Esta avenida es un bullicio. La avenida es ancha, con boulevard en el medio, y las veredas tambien son muy anchas. En general, a pesar de tener edificios tan altos, New York es muy luminosa.
Cuando llegue a Brodway y Columbus Circle (una plaza llamada asi por tener una estatua del citado almirante en el medio), aparecieron 8 patrulleros en un inmenso operativo. Estacionaron en fila y comenzaron a bajar oficiales. Yo esperaba encontrar alguno tan lindo como el de "Bones", o con tan buen fisico como el de "Law & Order UVE". Pero mas bien parecian el Jefe Gorgori y su pandilla.
Ya oscurecia, y pare en un mercadito a comprar algo para cenar. Un lugar maravilloso, donde habia de todo como en botica. Fue dificil elegir algo.
Fui a cenar al Game Room del hotel, un lindo lugar donde habia TV, computadoras, pool, un sector con sillones... Lo curioso era la entrada, bordeada de inodoros, bidet y tinas oficiando de macetas.
Y asi termino mi primer dia en NYC, porque ya el fisico no daba para mas...

miércoles, 9 de julio de 2008

Ciudadana del mundo

Por fin empece mi viaje. Aunque el tiempo esta pasando mas velozmente de lo que quisiera.
El domingo a la noche fui a Ezeiza, rogando que Aerolineas no sufriera ningun paro, inconveniente o demora. Y asi fue.
Subi al avion a la hora senalada, y emprendi vuelo rumbo a Miami.

Al llegar al aeropuerto debia conseguir un transporte para ir hasta el hotel. Me informaron que habia vans (combis) de cada hotel que venian a recoger a los pasajeros, gratis. Asi que despues de un poco de espera llego el que me tocaba, que estaba a proposito muy cerca del aeropuerto (debia continuar mi viaje al alba del dia siguiente). Por suerte habia llevado una mochila con una muda y deje el resto del equipaje en el aeropuerto. Moverse con las valijas es el efecto no deseado de los viajes.

Llegue a un hotelito muy simple, pero la habitacion era espaciosa y tenian una pileta que era una maravilla (aunque no la pude disfrutar a pesar de tener conmigo la malla por falta de tiempo).
Y me dispuse a hacer mi recorrida de rigor.
Averiguado que hube, espere, y espere, y espere hasta que por fin aparecio el colectivo 36, que me llevaria al Downtown.
Este es el paraiso del "todo x 2". Los negocios son bastante berretas, y los precios son irrisorios, aunque ahora estamos en el 3 a 1. Por fin entendi la locura de la gente en el 1 a 1!!!
Compre remeras para mis hijos y me dije "un solo dia en Miami me obliga a conocer su playa!!!".
Asi que despues de otra amansadora tome otro colectivo hasta Miami Beach.
Me baje en Lincoln Road, una calle peatonal muy bonita, con negocios mucho mas lindos y palmeras en el centro. Debajo de las palmeras estaban las mesitas de los bares.
Era pasado el mediodia, y solo yo y los lagartos estabamos en la calle debajo de ese sol asesino. Despues de recorrer esta peatonal, camine hacia el otro lado buscando la playa.
Estuve ahi un rato, aunque debajo de las palmeras. Soy un poco loca, pero no tanto como para arriesgarme a llenarme de llagas y arruinarme el viaje tratando de tener un bronceado caribe.
Como me habian recomendado no andar sola despues de las 20 hs, emprendi el regreso, que sabia largo (a la ida habia demorado cerca de 2 horas).
Llegue al hotel, me di una ducha y cruce a comer una ensalada en McDonalds. Tal vez alguien pueda explicarme por que los precios aca son mas baratos que en Argentina. Y no me vengan con que tienen que importar las hamburguesas. Aun con el dolar 3 a 1, el menu mas caro sale 5 dolares (unos 15 $)...
Como estaba un poco cansada y a la manana debia levantarme a las 5.30, fui a dormir temprano.
Con las escasas horas que estuve en Miami se que mi evaluacion no es muy valida, pero de todos modos dare mi opinion: No me parecio nada del otro mundo. No me emociono. Es una bonita ciudad maritima, espaciosa, soleada, e imposible sin auto!!! Si hay una proxima vez, alquilare uno.
Abandone Miami con todas las expectativas puestas en New York. Y no me decepciono. Es maravillosa, fascinante, bella. Y volveria con sumo placer.
Pero eso lo contare en el proximo post.

lunes, 30 de junio de 2008

Mithbuster


En casa estoy pasando una situación delicada. Es por eso que mi ánimo está un poco alicaído y el estrés está haciendo de las suyas en mi organismo.
El sábado pasado (día de mi cumpleaños), me llamó mi amiga Sandra.
- ¿Qué vas a hacer hoy?, preguntó solícita.
- Nada… No tengo ganas de nada, me duele el estómago y se me parte la cabeza, contesté sinceramente.
- ¡Pero no te vas a quedar sola esta noche! Venite para casa y vamos a comer algo por ahí.
- No, Sandra, refuté. Ni loca me voy al centro con este auto de morondanga.
Media hora después volvía a llamar:
- Hablé con Patricia (que vive cerca de casa). Te pasa a buscar a las 9 y se vienen para acá. Después vemos qué hacemos.
Me fue imposible decir que no. Sin ganas, pero conciente que me haría mucho bien tomar un poco de aire fresco, me alisté para la salida.

Hacía un tiempo que no veía a Patricia. Así que el viaje fue la excusa perfecta para ponernos al día con los chismes y llorar un poco por las desgracias mutuas. Cualquier mujer sabe qué liberadores pueden ser esos momentos. Así que llegamos a lo de Sandra más livianas de tensión y con ánimo jacarandoso.
- Vamos al Golden, nos espetó Sandra sin anestesia. Ninguna de las tres había estado antes en ese lugar, y realmente sonaba como una alternativa divertida. Y hacia allá nos dirigimos.

Al llegar nos recibió un hombre muy simpático. Después de preguntarnos si era nuestra primera vez (en el Golden, obvio), nos informó que había dos tarifas, de acuerdo a la ubicación de la mesa. Como la diferencia no era mucha y el espectáculo que íbamos a presenciar ameritaba una buena visibilidad optamos por la más cara.
Cruzamos entonces una cortina negra, pesadísima, para encontrarnos con un lugar no demasiado grande, con poca luz. Nos recibió un muchacho vestido con pantalón negro y cuello y puños blancos que resaltaban con la luz negra, que nos acompañó hasta la mesa, excelentemente ubicada sobre una tarima. Empezamos bien.
A continuación se acercó otro hombre que se presentó y nos dijo que sería nuestro mozo, y a continuación nos tajo pizza, que sería libre.
Ahí me acordé de los estudios sociológicos de mi amigo Fabián y me apresté a hacer lo propio.
Mito Nº 1: “Las mujeres son unas desesperadas y se ponen como locas”.
Falso. Las mujeres SOMOS locas. No necesitamos estímulo para eso. Pero la verdad es que la mayoría (no hice un estudio pormenorizado) eran como nosotras: mujeres comunes con ganas de divertirse.
Un rato después un travesti que oficiaba de maestro de ceremonias inició el espectáculo.
Había 3 grandes grupos: las que festejaban despedidas de solteras, las cumpleañeras, y las que celebraban sus divorcios.
La “madama” nos nombró y nos hizo subir al escenario para recibir un piquito de dos adonis preparados para tal fin (y… sí. Yo subí. ¿O acaso no era mi cumple?).
En el primer cuadro (en realidad todos tenían la misma estructura) pasó entre el público “el fantasma de la Opera”, con todo y máscara. Subió aparatosamente al escenario donde bailó sensualmente. Se quitó la máscara, dejando al descubierto un bonito rostro. Continuó quitándose la camisa, y ahí la cosa se puso interesante: hombros anchos, brazos trabajados, pectorales marcados y abdominales como tabla de planchar. Siguió sacándose el pantalón, dejando como única vestimenta un slip cola-less naranja fluo. Cuando creíamos que el número había terminado, ¡voilà!, desapareció el slip.
" ¡Es un burro!", comentó una de mis amigas (curiosamente la más versada en las lides amorosas) con los ojos desorbitados.
Yo asentí con la cabeza. Era la única forma de contestar, ya que mi mandíbula había caído estrepitosamente.
Después de sostener una tohalla con su miembro viril en un alarde acrobático, el caballero se retiró del escenario.
Mito Nº 2: "Las mujeres se tiran encima de los tipos para toquetearlos".
Falso. Cuando los actores pasan entre el público, las mujeres estiran los brazos y gritan, pero nada más. Ninguna pretendió más que eso.

Para no redundar, les cuento que a continuación pasaron marineros de uniforme, uno vestido de SWAT, otro que se duchó sensualmente en una tina, etc., y todos se desarrollaron y culminaron de la misma forma.
En los cuadros invitaban a subir a alguna dama del público, y hubo una mujer sesentona que se llevó todos los aplausos al engancharse muy divertida en una supuesta pose amatoria que no está en ningún libro del Kama Sutra.
Mito Nº 3: "Los tipos te agarran de la mano y te obligan a subir al escenario".
Falso. Los tipos te hacen una seña desde arriba y, si querés, subís.

Una vez finalizado el espectáculo, los bailarines que tenían sólo cuellos y puños se ataviaron con sensuales camisas rojas, los protagonistas se vistieron "de entre casa" y caminaron por el salón donde la mayoría de las señoras (y señoritas) aprovecharon para sacarse fotos abrazándolos, y se quedaron por ahí.
Y se armó la pachanga.
Entraron al salón los caballeros que esperaban afuera pacientemente. La mayoría (por no decir todos) eran jovencitos que esperaban encontrarse alguna veterana sedienta de amor fugaz, estimulada por la situación.
Nosotras estuvimos bailando unas tres horas, y después nos fuimos cantando bajito (literalmente, porque cuando salíamos Freddie Mercury entonaba "Don't stop me now").

De más está decir que fuimos a tomar un café y comentar los pormenores de lo que acabábamos de ver.
En mi opinión, fue una linda experiencia (sutilezas aparte). Es un lugar agradable, nos trataron excelentemente, la pizza estaba buenísima, y regocijamos nuestros ojos con bellísimos especímenes masculinos.

Y, para solaz de los señores con los que la naturaleza no ha sido tan benigna, ¡¡nosotras los preferimos más normales!!

miércoles, 11 de junio de 2008

Reencuentro



Siempre había sido un espíritu libre. Aunque a esta altura de su vida había muchas cosas que se estaba replanteando, y no le quedaba claro si quería ser libre o era incapaz de asumir un compromiso. O nunca había encontrado a la mujer adecuada. O...
El amor siempre le había parecido un juego muy raro, lleno de ilusiones y desilusiones, a veces noble al extremo de la imbecilidad y otras vil al extremo de la amoralidad. Llegó a pensar que el amor anulaba el sentido común, la autopreservación, la iluminación de la mente.
Y tal vez por eso nunca se había enamorado.
Su matrimonio había permanecido en el asexuado limbo de una carencia adulta de amor, o incluso afinidad, durante muchos años.
Cohabitar con su mujer era como caminar por una niebla impenetrable. Lo que sentía era tan amorfo que no dejaba de exprimirse para convertirse siempre en algo diferente y sin embargo igualmente inidentificable. De vez en cuando uno se percataba de un cambio en la temperatura del ambiente: parches de humedad extra en un sustrato por lo general viscoso. Para cuando llegaba a su clímax, si abría la boca era sólo para bostezar.
Y su trabajo se había convertido en un triste remanso donde mantenía su mente ocupada lejos de planteos metafísicos.

Esa noche debía ir a esa cena. No tenía muchas ganas, pero cualquier cosa era preferible a soportar las facturas que su esposa le pasaba cada vez que se presentaba la oportunidad. Ni por un momento pensó Mario en ir en busca de su esposa antes de partir. La había olvidado hacía años… si, en verdad, alguna vez la había recordado.
Era una típica y aburrida velada. ¿Para qué había ido? Tal vez pudiera escabullirse en un rato e ir a tomar una cerveza a algún bar.
Y de pronto apareció. Cuando la vió, una dicha salvaje y triunfal le fluyó a los ojos, la piel, el pelo... Erizado, Mario se detuvo sobre sus pasos, embargado por una especie de terror. Venus. Ella era Venus. Soberana de la vida y la muerte. Porque, ¿qué era la vida salvo el principio procreador? ¿Y qué la muerte, salvo su extinción? Todo lo demás era decoración, los adornos que inventaban los hombres para convencerse que la vida y la muerte debían significar algo más.
Ella lo miró. Cautivado, Mario devolvió la mirada.
- Hola, dijo Mario acercándose.
- Hola. ¡Cuanto hacía que no te veía! ¿Te acordás de mí? Soy Laura.
El rostro de Mario se desempañó como un espejo, y comenzó a dibujarse en él una sonrisa encantada. ¡Alguien de los viejos tiempos! ¿Cómo podía no haberla reconocido?
- ¡Es increíble! Estás tan cambiada...
- Pero algunas cosas no cambian nunca, y sigo aburriéndome terriblemente en estas reuniones. ¿Vamos un rato al jardín?

Laura lo tomó de la mano y lo condujo afuera suavemente. El la siguió sin preguntar. Su vestido traslucía sus pechos, su piel blanca y suave, sus formas redondeadas. Y era más de lo que Mario podía soportar.
Entonces el control pétreo de Mario se quebró y, sin saber cómo reaccionaría ella, extendió sus brazos. Hambrienta de él, Laura le ofreció sus labios con avidez.
El beso fue exquisito. Las manos de Mario recorrían la espalda de la muchacha y una deliciosa erección pugnaba por hacerse un espacio dentro de su pantalón.
Se dijeron algunas palabras de amor, y se entregaron sin cuestionamientos a un encuentro tan gratificante para los dos que era mucho más que un reencuentro.

Mario volvió a su casa lentamente. ¿Qué dios la había enviado? De pronto se sentía más liviano, como si de veras un dios benigno y bueno hubiera pasado por su lado. Una sensación extraña para alguien que no conocía la paz.

Cuando llegó, su esposa dormía. Afortunadamente. Se acostó sin hacer ruidos. Mientras esperaba conciliar el sueño pensaba en todas las cosas que debía replantearse en su vida...

lunes, 9 de junio de 2008

Mis 1º 15 minutos de fama



Muchas veces La Incondicional contó papelones varios protagonizados por su familia. En mi caso, no necesito a nadie para pasar vergüenza. Me basto solita.
Tengo un carromato con pretensiones de auto modelo '92. Conseguí comprármelo gracias a Julián Weich y su programa "Trato Hecho".
El asunto fue así: unos amigos de lo ajeno encontraron mi auto anterior tirado en la calle y, pensando que alguien se lo había dejado olvidado decidieron quedárselo sin darme ningún tipo de aviso.
Cuando fui al seguro, me dijeron que la última cuota del mismo estaba impaga, y que por lo tanto no cobraría nada.
Inútil fue rogar, llorar, patelear y ofrecer favores a quien me atendía, principalmente por tratarse de una señorita y no tener yo esas inclinaciones sexuales.
Cuando ya creía todo perdido porque no tenía forma de juntar nuevamente dinero para comprar otro auto, recordé las palabras de mi gurú amigo Eduardo, cuando decía que si las cosas no salían por los caminos habituales había que abrir lo suficiente la cabeza para ser capaz de buscar vías alternativas.
Con esas ideas girando por mi cerebro (no hay muchas neuronas, así que tienen espacio suficiente para hacerlo) me bajé un martes del 28 en la Estación Constitución.
- ¿Y por qué no?, preguntó mi ello, tan iluso como siempre.
- Porque te verán por la tele haciendo EL SAPITO, me contestó mi amargo superyó.
Maniatado que hube al plomo, dirijí mis pasos hacia la productora, cercana a esa estración de trenes.
Había allí un nutrido grupo de personas esperando ser entrevistadas. A todas las anteriores a mi turno les decían que los llamarían para participar, así que entré bastante desilusionada.
El caballero que me atendió me informó que me harían un "test de cultura general". Como algún que otro libro había leido durante mi vida, dije "¡cómo no!".
Las preguntas fueron bastante simples, y creo que debo haber sacado un MS (antes de la reforma educativa hubiera sido un 9 o un 10), porque me preguntaron si podía hacer una prueba de cámara.
Completada la misma, me citaron para el día siguiente para grabar. Debía ir con un acompañante.
Llegué a casa exultante, y le pregunté a mi hijo mayor (el único que en ese momento tenía la edad suficiente) si estaría dispuesto a acompañarme en ese papelón, a lo que contestó que sí, muy divertido.
Con ánimo de joda y toda la fe en mí misma, partimos ese miércoles al alba hacia Martínez en el 60 (no sean guarangos. No me llevé ninguna birome).
En el estudio había millones de personas ocupando las tribunas (por suerte, porque hacía tanto frío que venía bien un poco de "calor humano"). Un grupo de asistentes nos trataban como ovejas, llevándonos de acá para allá, controlando que nadie se moviera de su lugar ni para ir al baño y repartiendo bufanditas del color que correspondiera (lila, en nuestro caso).
Primero participaban 2 tribunas. La ganadora seguiría jugando. Ya adivinarán que la triunfadora fue la nuestra.
Iniciamos la segunda etapa compitiendo los 5 sectores del mismo color. También está de más decir que ganó el nuestro (el 5, para ser más exactos).
En ese momento, pasado ya el mediodía, hicieron un receso en el que nos convidaron un alfajor, nos dejaron salir un rato al gélido y nuboso día y nos permitieron hacer pis en unos inmundos baños químicos.
A los ganadores nos acomodaron en los atriles. Yo estaba segura que en esa instancia ganaría: piqué en punta, y no la abandoné hasta el final.
Otra persona y yo debimos hacer el infausto sapito y responder el acertijo matemático. El hombre con el que competía apretó el pulsador. Yo pensé: "¡¡¡¡Nooooooo!!!! ¡¡¡¡Llegar hasta acá y perder!!!!". Pero se equivocó, y pasé a ser la ganadora.
Elegí el maletín número 11 y, después de todo el circo, gané lo suficiente para comprar mi batata. Un mes después me entregaban el cheque.
Lo que siguió fue increíble. Durante una semana era imposible salir a la calle. Para hacer las compras tardaba una eternidad, porque cada uno me preguntaba sobre el programa. Me pasó de estar en un bar y que se me acercara una señora mirándome como si fuera un fantasma preguntándome si efectivamente era yo la que había participado el domingo pasado.
¡Me cacho que tiene fuerza la caja boba!

jueves, 5 de junio de 2008

Terminal II (final)

A esa altura del partido yo quise avisar a casa que no fueran temprano al aeropuerto… sin tener en cuenta que había cinco horas de diferencia, y que si bien para mí eran las 8.30, en Mi Buenos Aires Querido eran las 3.30. Recién me dí cuenta cuando mi pobre madre atendió con voz entre dormida y preocupada, pensando vaya a saber qué había pasado a esa hora de la madrugada. El jaleo fue tan brutal que empezó a aparecer en las pantallas de los televisores locales, lo que hizo aparecer al Cónsul Argentino en la escena del crimen (bueno, tampoco exageremos…). Recién ahí apareció alguien de Air Madrid y del aeropuerto (ausentes sin aviso hasta ese momento). Barajas ya empezaba a amanecer, los bares despertaban de su sueño y los negocios del free-shop levantaban sus cortinas como párpados gigantes. Para calmar un poco los ánimos, nos dijeron que fuéramos a desayunar (obviamente a cargo de la empresa) a uno de los bares, mientras trataban de solucionar el “inconveniente”. Fue un café con leche con una factura pero para mí, que lo último que había probado había sido un sandwichito a las 5 de la tarde del día anterior, me supo fantástico. Así consiguieron distraernos una horita más. Volvimos a la puerta que nos correspondía, y seguíamos sin saber si algún día volaríamos. La gente gritaba, cantaba, saltaba revoleando ponchos cual improvisados Soledades. Algunos dormían desparramados en los asientos, otros charlábamos. Lo que sí estaba claro era que de ahí no nos movía nadie. Nos propusieron ir a un hotel, pero nos negamos. Sólo fueron algunos con nenes chiquitos y algunas personas muy mayores. El resto seguimos firmes frente a la puerta. Querían que nos vayamos porque impedíamos el abordaje de otros vuelos. Por fin apareció la policía con los perros “para mantenernos controlados”, y pretendieron llevarse a una chica. Todos los hombres lo impidieron, y realmente creí que ahí terminábamos todos mal. Pero por suerte no pasó a mayores. Una de las perras era una Belga igualita a Luna (la mía), medio cachorra, que lo único que quería era huir del lío y saltaba jugueteando. Ya parecía una opereta. Los pasajeros que empezaron a llegar para los vuelos de la mañana nos miraban asombrados. Por fin nos anunciaron que, con un poco de suerte, a las 4 de la tarde saldría el vuelo, y que nos invitaban cordialmente a almorzar a un restaurante (también a cargo de la empresa). Almorzamos todos juntos en una improvisada mesa grande, charlando como compañeros de colegio en un asado aniversario. Si debo decir la verdad, estaba encantada y me estaba divirtiendo mucho. Conocí gente realmente encantadora. Por fin nos confirmaron que el avión saldría a eso de las 17.00 horas, que usaríamos el mismo avión pero que había que esperar que cambiaran la tripulación (menos mal, porque de no haber sido así supongo que más de uno los hubiese agarrado a las piñas). Y despegamos… A pesar de estar sin dormir, cansados, sucios, ya éramos todos amigos, y parecía un grupo de egresados de colegio. Charlábamos entre todos, nos dieron de cenar, contábamos nuestras experiencias de viaje y nuestras historias personales. Había varios brasileños que bajarían en Fortaleza y, a pesar de hablar portugués, nos entendíamos perfectamente. Por fin al llegar a Brasil mi compañero de asiento se bajó, y yo aproveché para subir el apoya brazos, desparramarme cuan larga soy en los dos asientos y dormir como un angelito: había pasado 40 horas sin dormir. Como compensación por la “demora” nos propusieron darnos otro pasaje válido por un año a cualquier destino de Air Madrid. La otra opción era no aceptarlo, e iniciarles juicio por daños y perjuicios. Yo opté por la primera opción. Realmente, no me preocuparía el año que viene tener otra amansadora, ya que pienso seguir viajando. Mientras me den el pasaje…
Y llegué por fin a Ezeiza. Ahí estaban mis viejos, firmes como rulo de estatua, a pesar de ser la madrugada. La recepción de mis hijos fue hermosa. Los ví bárbaro. Para mí fue una experiencia alucinante, pero creo que para ellos también (era la primera vez que los dejaba solos en casa). Siempre hay un antes y un después de estas experiencias. Cuando fui sola a Cuba en el 2000 sentí que había roto las cadenas con un matrimonio desastroso y pude empezar a caminar en la dirección deseada: la libertad. Pero tuve mucho camino que recorrer en estos 6 años, que no fueron fáciles, pero sí maravillosos. Siento que el esfuerzo que hice por crecer y mejorar no fue en vano. Aprendí a valerme por mí misma, y a pedir ayuda cuando la necesito. Y que pedir ayuda no significa debilidad, sino ser conciente que uno no puede con todo. Me doy cuenta que, con todos los errores y peloteras de una familia normal, hice un buen trabajo con mis hijos, y se están transformando en personas normales (que no es poco decir). Que tengo unos padres fantásticos que me aguantan cualquier cosa. Que tengo unos hermanos y sobrinos de oro que son capaces de compartir mi alegría. Que tengo amigos que me quieren. Pero lo más importante, es que soy capaz de cumplir mis sueños si de verdad me lo propongo.

martes, 3 de junio de 2008

Terminal


El comentario de mi amigo Fabián me hizo recordar mi anterior viaje.
Acá va el relato de mis segundos 15 minutos de fama.
Como es un poco largo lo dividí en dos partes. Y es verídico palabra por palabra.
Espero que lo disfruten.


23 de Septiembre. Se suponía que ese sería mi último día en Madrid… Se suponía.Aunque la noche anterior había ido a un pub a escuchar música en vivo (y muy bien acompañada, por cierto, por un señor de raza negra que había conocido mientras cenaba), me levanté temprano. Dí una vuelta por la Plaza Mayor y el centro, y ya fui para el aeropuerto. Eran las 4 de la tarde, así que tenía todo el tiempo del mundo (el avión debía salir 23.50). Por suerte pude despachar el equipaje temprano, para no tener que pasar el día con todos los bártulos. Eso tuvo sus ventajas: me dieron asiento en 1º en lugar de turista (aunque no lo supe hasta subir al avión). La espera se hizo larga: salía un rato a la calle, volvía a entrar, subía al primer piso, bajaba nuevamente, tomaba un café… ¿Por qué será que la espera cansa a pesar de no estar haciendo nada? Una nota graciosa: en el aeropuerto de Luton (Londres) hay grandes pantallas de plasma donde se informa que ese aeropuerto está haciendo lo posible por evitar la contaminación sonora, y que por ese motivo los vuelos sólo se anuncian en pantalla. En Barajas tienen el mismo principio, pero lo hacen a lo gallego: lo anuncian por los altoparlantes. ¡Son increíbles! A eso de las 21.30, cuando ya había leído medio libro, conocía el aeropuerto como la palma de mi mano, había hecho 25 SUDOKU (un juego de ingenio), había tomado 45 cafés y había conocido todos los baños, fui a la zona de embarque. Dí una vueltita chiquita por el free-shop porque ya estaban cerrando (de cualquier manera, mi situación económica no me hubiese permitido comprar mucho que digamos…). Parece mentira: Madrid es una ciudad que no duerme y en el aeropuerto, donde hay gente las 24 horas, a las 22.00 ya no hay ni dónde tomar un café. Por fin llegó la hora del abordaje… pero no pasó nada. Otra hora más, y ni noticias. Los ánimos empezaron a caldearse: ni siquiera había un poco de agua para tomar. Había dos máquinas expendedoras de gaseosas pero funcionaban con monedas, y éstas escaseaban. La gente estaba impaciente. El cuartito para fumadores parecía Londres (pero no era niebla: era humo). Había algunos chicos durmiendo en los asientos, y muchas personas de edad.Por fin anunciaron el vuelo anterior (el de las 23.30), y nos avisaron que sobraban algunos lugares, que podrían ser ocupados por los más apurados. Yo no quise ir porque pensé que iba a ser un lío con el equipaje. Algunas personas subieron, y partió el avión. Después de otra amansadora, ya muertos de sueño, hambre y sed, nos hicieron abordar. El avión era de bandera portuguesa, y la tripulación dejaba bastante que desear.Empezó a pasar el tiempo… y no pasaba nada: el avión seguía con todas sus ruedas sobre suelo madrileño. La tripulación no explicaba nada, las azafatas nos trataban como si fuéramos basura, el comandante de abordo, cuando se dignaba decir algo, lo hacía en portugués o en inglés (yo lo había escuchado hablar en castellano, así que lo hacía adrede). En la parte posterior del avión empezó a faltar el aire, y la gente empezó a caer como moscas. Los ubicaban acostados en los pasillos y las azafatas trataban de hacerlos reaccionar. La gente ya estaba histérica y a los gritos. En medio del caos llegó la guardia civil explicando que en bodega había equipaje que no pertenecía a ningún pasajero, y que por problemas de seguridad eso impedía el despegue (para eso, al pasar por la ventanilla de la aduana, el muchacho que me atendió estaba muy entretenido haciéndole el verso a la chica de la siguiente ventanilla, y me selló el pasaporte sin siquiera mirarlo o mirarme).Yo supongo que esas valijas de más eran de la gente que viajó en el vuelo anterior. ¡Pobre gente!: ese equipaje quedaría en Madrid, y vaya uno a saber cuándo lo recuperarían. Tuvimos que esperar que vaciaran la bodega y pusieran todos los petates en la pista. Y ahí vino lo peor: ni siquiera se ponían de acuerdo en cómo se iba a hacer el reconocimiento de maletas. La tripulación decía una cosa, y la guardia civil otra. Por fin llegaron a un acuerdo: la gente saldría en grupos de quince por adelante, reconocería el equipaje, y entraría por atrás.Abrir la puerta de atrás fue un gran alivio, porque los desmayados, al correr un poco de aire, empezaron a reaccionar (a nadie se le ocurrió llamar a un médico). Por fin me tocó el turno, y bajé a la pista. Fue bastante cómico, porque al principio nos hicieron estar todos juntos, como si fuera una cosa realmente seria, pero después cada uno hacía lo que se le daba la gana. Como yo no encontraba una de mis valijas (había comprado una chica en Londres para poder traer los souvenirs), anduve dando vueltas por donde quise. Podría haber
hecho cualquier cosa (y después hablan de la seguridad…). Reconocido que fue todo el equipaje, tuvimos que esperar que lo volvieran a cargar… Y seguíamos sin despegar. A las 5 de la mañana llegó el piloto (¡debíamos haber despegado a las 23.50!), que todos suponíamos ya en cabina, y se encerró en dicho cubículo. Espera que te espera, seguíamos ahí. La gente ya estaba a los gritos pelados. Por fin, a algunos les convidaron unas bolsitas minúsculas de maní (yo incluida) con un vaso de agua mineral (racionada, porque nos decían que debía alcanzar para todo el vuelo). Un hombre ya totalmente desquiciado agarró el teléfono interno y puteó al piloto. ¡Para qué! El muy cobarde no dio la cara, pero llamó a la guardia civil nuevamente y nos informó que hasta que no llegara la policía el avión no se movía. Cuando llegó, el piloto exigió como condición para despegar que se llevaran detenido al insurrecto. Todos saltamos como leche hervida en defensa del histérico señor, que buenos motivos tenía. Pero el piloto (un absoluto imbécil mal parido) dijo que el vuelo se cancelaba, dio la orden a la policía que nos hicieran bajar por la fuerza, pegó media vuelta y desapareció. Eran las 7 de la mañana, y todos nuevamente en la zona de embarque (los negocios seguían cerrados, así que seguíamos sin poder tomar ni un vaso de agua, aunque sea para bajar el maní salado). Como no tenía mucho que perder, traté de tomarme las cosas en joda, y empecé a divertirme. A esa altura ya éramos todos amigos. Como pasa siempre, un par de tipos se autoproclamaron líderes del movimiento y empezaron a dar instrucciones. Los del aeropuerto nos pidieron que nos fuéramos para permitir que otros vuelos abordaran, pero nos negamos e hicimos un piquete, sentados en posición de indios frente a las puertas, y corriéndonos para impedir que los pasajeros subieran a otros vuelos. Un muchacho (él, su mujer y yo ya éramos íntimos) llamó a Antena 3, que como cualquier medio que se precie está siempre a la pesca de un buen escándalo. De más está decir que no dejaron a los periodistas entrar en la zona de embarque, así que en un trabajo mancomunado algunos grababan escenas del escándalo, otro aportó su lap-top y se mandaron las escenas por Internet. ¡Qué grande la tecnología!

jueves, 29 de mayo de 2008

Una de cal y otra de arena

La semana pasada escribí un post acerca del maltrato sufrido en el arreglo de mi celular.
Como hago lo posible para ser justa, también me gusta escribir sobre los sitios en que me tratan bien.
La historia comenzó sólo con mis ganas de volver a Londres, sin un mango y con muchos quilombos familiares y laborales (si he de ser sincera, lo único que quería era rajarme un tiempo y tomar un respiro).
Conseguido que hube el dinero a través de un crédito bancario y sacando las cuentas correspondientes, noté que no me alcanzaba ni por casualidad.
¿Cómo ahorrar gastos y sacar algún mango más?
En primer lugar, me presenté a una beca para un curso de inglés en una escuela de Londres. Todas las noches, después de terminar las faenas diarias, me ponía a estudiar (si se puede decir eso cuando las neuronas ya no quieren más que una buena almohada).
Contra todo pronóstico, obtuve una beca para estudiar allá 6 meses, con un contrato laboral temporario por ese mismo tiempo.
Conciente que no podía desaparecer por tanto tiempo (y que si empezaba a laburar allá no volvía ni atada al ala del avión), con un lagrimón corriendo por mi mejilla, no lo acepté.
Entonces me propusieron un curso intensivo de 2 semanas, all inclusive, a un precio muy acomodado. Y sí acepté.
Los números seguían sin cerrarme, así que fui hasta Aerolíneas Plus a averiguar qué podía hacer con los puntos acumulados.
La señorita que me atendió me informó que faltaban muy pocos, y que de cualquier manera dejaba hecha una reserva. Sin embargo, el vuelo sería hasta New York.
¡No hay problemas!, contesté cual Alf del subdesarrollo, emocionada con la idea de conocer esa ciudad. E hice reservas en un hotel para quedarme en La Gran Manzana una semana.
Cuando fuí a retirar el pasaje, me informaron que los vuelos a New York y México fueron suspendidos, y que quedaba en lista de espera para volar a Miami. Unos días después me confirmaban el vuelo. Realmente, todas las personas que me atendieron en esa dependencia hicieron todo lo posible por solucionarme todos los problemas, y con la mejor onda.
Para ir a USA debía sacar la Visa.
LLamado que hube a la embajada, me dieron cita para unos días después.
El trámite fue impecable. Tenía delante mío 74 números. Llegué 10:45, y 11:05 me fui con mi Visa aprobada.
Como tengo que estar un día en Miami para tomar el otro vuelo, queria aprovecharlo para nadar con delfines, actividad a la que siempre le tuve ganas.
Me comuniqué con el sitio de Miami para latinoamérica y ¡vòila!, para el día siguiente tenía la reserva hecha para ese día en particular.
Con lo que había sacado del banco cubría los gastos, pero no me quedaba ni un peso para llevar, razón por la cual me busqué otra changuita que afortunadamente finaliza el 2 de junio.
Pero lo conseguí. Acá estoy, soñando despierta, y marcando los días que faltan en la pared. ¡Y encima zafo del crudo frío de julio!
Iba a ilustrar este post con "Vuela, vuela", pero como ese tema está siendo usado en una publicidad, preferí este "estreno". Que lo disfruten.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Denuncia pública


Como habrán observado, este último tiempo estuve ausente. Y supongo que, lamentablemente, estaré ausente un poco más.
He dedicado este tiempo de mi vida a solucionar problemas y pelearme con medio mundo, sólo para pretender, ilusa de mí, que los demás cumplan con lo pactado.
Y como para muestra basta un botón, les contaré las desventuras con mi celular.
Hace un mes y medio, como conté en un anterior post, mi aparatito tuvo la mala idea de dejar de funcionar.
Después de ir a 5 (cinco) lugares a pedir presupuesto, me enviaron a MULTIPOINT, concesionario oficial de Sony Ericsson.
Después de una horita de espera, lo dejé para presupuestar el 8 de abril.
El 14 de abril me informaron que debía ser cargado nuevamente el software, que el precio de la reparación sería de $ 48,80 y que el plazo de entrega sería de 10 días hábiles. Autorizado que hube el presupuesto y esperado el plazo correspondiente, empecé a reclamar por mi aparato.
Llamé varias veces por teléfono y concurrí al local también
varias veces. Siempre se me informaba que todavía no estaba terminada la reparación.
El 12 de mayo (UN MES DESPUES DE ENTREGADO) fui personalmente obteniendo la misma respuesta de siempre. En ese momento pedí hablar con un supervisor, pero no pude conseguirlo.
El 14 volví a ir, volví a pedir hablar con un supervisor y también me fue negado. La señorita que me atendió en recepción quedó en hacer el reclamo correspondiente y que me avisarían telefónicamente cuando el celular estuviera listo.
Al no tener noticias, el 19 de mayo volví a presentarme en el local. En esa oportunidad me dijeron que EL PRESUPUESTO ANTERIOR ERA PROVISORIO (nunca me habían informado que era “provisorio”, cuando se habían tomado varios días para presupuestarlo), QUE EL DIA 14 ME HABÍAN INFORMADO QUE DEBERÍA PAGAR $ 83 MÁS (cosa que no es cierta, ya que el trámite lo hice yo personalmente y a mí no me dijeron nada) Y QUE, AL NO HABER APROBADO ESTE NUEVO PRESUPUESTO (pasado más de un mes de haberlo dejado) NO HABÍAN HECHO NADA.
Ya de mal modo exigí hablar con un responsable. En lugar de eso, se me derivó a una de las empleadas de atención al público, a quien le informé que quería la devolución de mi celular en las condiciones en que se encontrara. Esta señorita me informó que todavía debía esperar UNA SEMANA MÁS para recuperar mi aparato.
Harta ya de tanto manoseo, dirigí mis pasos hacia “Defensa del Consumidor” de esta capital, munida de nota por triplicado y fotocopia de la boleta original, también por triplicado.
Allí el hombre que me atendió (por cierto excelentemente), luego de algunas averiguaciones, me informó que mi teléfono, que era importado, tenía piezas de mejor calidad que las que se usan en este país, por lo que había sido destripado y habían vendido sus piezas como repuestos, y que por ese motivo no me lo podían devolver.
Los muy reverendos hijos de mil putas especulan con que las personas se harten (como fue mi caso) y pidan el teléfono como está, para arrumbarlo en algún cajón.
El señor que me atendió inició una causa judicial para pedir un aparato nuevo. Ya tengo la primera audiencia para el 3 de junio.
El tema es que darme un aparato nuevo no les hace mella, y seguirán con sus negociados. ¿Cuántas personas creen que se toman el trabajo de hacer lo que hice yo?
Lo que más lamento es que este tipo de cosas son (entre muchas otras) las que confirman mi condición de argentina renegada.
“Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.

lunes, 5 de mayo de 2008

De carne somos

Tengo la teoría que, en general, los seres humanos tenemos una constante de dones. Belleza, inteligencia, carisma, memoria se van equilibrando. Los que ligan mucho de una cosa suelen no ligar demasiado de otras.
Sin embargo, hay algunos afortunados que acaparan muchas virtudes, y hay otros con los que Natura se ha ensañado.
Tal el caso de mi amiga Susana. La pobre es petiza, gordita, con dientes francamente prominentes, peinada como la sota de bastos y, como si eso no alcanzara, no fue dotada de muchas neuronas. Mi hija, con absoluta crueldad, la apodó “La Fronteriza” (porque vive muy lejos, ya en la frontera. ¿O qué pensaban?).
Volviendo a mi teoría, si bien no ligó demasiado en otras cosas, tiene la autoestima por las nubes. Según ella, todos los hombres del edificio donde trabaja caen rendidos a sus pies, y es fácil verla correteando por los pasillos detrás de algún centauro, que huye despavorido.
La semana pasada le tocó el turno a un señor del 8º piso. Después de perseguirlo unos días y plantada que fue en dos oportunidades, me dijo: “Al final, me voy a quedar sólo con mi marido. ¡Es el único que vale la pena!”.
Y esto me llevó a pensar en las dinámicas de las parejas.
Pienso que cada pareja tiene, de forma tácita o explícita, pautas que hacen a su funcionamiento. Y no hay reglas que sirvan para todos.
Por ejemplo, tengo unos amigos a los que yo llamo “simbióticos” (un psicoanalista los llamaría “co-dependientes”). No hacen nada solos. Si hay que ir a la peluquería, van los dos. Si alguno tiene que sacarse sangre, se la sacan los dos. Si ella tiene que ir al centro, él la lleva. Y les funciona (tal es así que hace 29 años que están juntos).
Otra amiga tiene un novio que está casado. Se me dirá que es lo más común del mundo, pero no.
Ambas mujeres se conocen, él lleva a su hija a casa de su amante, y muchas veces cuando va a casa de mi amiga telefonea a su mujer para avisarle que se quedará a cenar con “la otra”. Y también les funciona.
Creo que cada uno establece en plena libertad cómo va a ser su pareja: monogamia, swingers, tríos o cuartetos, siempre que ambos miembros estén de acuerdo.
Sin embargo, y aún a riesgo que lo tomen como una moralina, no me gusta cuando alguien cambia las reglas de manera unilateral.
Vale decir, si yo establezco una relación en que cada uno tiene la libertad de verse cuando quiera o de salir y/o acostarse con otros si así se presenta la oportunidad y después comparten las experiencias, perfecto.
Pero si yo establezco una relación “clásica”, basada en la fidelidad, no debería engañar a mi pareja.
Creo firmemente que la pareja es un espacio donde no cabe la mentira. Donde, aún si haberlo hablado explícitamente, sabemos cuáles son las reglas. Y donde esas reglas no se rompen.

miércoles, 23 de abril de 2008

El deseo de las mujeres por Gabriela Acher


Mi hermano opina que este tipo de literatura es una porquería feminista.
Sin embargo, los libros que leí de esta autora me divirtieron mucho.
He aquí una muestra:


Y sí, hay que aceptar con dignidad y resignación, que los varones escasean.
El que no está casado, es solterón, insoportable, separado deprimido, divorciado, rencoroso o gay sin asumir.
Y no es que ya no haya mas señores, es que las mujeres cada vez, estamos más exigentes.
Antes nos conformábamos con conseguir marido.
Ahora, es más difícil, pretendemos encontrar un hombre !!!!!!!!!
Hay que reconocer que nuestras pretensiones, respecto del Príncipe Azul, tienen algunos dejos de 'Gataflorismo' .

Porque nosotras queremos :
- Que esté en casa, pero no todo el día.
- Que sea pulcro y limpio, pero no obsesivo por el orden y la limpieza
- Que sea cariñoso, pero no cargoso.
- Que durmamos juntos, pero no todos los días.
- Que sea seductor, pero no mujeriego.
- Que tenga buena posición económica, pero que no labure todo el día.
- Que sea buen amante, para cuando una tenga ganas.
- Que respete a la familia, pero que no le de tanta bola a su vieja.
- Que sea romántico, pero no boludo.
- Que no sea amarrete, pero tampoco derrochador.
- Que no sea celoso, pero tampoco indiferente.
- Que sea protector, pero que no esté tan pendiente.
- Que se conmueva, pero que no llore.
- Que sea duro, pero flexible.
- Que tenga auto, pero que no lo cuide tanto.
- Que sea sociable, pero nunca los amigos primero que una!!!


Por eso, la recomendación pesa en 'la cama afuera', a la hora de elegir una nueva pareja.
Todas sabemos
- Que 'El Príncipe Azul destiñe en el primer lavado'.
- Que los más Caballeros te protegen de todo, menos de sí mismos,.
- Que Caperucita Roja siempre fue mas viva que el lobo, y
- que la convivencia es como en los cuentos:


Tarde o Temprano
LA BELLA PRINCESA SE CONVIERTE EN BRUJA
Y EL PRÍNCIPE AZUL EN SAPO.

miércoles, 16 de abril de 2008

Contaminación sonora

Siempre amé la música. Con toda mi alma y mi corazón. A tal punto que mi firma está encabezada por una clave de sol, y a mi príncipe azul nunca lo imaginé montado en un caballo blanco sino desgranando notas de una guitarra. Escucho desde Bach hasta Arbol, con amplio predominio de mi amado Queen. Juro que hasta escuché cumbia villera para poder criticar con propiedad, aunque debo reconocer que me pudo y que apagué a la 3º "canción".
Pero no obligo a nadie a escuchar lo que YO tengo ganas. Incluso escucho a bajo volumen, para no molestar a nadie, o con auriculares si no estoy en casa.
Pero parecería que últimamente a todos se les dió por obligarnos a oir lo que no queremos, empezando por los celulares.
Voy por la calle o en un transporte público entérándome que a Fulanito deben hacerle un espermograma o que Menganita tiene una diarrea que hasta se ensució los pantalones (sic). ¿Es que la gente ya perdió todo el decoro, el buen gusto y la intimidad?
Y volviendo a la música...
Hasta hace poco fui usuaria del Roca. Allí los vendedores de CD truchos me atosigaban con esos enormes aparatos que cargan al hombro y tienen un sonido espantoso obligándome a apagar mi MP3 en el caso de ir parada o suspender mi lectura por distracción las extrañas veces en que conseguía sentarme.
Ilusa de mí, supuse que ahora, al viajar en combi, podría aprovechar la horita larga de viaje para acrecentar mi aservo cultural con la lectura que tuviese entre manos. Pero no. También allí el chofer pone la radio (a veces, por suerte, a bajo volumen) haciéndome escuchar lo que él quiere. Eso sin tener en cuenta que voy en manos de unos caballeros que pasan gran parte del tiempo hablando por teléfono mientras esquivan el muy pesado tránsito de Hipólito Yrigoyen en hora pico.
Pero no termina allí el asunto. Con la nueva generación de telefonitos, cualquier gil va por la calle o en el colectivo con la música a todo volumen (que no es Strauss, precisamente). Y mejor no decir nada y aguantárselas a como de lugar, a no ser que uno quiera recibir una grosera contestación.
Aunque... Si nadie le da el asiento a una embarazada o a un lisiado, si te empujan o te tiran al piso tratando de subir al tren (para lo cual hiciste 15 minutos de cola para poder ir sentado), si los autos no respetan la prioridad del peatón, si los peatones cruzan las calles de cualquier manera, ¿de qué me extraño?