miércoles, 30 de enero de 2008

Postal de La Habana




El ’99 fue un año muy particular. Mi matrimonio hacía agua por todos lados, a tal punto que el Poseidón me parecía un poroto.
Era plenamente consciente que no había solución, pero criada en los ´70 por padres profundamente religiosos y salida de una escuela de monjas exclusiva para señoritas, tenía la idea que el matrimonio era para siempre, a toda costa. Eso me llevó a largos y terribles encuentros a solas con el padre de mis hijos donde terminábamos más enojados que antes, a iniciar una terapia personal y hasta intentar una terapia de pareja. Pero nada sirvió.
Mientras mis hijos fueron chicos fui ama de casa. Mi madre siempre trabajó y yo sentí su ausencia, de manera que no quería que a ellos les pasara lo mismo. Esa fue una de las razones que me impidieron cambiar la cerradura mucho tiempo antes de lo que lo hice.
Sin embargo, algunos rebusques tenía. Ayudaba a mi hermano en la veterinaria, y hacía algunos trabajos por Internet. Ese año en particular me propusieron hacerme cargo de un Congreso Virtual sobre Educación Superior con gente de Cuba. Yo manejaría la parte argentina del foro, y una ingeniera cubana lo haría desde su país. De más está decir que después de casi un año completo de comunicarnos casi todos los días, Josefa y yo terminamos grandes amigas.
En el interín tuve que someterme a una cirugía. El que era entonces mi marido “no pudo” salir un rato antes del trabajo para acompañarme, así que me interné solita mi alma (mi madre iba a buscar a los chicos al colegio y se quedaría con ellos). Antes de ir hacia el quirófano me hicieron sacar todas las cosas de metal que tenía, entre ellas mi anillo de matrimonio, que nunca volví a usar con la excusa que “lo había perdido”. Para mí fue todo un símbolo.
Volviendo al tema, grande fue mi sorpresa cuando de regalo de Navidad (por la fecha en que recibí la noticia) me invitaban al Congreso real, a realizarse en La Habana, y sin pagar ni un peso. Me pedían que expusiera sobre recursos de Internet en educación.
En ese mismo momento busqué mi valija y empecé prepararme. Era la primera vez que haría un viaje en serio al exterior (sólo había estado en los paises limítrofes), Y SOLA.
En Enero del 2000, y después de toda una noche de espera (las demoras en Ezeiza vienen desde hace muchos años. No son de ahora) subí al avión de Aerolíneas Cubanas. Como hay que rebuscárselas de alguna manera, el comandante de abordo aprovechó el viaje para vender chucherías de contrabando.
Llegado que hube a La Habana, subí al auto que me estaba esperando rumbo al hotel. Era un 4 estrellas inmenso, pero bastante deteriorado (era cubano). No había agua potable en las canillas y las tarjetas magnéticas se trababan a cada rato, pero nada me importaba. Era “feliz como un chico cuando sale de la escuela” (Serrat dixit).
Esa misma tarde fui a recorrer La Habana Vieja, un lugar fascinante.
Al día siguiente me llevaron al salón de convenciones (alucinante) donde me encontré con Josefa. Nos abrazamos como si ya nos conociéramos de antes. La emoción fue muy intensa.
La exposición fue un éxito. Por suerte ella estaba al lado mío, porque no es fácil dirigirse a un auditorio que piensa que uno dirá cosas importantes mientras las piernas tiemblan. Aunque en realidad no sé si eran los nervios o los 5ºC que hacían en el salón mientras yo vestía ropas de riguroso Caribe (al día siguiente les pedimos a la entrada que aflojaran con el aire acondicionado y la cosa mejoró).
Después de la jornada de trabajo habían planificado joda. En un inmenso salón de la planta baja del mismo edificio servirían una pantagruélica cena con la mejor vajilla y cristalería de la que disponían.
Los hombres estaban de traje, oscuros los extranjeros, claritos los lugareños. Las mujeres tenían sus mejores galas, aunque nada de los tradicionales negro o rojo: Su vestuario era un alucínate arco iris.
Al finalizar la cena pusieron ritmo cubano para bailar. Era imposible mantener quietos los pies, así que nadie (ni los más mayores) dejaron de mover las tabas. Allí bailé con un ingeniero cubano, negro él, que era un divino, además de muy bien parecido.
Como al día siguiente las actividades empezaban por la tarde, quedamos que me recogería a la mañana en su auto para recorrer la ciudad.
La puerta sonó a las 9. Era el conserje que me traía un inmenso ramo de rosas. Era de Emilio (tal el nombre del ingeniero que había conocido) que me esperaba en el bar del hotel para desayunar.
Tal como le pedí, me llevó a los lugares netamente cubanos (NO los que te quieren mostrar ellos) porque me fascina conocer otras personas y otras culturas, mezclarme con la gente del lugar, conversar con ellos.
Entre charla y charla del congreso fuimos a la estación de tren, al cementerio, paseamos por un bosque estupendo con un lago, entramos a un tugurio escondido donde se vendían los mejores habanos y licores del país (y que me hizo pensar dónde me estaba metiendo, ya que era un sótano terrible), fuimos 2 veces al teatro, una a ver una especie de revista pero con los actores caminando entre las mesas donde se encontraba el público y otra donde actuaba un cómico al que me resultó imposible entenderle (pareciera que muchos cubanos hablan cualquier cosa menos español). Y todas las mañanas me despertaba el infaltable ramo de flores.
Una tarde de sol (para ellos era invierno y la temperatura era estupenda) fuimos a la feria artesanal. Teniendo en cuenta que en ese momento estábamos en el 1 a 1 compré millones de pavadas para los conocidos, a tal punto que tuve que conseguir sucursal del equipaje para traerlas. Cansados de tanto caminar fuimos a “La bodeguita del medio” (donde escribía Hemingway) a tomar algo fresco. Entre risas (porque me divertía muchísimo con él) me besó. Se dirá que muy rápido no era el hombre, pero yo no me quedaba atrás. Sentí que, aunque mi matrimonio ya no servía para nada, no podría con eso.
Esa misma madrugada me iba hacia Varadero. Lejos de enojarse, fue a despedirme llevándome un cassette (era lo que se usaba entonces) con música cubana, que escuché muchas veces a mi regreso.
Y hablando de eso… en Ezeiza me esperaban mis hijos y mi marido, quien apenas me vio me dio el anillo de casamiento que yo había dejado en un cajón diciendo que “lo había encontrado y que me lo pusiera”. Yo contesté con una total falta de tacto: “metétela en el culo. Me quiero separar”. Había descubierto que podía sola, y no estaba dispuesta a seguir teniendo un lastre.
Mi estadía en Varadero quedará para otra historia…
Y para los que quieran saber, estuve un tiempo escribiéndome con Emilio pero las cosas a tanta distancia no funcionan. Aunque sí sigo escribiéndome con Josefa de vez en cuando…
Patricia Cejas

sábado, 26 de enero de 2008

Volver con la frente marchita






Ayer volví de mis vacaciones. Ya en el avión había un "señor", típico porteño él, hablando a los gritos, gozando a los otros que viajaban con él y haciéndose el "langa" con las azafatas. Estuve a punto de darme media vuelta y huir, o de hacer algún comentario. Pero por mi salud mental preferí acomodarme en mi asiento y aprestarme a disfrutar del paisaje. Siempre me gustó ver las nubes desde arriba. Por lo demás, el viaje se desarrolló a las mil maravillas.
Recuperado que hube mi valija en Aeroparque, tomé el colectivo para llegar a casa, esperando encontrar a mis hijos. Para mí las vueltas siempre son duras. Buenos Aires me resulta cada vez más ajena y hostil.
Cuando hago este tipo de comentarios nunca falta el zanguango que me dice "Y... si no te gusta andate", como si fuera tan fácil cerrar la puerta de un portazo e irse para siempre, dejando atrás raíces y afectos. Siempre utópica, pienso que otra vida es posible. Si bien todos los países tienen lo suyo (a qué engañarse), creo que hay una forma mejor de vivir. Sin ir más lejos, en el pueblo cordobés donde paré los autos se detenían si querías cruzar, las personas se saludan, dicen "por favor" y "gracias" y no están permanentemente caracúlicos.
Se me dirá: "Claro, es un pueblito chiquito", y es cierto. Pero he estado en otras ciudades del mundo (no tantas como quisiera) donde pasa lo mismo. Y los transportes públicos funcionan. Y la gente te trata con amabilidad. Y podés ir a trabajar porque no hay ningún piquete cortando las calles sin ningún derecho, entre otras cosas.
Pero volvamos al tema de este post.
Grande fue mi sorpresa cuando llegué a una casa vacía y silenciosa. Hasta mi gato Juan tardó en aparecer. Fue una sensación agridulce.
Desde siempre traté de criar a mis hijos de manera de hacerlos personas responsables de sí mismas y con vida propia. Y cada uno estaba en sus cosas. Y se las arreglaron perfectamente sin mí.
No es fácil explicar mi sensación: por un lado me sentí muy orgullosa que mis hijos ya no dependieran de mí, pero por otro lado es duro darse cuenta que no soy imprescindible. No sé si los padres sentirán lo mismo, pero para la mayoría de las madres que conozco no es muy divertido saber que los hijos son otras personas y que deben hacer su propio camino.
Mi padre, que es muy sabio, siempre dice que se imagina una gran fila: los abuelos ven a sus hijos y nietos, los padres a sus hijos, y los hijos miran al futuro. Y así debe ser, aunque aún grandes nos gustaría arroparlos por las noches.
Nota: Las imágenes de arriba corresponden a la vista del arroyo desde la casa de mis padres y fotos del parque. No me envidien...

martes, 22 de enero de 2008

Para mí con hielo!!

Volvimos de Gral. Belgrano el domingo, y el lunes nos juntamos en casa de unos amigos a cenar.
Mi amigo Hugo es montañista. Siempre lo fue, y le apasiona. Por suerte tiene una esposa, Laura, que además de ser amorosa le hace pata en todas sus locuras. Hicieron turismo aventura desde que se casaron, aún con sus hijos muy chicos. Ahora tienen 12 y 10, y una experiencia de montaña increíble.
En Noviembre pasado Hugo se mandó un paseo bastante peculiar: fue a hacer una excursión por el "Campo de Hielo Continental Sur", esta vez solo.
En el grupo había 10 hombres y una señorita de 26 años que estaba haciendo el curso de Guía de Alta Montaña.
Las 4x4 los llevaron a un punto a 250 Km del Calafate, donde empezaron a caminar cargados de carpas, viandas y raquetas de nieve. Hicieron a pie unos 100 Km, para volver al punto de partida, recorrido que les demandó 15 días. A la noche (oscurecía a las 23, más o menos) instalaban las carpas "enterrándolas" en la nieve, cocinaban dentro de una carpa preparada para eso, hacían su higiene con tohallitas humedecidas.
Estaban muy bien equipados: llevaban su GPS, su teléfono satelital y demás aparatos para no perderse en esa blanca superficie.
El más grande del grupo (65 años) preparó un DVD con las fotos sacadas agregándole texto y música. Si para los que lo vimos fue tan emocionante, imagino lo que habrán pasado ellos.
Lo que sí me da mucha lástima es que los participantes llegaron a Calafate en 5 vuelos distintos (era tanta la demanda de pasajes que no pudieron ir juntos) ocupados casi en su totalidad por extranjeros.
Viendo esas imágenes alucinantes y escuchando el relato no puedo entender cómo podemos seguir olvidándonos de lo maravilloso que es nuestro país.
O tal vez, precisamente por lo maravilloso que es todavía no han podido con él.
Patricia Cejas

sábado, 19 de enero de 2008

Salchichas con Chucrut

Me invitaron a pasar el fin de semana a Villa Gral. Belgrano. Como muy ocupada que digamos no estaba, accedí.
Luego de recorrer maravillados el camino que bordea el Dique de los Molinos llegamos a esta hermosa ciudad cerrana.
Estamos parando en una posada a una cuadra de la calle principal. Las habitaciones son pocas e inmensas, el parque es envidiable, y la pileta no es muy grande pero alcanza de sobra para sacarse el calor del sol.
Ayer estuvimos recorriendo la calle principal. A los hombres no les interesará demasiado, pero a las mujeres les cuento que la ropa y los zapatos son bellísimos. Hay muchos negocios exclusivos. No pude con mi genio y a falta de 1 me compré 2 pares de zapatos. También hay millones de negocios que se ocupan de vender cerámicas, en especial chops para cerveza. Hay algunos preciosos. También venden mates, tazas, ceniceros y demás adornos. En otro rubro están las fábricas de cerveza con visitas guiadas y los chacinados: jamones, lomitos, bondiolas, y los infaltables alfajores.
Después de la cena volvimos a la posada porque en el predio lindante cantaba Mercedes Sosa. Sentados detrás de la ligustrina que separa los lotes nos sentamos en cómodas reposeras a ver borrosamente a La Negra. Parecíamos los adolescentes que se escabullían para ver de colado las películas de los autocines (cuando todavía existían). Para ser un espectáculo gratuito (para nosotros) no nos podemos quejar: no lo habremos visto bien, pero escuchamos fenómeno (lo hubiéramos escuchado de todos modos. Era imposible no hacerlo).
Esta mañana fuimos hasta Los Reartes, donde hay una capilla jesuítica de 1738 pequeña y muy bonita. Un poco más allá había una pulpería de vaya a saber cuándo que había detenido el tiempo 100 años atrás. Sus paredes de ladrillo rústico, su piso de madera, el mostrador típico, los estantes con botellas detrás. Unos paisanos sentados a una mesa tomando grapa completaban el paisaje que parecía un almanaque de Molina Campos.
Lo que se dice acción, allí no lo encontrarán, pero fue un hermoso paseo por la historia de nuestro país.
Esto ya está pareciendo un diario de viajes, pero me gusta compartir estas experiencias. Además, como soy la única que no duerme la siesta aprovecho este rato.
Vine con la idea de descansar, y hasta de aburrirme un poco. Pero, la verdad, ¡¡no quiero volver!!

miércoles, 16 de enero de 2008

Vacaciones gastronómicas

El lunes a la tarde me encontré con mi amiga Sandra, quien me llevaría a Retiro. Ella partiría hacia Machu Pichu el 16, así que no nos veríamos hasta Febrero, por lo que fuimos a merendar juntas para pasarnos los últimos chismes antes de la separación.
Retiro era un caos absoluto. Era muy interesante ver las caras e imaginarse lo que pasaba por cada cabeza. Estaban los cultos, leyendo sus libros mientras esperaban, los ansiosos, que no hacían más que preguntar (por si su micro ya había sido anunciado y no habían escuchado), los aburridos, los chicos corriendo por todo el hall.
Contra todo pronóstico, el micro salió bastante a horario y el viaje fue fenomenal.
En la terminal me esperaban mis viejos. Después de llegar, comer algo y descansar un rato fuí al "Rancho" a saludar.
"El Rancho" es la casa de al lado de la nuestra. Por su nombre parecería una simple casita en las sierras, pero no es así. Es un hermoso chalet de varias habitaciones, con un hermoso parque y pileta. La amistad entre mi familia y la colindante data de muchos años. Ya nuestros abuelos fueron amigos, mis padres son muy amigos de los actuales propietarios, mis hermanos y yo hicimos las mil y una con los hijos, y mis hijos y la 4º generación siguen pasándola bárbaro juntos.
Mientras tomábamos sol o nos pegábamos un chapuzón, recordé algunas de las cosas vividas en esos lares.
Recordé cuando nos escondíamos detrás de la tapia de mi casa munidos de baldes llenos de bombuchas para bombardear los autos y/o micros que pasaban por debajo. O cuando hacíamos las "excursiones a los indios ranqueles": Tito (el actual cacique vecino) nos llevaba a excursionar por las sierras. Esto significaba una tarde de preparativos: las cantimploras, las galletitas, elegir adecuadamente el calzado... y por ahí la excursión duraba sólo una hora. Cuando lográbamos llegar a Pozo Verde (donde desagua uno de los arroyos afluentes del lago) era toda una gloria. Nunca me voy a olvidar la tarde que encontramos una serpiente de cascabel entre los yuyos. También caminábamos por el arroyo intentando pescar mojarras o buscando ranas. O salíamos a "navegar" por el lago en la piragua que habían comprado mis padres. No era fácil remar, por lo que terminábamos la tarea con las manos ampolladas pero felices como pocos. No había ampolla que pudiera con nosotros.
Después de tantos años, la amistad que nos une es muy fuerte. Por eso habían organizado para esa noche una cena en un restaurante del pueblo para recibirme. Eramos 14, y comimos como si nuestra vida dependiera de ello. Aproveché para ponerme al día con Silvia, a la que hacía como 3 años que no veía. Todavía no entiendo cómo mi lengua no se acalambró.
Como cualquier excusa es buena para una buena comilona, hoy fuimos a almorzar a otro lugar, ya que Norma se vuelve esta noche para Baires (hoy eramos sólo 9). Y saliendo del restaurante quedamos en hacer un "té-cena" antes de su partida.
Si seguimos así no voy a poder subir al avión por exceso de equipaje (el propio) y deberán pegarme un empujoncito para ir rodando por la autopista.
Pero pienso preocuparme por la dieta cuando vuelva. Siempre está el recurso de llamarlo a Cormillot...

viernes, 11 de enero de 2008

Grandioso Enero

Estoy planeando un viaje para mitad de año, y no pensaba irme ahora. Pero el calor y el tedio de Buenos Aires en Enero (ya todos mis amigos se fueron a distintos destinos) hicieron que cambiara de opinión.
Cuando tenía 3 años mis padres compraron una casita en las sierras cordobesas, y pasé allí muchos veranos y muchas aventuras. Como ellos están allí, saqué el pasaje y decidí hacerles un poco de compañía.
La casa está a 30 Km de Córdoba Capital. Bicho de ciudad como pocos, me cuesta mucho adaptarme a la vida agreste, con el sonido del arroyo que pasa por abajo, el cielo estrellado, el olor a sierra, los insectos pululando y comiendo toda la carne asada que mi colesterol permite. Por suerte a tan sólo 5 Km está el pueblo (perdón, fue nombrado CIUDAD hace unos años) donde hay boliches, ciber, bares, y demás placeres de la vida mundana. Como diez cuadras de puro ruido citadino.
La gran ventaja es que uno va a ese lugar a DESCANSAR (no hay otra opción), leer y tirarse a tomar un poco de sol. Descansar y dormir no me viene mal. El año pasado fue duro. Leer es fantástico, porque con tanta cosa en la cabeza mis libros me piden a gritos un poco de atención. Vale decir, estas vacaciones contribuirán a mi cultura. Y no hablar de tomar sol, porque estoy más blanca que una merluza sin marea roja.
Pero lo mejor del asunto es que me reencontraré con viejos amigos. Después de tantos años, es casi imposible sentarse en un bar a tomar un café o caminar por San Martín (¿por qué TODAS las calles importantes del interior se llamarán así? ¿No habrá otros ciudadanos ilustres?) sin encontrarse gente conocida.
Otra cosa maravillosa es tirarse en el pasto de noche a buscar estrellas fugaces, que se ven perfecto sin tanta luz artificial.
En fin, no será el ruido de la costa, pero las sierras también tiene lo suyo.
Para ilustrar este post elegí un video de mis adorados "Les Luthiers". Como no se poner el video acá, les dejo el link.

http://www.youtube.com/watch?v=GCvvgHf97K4&feature=related

jueves, 10 de enero de 2008

Malos tragos


Ultimamente parezco una lágrima, cosa que me disgusta sobremanera. Pero parece que este año bisiesto (ya tienen mala fama de por sí) se vino con todo.
Soy una persona muy "bichera" (sin alusiones personales). Con mi familia conviven una Kuvasz blanca, de 65 kilos, que ya está medio viejita y tiene problemas de cadera, una ovejera belga loca como las gallinas, mi gata Micaela, mi gato Juan Castro (bautizado por mi hija en su honor. ¿Hace falta decir que está castrado?) y, hasta ayer, 4 peces.
Separando mi cocina del comedor tengo un inmenso acuario de 400 litros sobre un mueble de ladrillo vista construído para tal fin (piensen que la pecera pesará unos 600 kg). Allí tenía 2 Carasius de unos 10 años de edad, una inmensa carpa Coi (hembra) de 8 años y otra que hacía unos 6 meses que estaba con nosotros ("Policarpo", porque era una carpa macho, en un simple juego de palabras). Como me gusta mucho hay en su interior distintos recuerdos de mis viajes: corales de Cuba, un gran trozo de cuarzo blanco traído de las Altas Cumbres, caracoles de distintos lugares que visité, plantas obsequiadas por amigos o compradas.
Generalmente me ocupo yo de la pecera, pero 1 vez por año llamo al acuarista para hacer la limpieza a fondo. Así que ayer a las 10 de la mañana apareció el susodicho. No lo conocía. Lo mandó la persona a la que llamo habitualmente que estaba muy ocupada.
No hay que ser muy astuto para imaginar el final de la historia: se equivocó, la llenó con agua caliente, y mató a todos los peces que primorosamente cuidé. Juró darme peces nuevos, pero no es lo mismo. Los que tienen mascotas saben a qué me refiero.
Estoy triste, no lo voy a negar. En cuanto vuelva de las vacaciones iré al negocio a elegir nuevos especímenes. Como no me queda otra alternativa, pienso que será una forma de renovarse y empezar de nuevo. Me gusta comprar peces chicos y verlos crecer. Mirar esa inmensa pecera es una de las cosas que reducen mucho mi estrés.

Que le vamos a hacer... Cada loco con su tema.

viernes, 4 de enero de 2008

Año nuevo, intenciones viejas


Siempre fui una mujer bastante obsesiva. Me encanta tener la casa limpia y en orden.
Sábado y domingo no hice más que fregar, ordenar, cortar el pasto (lo que casi me mata de un golpe de calor) para recibir a mis invitados el 31 y el 1º.
Pero contra la realidad no se puede, y es imposible mantener un mínimo de orden con 3 hijos adolescentes, así que poco a poco estoy haciendo el esfuerzo de "no ver" que el dormitorio de mi hija es un total y absoluto kilombo (después de haber pasado dos horas por reloj ordenándolo, y ella dejarlo en ese estado a los 10 minutos de haber llegado), que mi hijo menor puso la ropa recién planchada en el piso para poder acostarse y demás menudencias por el estilo.
Así que el 1º, cuando ya todos se habían retirado después de la "última cena" y el "último almuerzo" (¿Les comenté que mis abuelas eran tanas y que siempre parece poca la comida, lo que nos obliga a pasarnos la semana posterior al evento comiendo sobras?) dije en voz alta: "¡Yo no levanto ni un vaso! ¡Me voy a dormir la siesta!"
Mis 3 hijos se miraron perplejos... "Mamá... ¿te sentís bien?", aventuró uno de ellos. "¡Por supuesto!", contesé yo. "¡A partir de ahora, año nuevo vida nueva! ¡No me caliento más! Si no lo ordeno hoy, será mañana".
De más está decir que mis hijos no me creyeron, pero me dejaron pensando en que la última copa de Fresita que tenía en la mano era la culpable de semejante desvarío.
Todos los fines de año pienso en bajar los decibeles al siguiente, y lo termino tan o más loca que el año anterior.
Al levantarme de la siesta toda transpirada (mitad por el calor, mitad por la Fresita), y antes de abocarme a la dura tarea de poner orden en mi cocina decidí, como cualquier persona normal, darme una ducha.
Grande fue mi sorpresa al darme cuenta que no había ni una gota de agua. Puteada mediante le comenté a mi hijo: "¿Ves? ¡Yo intento empezar el año relajada pero no me dejan!". Dispuesta a no hacerme problemas como me había propuesto sólo unas horas antes tomé un bolsito y huí buscando el líquido elemento a casa de mis viejos.
Pero mi auto se negó a arrancar. El burro de arranque, dijo el mecánico. Quedose él acompañando al mecánico en su resaca, y yo en mi casa, sin ducha.
Créase o no, lo conseguí: no me hice problemas.
Al día siguiente llamé a mi multiuso personal, quien conectó la bomba a la cisterna, con lo cual solucioné el problema primario, y el mecánico hizo su trabajo tan mal como de costumbre, pero por lo menos mi Uno sigue funcionando.
¿Por qué será que en estos momentos recuerdo ese pésimo chiste que cuenta Pepe Muleiro que dice "¿Que te cortan una pierna, mujer? Pues hala, ¡tu a bailar en una pata!"?

martes, 1 de enero de 2008

¡Felices Fiestas!

Volviendo lentamente en una máquina prestada (la mía la destruyó un virus y está con la configuración básica y sin Internet), "quesería decir algunas palabras".
Estuve leyendo el blog de La Incondicional y, como me pasa siempre que leo algo inteligente, me llevó a algunas disquisiciones.
Pienso que es inevitable a esta altura del año no hacer un balance. Obviamente, hay años más duros y más felices. Pero siempre pensé que si Dios cuando nos creó hubiese querido que viviéramos en el pasado nos hubiera puesto ojos en la nuca. Lo importante es sonreir con los buenos momentos y capitalizar los malos (ya que los tuvimos que pasar, que por lo menos sirvan para algo). Tratar de aprender un poco y seguir adelante. Seguir 10 años después pensando que no me ragalaron esa muñeca que quería y llorar por eso me parece absolutamente ridículo (además de inútil).
Concuerdo con La Incondicional en que espero un año tan bueno como el que pasó. En definitiva, eso depende exclusivamente de nosotros ("Yo me muero como viví", Silvio Rodríguez dixit).
Definitivamente, me niego a pasar las fiestas y empezar el nuevo año amargada por lo que dijo mi hemano o no hizo mi cuñada.
Tal vez por suerte o porque así lo intento, paso las fiestas con quien quiero. Este año en particular, me reuní con muchos amigos. Y si el 24 o el 31 hay que pasarla con algunos impresentables tampoco es tan grave. Es sólo una vez cada 365 días. Dejémonos de joder.
No quiero terminar este post sin enviar mis buenos deseos para el año que comienza. Así que nos deseo:
* El mejor sueño. Ese que creemos imposible, ese que no depende de la plata y que tenemos dando vueltas en la cabeza desde hace rato. Ese al que no nos animamos. Y ser capaces de caminar en esa dirección. Y si se cumple, tanto mejor. Pero no olvidarnos de mirar el paisaje y darnos cuanta todo lo que vamos consiguiendo en el camino.
* Alguien que nos escuche, nos contenga y nos comprenda sin juzganos.
* Alguien que nos abrace y nos mime, aunque sea de vez en cuando.
* Que seamos capaces de perdonar a quienes nos lastimaron. Vale la aclaración que "perdonar" no significa agachar la cabeza ni olvidar, sino se capaces de sacarnos de encima rencores y broncas que sólo sirven para autoagedirnos.
* Poder hacernos cargo de nuestros errores, enfrentarlos y crecer con ellos.
Eso sí: la salud y el dinero tendrán que proveérselo ustedes.