miércoles, 26 de marzo de 2008

Incertidumbre (II)


El psiquiatra lo derivó a un tratamiento ambulatorio.
Camila y su ex fueron a las respectivas citas con la psiquiatra y la psicóloga designadas por la obra social.
Después de los análisis de rigor, la primera les dijo que era un problema químico, que el cerebro de Rodrigo no producía determinada sustancia por lo que debía hacer un tratamiento con medicamentos. Era importante no discontinuarlo, de manera que las cosas volvieran a la normalidad junto con su cerebro.
Rodrigo volvió a casa de su madre, y después de unos días las cosas aparentaban estar mejor.
Camila volvió al trabajo, y dejaba la pastilla y un vaso de agua junto a la cama de Rodrigo, para que no se olvidara de tomarlas.
Llegó diciembre, y con él las fechas de examen. A Rodrigo le bastaba aprobar una materia para pasar de año, y así terminar el secundario con sus amigos, con quienes había estado cursando desde los cuatro años.
Llegada la fecha, Camila pidió el día en su trabajo para estar en casa cuando él rindiera. Como era de esperar por lo que había estudiado en esas circunstancias, no aprobó.
Camila y Agustín (su hijo mayor) esperaban en casa su vuelta, ignorantes de este hecho. El reloj seguí su paso implacable y, ya preocupada, Camila y Agustín se llegaron hasta colegio a ver qué pasaba. Había dado el examen, les dijeron, pero se había ido. ¿Pero a dónde?
Recorrieron con el auto el camino de regreso, pero nada. La angustia de Camila iba en franco aumento.
Afortunadamente se encontraron con un compañero que les dijo que había ido a la casa del padre, que estaba de viaje, porque quería estar solo.
Salieron disparados hacia el departamento, y Camila no podía evitar pensar lo peor. Subieron como una exhalación por el ascensor. El hombre de seguridad les dijo que efectivamente había llegado un rato antes.
Pero ni Camila ni Agustín tenían las llaves para entrar, por lo que tocaron el timbre. Nada. Tocaron otra vez. Nada. Camila empezó a golpear la puerta, cada vez con más fuerza. Nada.
Las lágrimas corrían por sus mejillas y se ahogaba en la desesperación. “¿Qué hiciste, Rodri?” era lo único que atinaba a pensar.
“Hijo, bajá y pedile al de seguridad la llave de repuesto para entrar”, dijo Camila a Agustín.
El tiempo mezquino pareció pararse en ese momento. Camila ya golpeaba de tal forma la puerta que por un momento pensó que la sacaría de sus goznes.
- Señora, no puedo abrir sin la autorización del dueño. Y si sigue haciendo escándalo tendré que llamar a la policía, oyó que decía un hombre a sus espaldas.
- Mire: mi hijo está encerrado ahí dentro, y no sé en qué condiciones se encuentra. Si no abre usted la que llamaré a la policía seré yo, contestó Camila entre el dolor de su garganta sacudida por los espasmos del llanto.
El hombre trató de abrir, tal vez sospechando lo que esa mujer sería capaz de hacerle si se negara. La furia en sus ojos le había dicho todo.
Pero la llave de Rodrigo estaba puesta del lado de adentro, y fue imposible abrir.
Cuando ya Camila estaba con el teléfono en la mano llamando a un cerrajero y a los bomberos, se abrió la puerta.
-¿Qué pasa?, dijo Rodrigo. Estaba durmiendo y no los oí. Y dio media vuelta yendo de nuevo a la cama.
- ¡Hijo mío, por favor! ¡Casi me matás de un susto! ¿Cómo estás?, interrogó Camila, un poco más calmada.
- Bien, fue la lacónica respuesta.
- Vamos a casa.
- No. Yo me quedo acá, refutó Rodrigo.
- No voy a dejarte solo en este momento, casi gritó ella.
- No me jodas, respondió él.
Camila trató de levantarlo a la fuerza pero él, mucho más grande de tamaño, la incrustó contra el placard.
Pero Camila, con la ayuda de Agustín, consiguió llevarlo de nuevo a su hogar.

domingo, 23 de marzo de 2008

Incertidumbre

Mi hija me acusa, con razón, de poseer un exiguo poder de síntesis.
Así fue que cuando leí el blog del Iluso Careta me puse a escribir... y seguí sin darme cuenta hasta hacer un relato muy largo.
Es por eso que decidí dividirlo en partes, y acá va la primera.
Desde ya aviso que es una historia triste. Si están bajoneados, pasen un rato después.

Incertidumbre (I)

Siempre le habían gustado los adolescentes, y solía llevarse muy bien con ellos. Esa frescura, esas ganas, ese iniciar la vida, ese deseo de cambiar el mundo.
No eran como los niños pequeños: era hacer las cosas por creída o deseada decisión propia, mirando al futuro, probando cosas nuevas y límites entre un torbellino de sensaciones y hormonas alborotadas.
Desde su separación, Camila había transformado su casa en un centro de reunión. Muchos años de restricciones y prohibiciones absurdas a las que no había sabido hacer frente habían mancillado su propia naturaleza, que brotaba ahora que estaba libre.
Primero tímidamente, sus hijos comenzaron a venir a casa con amigos. A medida que pasó el tiempo esos amigos empezaron a entrar en confianza, y Camila disfrutaba de las largas charlas que a veces tenían.
Pero no fue sólo eso: fue también poder conversar con sus hijos durante la cena, ver algunos programas de televisión prohibidos, ir de vez en cuando a cenar afuera o ver algún espectáculo, y sentir que a la casa había vuelto la paz.
Todo tiene un costo, y ésta no era la excepción: sus dos hijos mayores repitieron de grado el año en que su padre se fue. Pero el menor pasó aparentemente incólume. Tal vez porque era el más chico, y no había sufrido tanto la ira de su progenitor. Tal vez porque era el favorito del padre y nunca había tenido una agarrada fuerte como los otros dos. Tal vez porque sí. Lo cierto es que siguió su vida como si tal cosa. Pero las apariencias engañan…
Tres años después de separarse sus padres, Rodrigo empezó a estar triste. El motivo fue una pelea con su novia.
Camila sabía que ese tipo de problemas a los 16 años eran moneda corriente. Sin embargo, trataba de no cometer el error de minimizarlos: para un adolescente eso significa el fin del mundo. Así que trató de estar con él y apoyarlo. ¡Pero era tan difícil! Rodrigo era, de los tres, con el que más le costaba comunicarse pero, a su vez, lo sabía el más débil.
Y la tristeza seguía. “Ya se le pasará”, pensó una tarde Camila viéndolo tirado mirando la televisión.
Ese año se llevó 3 materias. ¡Justo él, el genio de la familia! ¿Cómo era posible? Y justo ese, su anteúltimo año del secundario.
Camila y Rodrigo empezaron a pelear mucho. El le reclamaba que había echado a su padre, y ella no pensaba tolerar que una criatura pusiera las reglas en su casa.
Las discusiones con sus hermanos tampoco eran menores, y la situación se puso realmente tensa, por lo que Rodrigo decidió irse unos días a la casa del padre.
Una noche sonó el teléfono. Camila atendió como de costumbre, sin siquiera sospechar lo que se avecinaba. Era su ex que le decía que Rodrigo había intentado suicidarse y que había llamado a la guardia psiquiátrica de la obra social. Camila escuchaba alelada, sin dar crédito a sus oídos, en una nebulosa que le impedía reaccionar. Sentía que todo su mundo había caído sobre su cabeza.
- ¿Qué pasó?, consiguió articular Camila.
- Tomó insecticida, contestó su ex.
- ¿Cómo está?
- Bien. No llegó a hacerle ningún efecto. Pero ahora viene para acá el psiquiatra de urgencia.
- Voy para allá.
Y ahí fue Camila corriendo, sintiendo el corazón saltar del pecho, las cuadras que se hacían kilómetros.


miércoles, 19 de marzo de 2008

¿Dónde hay un mango, viejo Gómez? (alegoría)

Siempre fui bastante desastrosa con la plata: Lo máximo que consigo es tener una vaga idea de cuánto puede haber en mi cartera.
Lo que ocurre es que siempre pensé que el dinero existe para circular, no para ser guardado en depósitos. Para hacer con él lo que nos haga felices, a nosotros y a los que nos rodean. Para gastarlo en vida: no me interesa ser el cadáver más rico del cementerio.
A veces voy poniendo vueltos desordenados en cualquier bolsillo y suelo pensar que lo perdí. Pero no deja de tener sus ventajas: en el momento más inesperado me encuentro unos cuantos morlacos a mi disposición con los que no contaba.
A pesar de lo dicho, suelo ser cuidadosa con mis consumisiones y pocas veces he gastado más de lo que tenía.
Pero soy capaz de gastar plata en comprar panchos para los chicos del hogar y después contar monedas para viajar. O hacerle un regalo a mis hijos o a un amigo sólo por placer, por el simple gusto de ver una sonrisa.
Lo malo es que soy bastante reacia a gastar en mí. Me produce un poco de culpa. Y no creo que esté bien. Porque a nadie le gustan los caminos de una sola dirección. Nadie quiere estar con alguien que sólo da pero no recibe nada. A la larga se sienten en deuda.
Tengo gente conocida que se queja de nunca haber ganado un peso. Pero tampoco invierte, ni se juega. No se puede ganar el Quini sin haber comprado un billete.
También los hay que despilfarran, y pretenden tener ganancias sin haber evaluado previamente los riesgos. Y se quejan de sus pérdidas.
A veces me quejo que las cosas me salen demasiado caras. Y así es: hago malas inversiones y pierdo plata.
Pero en otras circunstancias el diablo se pone de mi lado y, con algunas monedas apenas, consigo una bonificación nada despreciable.
Lo que sí tengo en claro es que el precio de nada es nada. Y como quiero todo, prefiero seguir invirtiendo.

martes, 18 de marzo de 2008

Metropolitano S.A.

Leí en el blog de La Incondicional un hermoso post sobre el tren. Pero, incapaz de hacer algo tan bonito, paso a escribir algo más prosaico.
Tanto ayer como hoy viajé muy mal. Uso este lenguaje porque soy una dama. Los epítetos imagínenlo ustedes.
Ayer el colectivo que tomo hasta la estación estaba de paro, porque habían matado a un chofer en un robo, así que fuí caminando hasta la estación. Esta linda la mañana, y caminar hace bien, me consolé.
Al llegar, me desayuno que el gasolero rápido a Constitución no andaba, porque había habido un accidente. "Tomaré el local", pensé para mí esperanzada.
Según me informaron en boletería, llegaría en seguida por el anden 3 (tradicional andén de los locales cuando existían tiempo atrás).
Me senté cómodamente en un banco del citado andén, saqué mi libro, y me dispuse a esperar leyendo a César y Cayo Mario (mucho más interesante que ver caminar de allá para acá a los de seguridad de Metrovías, les aseguro). 20 minutos después apareció, por fin, el convoy, pero por vía 2.
Subí corriendo al puente, atropellé a cuantos se cruzaron por mi camino, y llegué cuando se cerraban las puertas. Después de la puteada de rigor, pensé que más caro me salía un gimnasio.
Como todavía creo en lo que me dicen (no voy a aprender nunca) esta mañana salí temprano para tomar el local de 9 y 9 (18).
Pero hoy vino a las 9, y por andén 5. ¡Y después mi amigo Fabián se quejaba que Los Cafres habían empezado su recital con demoras!
A esta altura estoy pensando seriamente en tomar un curso de magia con David Coperfield. Tal vez al graduarme pueda adivinar horarios y andenes del ex Roca.

lunes, 17 de marzo de 2008

24 horas

Entre todos los hobbies que tengo el principal es mi habilidad de buscar actividades que ocupen mi tiempo libre.
Es así como, además del trabajo en la oficina, estoy trabajando para una comisión de Ciencia y Tecnología.
Como algún minuto libre me sobraba, presenté mi currículum en una universidad para hacerme cargo de su revista, el jueves me propusieron escribir como coautora un libro histórico y esta tarde voy a dar un nuevo examen de inglés para saber a qué curso debo inscribirme, lo que me significará 6 horas de cursada por semana. Como todavía restaban algunos segundos, presenté un trabajo en un concurso literario.
Cuando llego a casa debo ocuparme de la ídem porque la señora que me ayuda se tomó unos días, mis hijos empezaron la universidad, necesitan materiales y tienen horarios disparatados, y estoy tejiendo un sacón para el invierno.
Y afortunadamente el día tiene 24 horas, porque de lo contrario ya encontraría algo más.
Los fines de semana no son más livianos, porque tuve muchas invitaciones, y realmente no me sentía muy bien.
"Creía mi alma inservible, pero era cansancio vulgar, nada más", canta por ahí Silvio Rodríguez.
Espero pronto ponerme al día tanto con el blog como en los comentarios en blogs amigos.
¿Nadie tiene una cama que le sobre?

miércoles, 12 de marzo de 2008

Un cadaver exquisito (II)

A pesar de lo dicho por Fabián, acá va la primera parte del segundo capítulo.
Ahora sí espero que alguno lo continúe.

Y Clara se había decidido.
Lo primero que pensó fue si valía la pena, y llegó a la conclusión que no. Fundamentalmente porque lo que más amaba en el mundo era su libertad, y eso incluía a sus amigos. Y éste en especial.
Sentía vibrar su piel, sentía el deseo, tenía ganas de dejarse llevar y aprender cosas nuevas.
Disfrutaba cada charla y cada mail intercambiados con él. Y sentirse en la obligación de seducir la limitaba, la inhibía. Era un precio muy alto para tener un mal polvo. Y no pensaba pagarlo.
Por otro lado, no quería volverse ciega a la realidad. No había encontrado ninguna puerta que abrir para huir de ella. Y lo cierto es que la pasión no le había tocado en esta encarnación.
Sin embargo su indeseable huésped, el sentimiento, se negaba a abandonarla.
Ya lo dijo Laura: no hay pociones para el amor, pero existe la estrategia. Y, como todo, eso también podía aprenderse.
Tomó su carcaj, preparó nuevas flechas, y salió a la calle con la frente alta.

jueves, 6 de marzo de 2008

Un cadáver exquisito



No pregunten el por qué del nombre, porque no sé la respuesta.
Se trata de un juego que me propuso mi amigo Fabián.
He aquí un relato que escribimos en colaboración. Para mí es sólo el primer capítulo de un cuento que podría ser muy interesante.
En la próxima entrega presentaré la primera parte del segundo capítulo, a ver si alguno toma la posta y se anima a continuarlo.
Espero que les guste.

Hacia rato que le había lanzado la flecha. Pero el tipo no se daba por aludido.
Seguía su vida perdida sin notar siquiera que estaba siendo parte de un blanco. Un blanco móvil.
-Ya no se que hacer, le insinúo, le hago propuestas…
Clara se despachaba con su amiga Laura en un bar de San Telmo, un sucio domingo a la noche.
Laura la tenía clara. Conocía eso de despertar en una multitud de ausencias y ni recordar el nombre del ausente.
Sabía como torcer el destino y acercar lo alejado.
-No hay pociones para el amor…le dijo esa noche, pero existe la estrategia.
-Ah si…cómo. Le mando escote, me acorto la pollera y el boludo nada. Además le escribo mail…le digo lo que me gustaría que me haga…pero nada.
-Error, ves…allí esta el asunto. Pero veamos. Lo has invitado a tu casa con motivos banales, ¿cierto?, bueno han tomado algo…no si seguro vos le pusiste coca-cola, que si bien le gusta, eso no sirve. ¿Queres doblegar ese “no” ridículo que te pone,…? ¿Si?...entonces ponele un champán, un vino y haceselo tomar.
La cosa parecía lógica…al tipo lo conocía hacia años y el nunca la había visto sexualmente, entonces había que hacer que cambiara su percepción. Había que voltear su temor, su prejuicio, y como... ¿eh?
-Con un poco de alcohol, nena… ¡como no te avivas!
Tenes que darle escenario a la cosa. Luz de bombita bajo consumo, un té, una gaseosa… ¿estas loca….?
Clara se quedo pensando. Cada vez que lo invitaba no era lo suficientemente dura con sus hijos que le saboteaban cuanta cita tenia apareciéndose cruelmente, además planteaba las cosas como una reunión de tupper. En la cocina, en el mismo lugar donde la vida de la casa transcurría, nada era diferente, si quería que algo especial ocurriera esa noche, ¿porque no hacer las cosas distintas?
-Además esos mails...a ver... ¿que le escribís...?
-Y le digo lo que me gustaría que me haga...que si me acariciara no me molestaría. Confeso Clara poniéndose colorada...
Laura indignada, parecía un volcán, el Etna a punto de taparla de lava.
-Nooo, ¡así no! N0 tenes que decirle lo que te gustaría a VOS que te haga, ¡tenes que decirle lo que te gustaría hacerle a él! Eso calienta a los tipos, que le digas de lo que sos capaz... de cuanto te atreves...de...de... ¡de que se la podes comer toda si ahogarte!
Clara quedó helada...Parecía demasiado para ella. Un colegio de monjas, una familia castradora, un único ex marido que la humillo por años. Toda una historia que la confrontaba todo el tiempo con su deseo.
Un deseo que parecía haber aumentado en estos años y que no permitiría dejar que se extinguiera.
-¿Te parece tan difícil lo que te digo?
-Y...maso...
-Además, ¿fuiste llevando la charla al terreno sexual...averiguaste que le gusta...si le gusta que te depiles toda, si le molesta que fumes...que ropa interior...Hiciste alguna tarea de investigación?
Clara estaba dura, no se imaginaba cuantas cosas había que poner en marcha para cogerse un tipo. Si bien este le interesaba solo para un rato de calentura, se lo había puesto entre ceja y ceja solo por amor propio.
Se conocían desde chicos, tenían amigos en común, ellos mismos eran buenos amigos y estaba segura que luego de eso no habría problema en seguir siéndolo. Y no pensaba renunciar a ese polvo.
¿O sí? Se lo venía planteando estos últimos días.
Sabía que su cerebro, en el que siempre se había refugiado, no le serviría en este caso.
Tal vez debía escuchar a su amigo Adrián, con quien había estado hablando.
-No pensés más. Dejate llevar. Entendé que esta vez no te sirve usar el mismo método que venís usando. Vos sos la que siempre dice que si querés resultados diferentes no podés hacer lo mismo. – Dijo Adrián después de escucharla pacientemente. Como siempre.
-Vos me conocés bien, y sabés lo que eso me cuesta. Estuviste a mi lado todo este tiempo, más de una vez secando mis lágrimas. Y que estoy poniendo lo mejor de mí. ¡A veces me siento tan tarada! – Contestó Clara.
-¿Por lo que te dijo Laura?
-Un poco por eso, por no haberme dado cuenta de cosas tan obvias. Y otro poco porque esta vez no sé bien qué tengo que hacer.
Además, ella me dijo algo que me quedó picando… A pesar de conocernos desde hace tanto, nunca se me ocurrió pensar en qué cosas le gustarían a él. Grave error. Pensé que con lo que sacaba de nuestras conversaciones entre líneas era suficiente. Ahora me doy cuenta que no se nada.
- ¿Y qué pensás hacer?
- No se… A veces pienso que no vale la pena, que antes era más fácil, que bloquear los sentidos me hace sentir en un lugar más cómodo.
- Sabés que ya no podés volver atrás… ¿Y tu amor propio? – Picaneó él adrede mientras terminaba su café.
- Bien, gracias por preguntar. Precisamente en eso estaba pensando ayer. A mí este tipo me calienta, y siento que yo no le muevo ni un pelo. ¿Debo seguir insistiendo? – Dijo Clara, más para sí misma que buscando una respuesta.
- ¿Estás segura?
- ¡Dale, Adrián! Soy medio tarada pero no como vidrio. Ni siquiera se tomó el trabajo de volver a agendarme en su celular.
- ¿No te estás poniendo excusas para quedarte donde estás? – Psicopateó Adrián sabiendo de antemano la respuesta.
- Sí. ¿Cuál es el problema?

Pero sí había problemas.
Coincidía con Laura en que sus técnicas de seducción no eran las adecuadas. Y también sabía que moría de ganas que él la cogiera. ¡Puta madre! Había millones de tipos y se vino a calentar con este boludo.
Por otro lado, pensaba que acostarse con alguien debía ser una actividad consensuada. Y sentía que estaba forzándolo. ¡Pero le gustaba tanto el jueguito!
Caminó mucho, pensó, sintió, se ratoneó, se rayó, quiso rajarse.
No quería seguir teniendo una vida incompleta, a pesar de lo que le había dicho a Adrián. Quería acercar lo alejado, no quería perderse esto, no quería que su deseo volviera a extinguirse.
Tenía mucho miedo, pero pensaba que valía la pena enfrentarlo. Había podido con retos peores.
How would it be if you were standing in my shoes? Can't you see that it's impossible to choose? Susurraba Queen a su oído.
-No Brian, no es cierto. SIEMPRE se elige.
Y ella había tomado su decisión.

sábado, 1 de marzo de 2008

Tiempo loco




Mucho se ha dicho y escrito sobre el tiempo. Y siempre fue un tema apasionante para mí.
Leí a Stephen Hawkings (entendí sólo la mitad, la verdad sea dicha), vi cuanto documental se presentó en la pantalla sobre el tema, conozco un poco la teoría del Big Bang.
Para mi limitada mente es difícil entender un concepto sin principio ni final. Y, en realidad, pensándolo bien, todas las teorías escritas hasta ahora, medianamente sustentadas en la física y las observaciones, sólo son especulaciones metafísicas siempre al borde del precipicio de ser eliminadas.
Einstein dijo con acierto que el tiempo es relativo. O, como dijo más poéticamente Wimpi “tiempo loco de minutos enormes y años cortitos…”.
Cuando escribo sobre algún tema esquivo trato de empezar por el principio: ¿Qué dice el diccionario sobre esto? Veamos: “Por tiempo se entiende la duración de las cosas sujetas a mudanza. Es una
magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro; su unidad en el sistema internacional es el segundo. Parte de esta secuencia. Época durante la cual vive alguien o sucede algo. “
Tanto pensar en eones… que no tienen mucho sentido en la limitada porción de tiempo que nos fue dada: nosotros disponemos de unos pocos años para hacer de ese tiempo una vida.
Y lo cierto es que a veces ésta parece una tarea fácil y manejable, y otras sentimos que no podremos con ella.
Cae esta tarde gris sobre las casas que muestran los destellos de las gotas que se niegan a evaporarse con el débil sol que asoma tímidamente entre las nubes. En el aire suena una música suave que denota mi estado de ánimo. A veces me pongo un poco melancólica y huiría de acá buscando nuevos horizontes porque siento que las cosas me sobrepasan. Y normalmente no se trata de problemas serios. Esos no pudieron conmigo.
Acostumbro ser una mujer fuerte. Supongo que, como a muchos, me ha tocado pasar situaciones realmente difíciles que supe superar con hidalguía.
Pero algunas veces (sólo a veces) necesito algún brazo amigo que me rodee, apoyarme en un pecho fuerte, y llorar…