jueves, 3 de abril de 2008

Incertidumbre III



El tiempo que siguió fue angustiante.
Rodrigo se tiró en la cama a dejarse morir. No lloraba, no gritaba, no se levantaba, no veía a sus amigos ni contestaba sus llamadas telefónicas. Dejó de bañarse y de comer.
Camila estaba desesperada. No había manera de hacerlo reaccionar.
- Mi amor, vamos a preparar historia (tal la materia que debía dar). Yo te ayudo, proponía Camila.
- ¿Para qué? Ya está todo perdido, contestaba él en tono monocorde.
- No. Si querés buscamos un profesor.
- No. No quiero.
Para continuar después:
- Rodrigo, vení a comer.
- ….
Siguiendo más tarde:
- Mirá Rodrigo: te vas a levantar y te vas a dar una ducha. Si querés después volvés a acostarte.
- No puedo, era lo único que obtenía Camila por respuesta.
Y las fechas de examen pasaron. Y Rodrigo no se presentó.
Camila estaba muy preocupada, porque sospechaba que si repetía de año la cosa terminaría muy mal (siempre se puede estar un poco peor). No pasaba por perder un año: ya con sus otros hijos había comprobado que no era la muerte de nadie. Pero este caso era distinto: perdería a sus compañeros, el viaje de egresados, la fiesta, la joda del último año. Y pensaba que eso sería catastrófico en estos momentos.
Con esa idea en la cabeza fue a hablar con el director del colegio. Le explicó qué estaba pasando y él se ofreció a ayudarla.
Como no se había presentado a los exámenes, podrían pedir mesas extra en el Consejo Escolar, para lo cual había que presentar un certificado médico.
Camila fue a solicitárselo a la psiquiatra, que ya para esa altura era parte de la familia. Pero ella se negó a hacerlo. Así que recurrió a un médico amigo que sí lo hizo.
Munida de la papeleta, Camila fue al Consejo. Y lo consiguió.
Ante la negativa de Rodrigo de hacer nada, llamó a su ex y le dio instrucciones precisas:
- No puedo con él. Necesito tu ayuda. Por la fuerza no consigo nada, y encima él tiene más físico que yo. Así que vas a venir todos los días a buscarlo a la salida del trabajo, te lo llevas al departamento y lo haces estudiar un rato. No me importa que sean 15 minutos. Lo que me interesa es sacarlo de la cama y darle algo para hacer.
Curiosamente su ex, que siempre había dado órdenes, agachó la cabeza y accedió a su pedido. La verdad sea dicha: actuó a la altura de las circunstancias.

Los días corrían y todo el ritmo de la casa se trastocó.
Camila debía ser el pilar en ese momento, y pudo hacerlo. Pero cuando estaba sola la angustia le cerraba la garganta y las lágrimas le quemaban en los ojos, máxime teniendo en cuenta el esfuerzo que hacía para reprimirlas: no podía permitirse el lujo de dejarse vencer… excepto en las noches, cuando iba a la cama y lloraba en triste y vacía agonía.
Pero no estaba sola: sus padres la escuchaban pacientemente y su amigo Emilio estuvo al pie del cañón.
Psicólogo él, por teléfono le explicaba qué podía pasar, y como actuar en consecuencia. Fue un apoyo invalorable, porque las reacciones de Rodrigo no la sorprendían y podía proceder de la manera adecuada.
A pesar de eso, se sentía sola y desamparada. Parecía que todos sabían qué debía hacerse, y cómo hacerse. Y, para peor, sus otros hijos empezaban a reclamar un poco de atención, enfocada directamente sobre Rodrigo.
Además, sabía que estaba cargándolos con responsabilidades que no les correspondían: como ellos estaban de vacaciones y Camila no, estaban al cuidado de su hermano menor mientras ella estaba ausente. Y, afortunadamente, lo hacían.

Un mediodía cualquiera (ya todos los días eran igual de desesperantes) Camila fue al dormitorio a tratar de convencer a Rodrigo que se levantara para comer algo. Lo encontró temblando de una manera impresionante, y eso la alarmó. Pero él se levantó y se sentó a la mesa. El temblor era tal que no podía agarrar los cubiertos ni el vaso.
- Voy a llamar al médico, dijo Camila.
- No, estoy bien, repuso Rodrigo.
- De ninguna manera. Yo lo llamo.
El galeno se presentó un rato después. Un hombre de mediana edad, con experiencia. Después de la revisación de rigor hizo salir a Camila del dormitorio y habló con el muchacho cerca de una hora.
Camila lo único que atinaba a hacer era caminar de un lado a otro sin hacer nada.
El médico por fin salió del dormitorio y habló con ella:
- Mire, señora: Rodrigo estuvo guardando las pastillas que usted le dejaba y tomó todas juntas, le informó.
- ¿Cómo?, preguntó Camila sin dar crédito a sus oídos.
- Sólo tiene el temblor. No es necesario un lavaje de estómago. Pero por favor hable con su psiquiatra.
Y eso hizo Camila.

La psiquiatra aconsejó internarlo, pero Camila se negaba a hacerlo, por lo que pidió una entrevista con otro especialista, recomendado por el director del colegio.
Una tórrida noche de febrero que hacía juego con su espíritu lo llevó hasta el consultorio. Sus padres se negaron a dejarla sola y, casi obligándola, la llevaron en su auto. En el fondo Camila estaba agradecida: no creía estar en condiciones de ir a pleno centro manejando el suyo.

Después de entrevistar a Rodrigo a solas, el médico invitó a Camila a entrar al consultorio.
- Considero que lo adecuado es internarlo, dijo sin pelos en la lengua el psiquiatra. - ¿Está usted de acuerdo?
- De ninguna manera, contestó Camila. Yo no quiero que mi hijo de 17 años pase por una experiencia semejante, que lo empastillen hasta dejarlo dopado y que pierda su último año en el colegio junto a sus amigos de toda la vida.
- Considero que es una inconsciencia. ¿Tiene usted idea de los riesgos que corre al negarse?
- Absolutamente, replicó ella.
- No puede quedarse solo, de manera que tendrá que contratar dos personas, una para el día y otra para la noche, para que estén con él y controlen la medicación, insistió el médico.
- No puedo darme ese lujo: me haré cargo yo.
- En ese caso, le voy a pedir que me firme una nota desligándome de la responsabilidad por la integridad física de Rodrigo, concluyó el médico.
- No hay problemas: asumo toda la responsabilidad, afirmó convencida Camila.

Pero la verdad no era esa: dudaba si estaba tomando el camino correcto. Tal vez, como nunca, estaba guiándose por el instinto. ¡Sonaba tan irracional! Pero ya había tomado la decisión, y la afrontaría.

5 comentarios:

Cecy dijo...

esto viene bastante fuerte mi querida Gata Flora, que dificil el lugar de los dos madre e hijo, será la decisión correcta, me pregunto que será lo que nos estara diciendo Rodrigo con esa actitud, quizas este denunciando algo que pasa en su entorno, con su comportamiento...

bueno veremos, no?

besos

el_iluso_careta dijo...

CHE LO ESTOY SIGUIENDO DESDE EL PRINCIPIO Y ME PARECE MUY BUENO...TE FELICITO...

Patricia "La Gata Flora" dijo...

CecydeCecy,
Nunca se sabe qué quiere decir alguien que está en esas condiciones. Y lo peor es que nunca se sabe hasta dónde está enfermo y hasta dónde se aprovecha de la situación.
Pero falta poco...

El iluso careta,
Me hace sentir bien que te guste. Y me halaga que lo sigas.
Besotes

La Incondicional dijo...

Debo confesarte que me cuesta llegar al final de este post por la angustia que ocasiona. Y no dejo de lamentar el estado de quien se encuentra enfermo ni tampoco de preguntarme quién se ocupa del entorno.
Una de esas madejas que nos pone la vida un tanto difícil de desenroscar, supongo.

KLAU dijo...

..."no podía permitirse el lujo de dejarse vencer… excepto en las noches, cuando iba a la cama y lloraba en triste y vacía agonía...."

TE QUIERO MUCHO
BESOS
MILES
KLAU