viernes, 28 de septiembre de 2007

Juventud divino tesoro


Después de unos días de ausencia vuelvo al ruedo.
Estuve un poco más loca que de costumbre porque mi hijo menor cumplió 18 años, y los festejos empezaron el jueves y terminaron el domingo.
Les explico: el jueves vino una brigada de amigos para cortar el pasto, ya llegando a nuestras rodillas por la lluvia reciente. De más está decir que el trabajo hecho de esa manera es mucho más divertido. Y, por supuesto, algunos se quedaron a cenar.
La fiesta empezaba el viernes a la noche. Tuvimos que ir a buscar una mesa larga que nos prestaron para poner afuera (que era tan larga que tuvimos que ir con el baúl abierto), los platos que nos prestó otra persona, las bebidas y el hielo para enfriarlas (fue una buena idea: las pusimos en la ducha del baño chico y pudimos usar la heladera para la comida). Al llegar a casa el auto parecía el de los Beverly Ricos.
Varios se quedaron a dormir, para colaborar el sábado que hicimos ñoquis (obsérvese que mi hijo cumple el 29). Mi hermano tiene un restaurante, así que allí fuimos a buscar una olla inmensa apta para tal fin. Hacer ñoquis para 25 no es tarea sencilla. Por suerte una de las chicas se quedó haciendo la salsa.
Cuando las reuniones se hacen al mediodía suelen extenderse toda la tarde, y ésta no fue la excepción. Y también pasa que se come y bebe muchísimo más.
Pero la cosa no terminaba ahí, porque el domingo había que festejar con la familia. Por suerte mi santa madre me trajo un peceto cocinado y bebida. Yo sólo preparé una ensalada de arroz con atún y el postre.
Hoy estoy descansando en el laburo, y pensando un poco.
Por lo que me cuentan, otras casas son diferentes de la mía. A este refugio del hombre estoy por bautizarla "Roma", porque parece que todos los caminos conducen hacia acá.
Por ejemplo el lunes, al llegar del trabajo, estaban los amigos de mi hijo mayor, que hace teatro, preparando los disfraces para la obra de fin de año. Mate va, mate viene, llenaron toda la cocina de papel maché, globos y brillantina.
Unos días antes Fede (el del cumple) entraba más tarde al colegio. ¿Dónde creen que desayunaron todos? ¡¡Sí!! ¡Adivinaron! En mi casa.
Los amigos de mi hija dicen que les encanta venir acá, así que los sábados hacen "la previa" antes de salir, lo que significa hacer prepizzas (las compradas están imposibles cuando se trata de un batallón). Hace algunos fines de semana convergieron los amigos de los 3, por lo que mi cocina parecía Florida a la hora pico. Por suerte siempre tengo paquetes de polenta salvadores.
A tal punto se sienten cómodos que me ha pasado de llegar a casa y encontrar a los amigos SIN mis hijos. "¿Dónde andan los chicos?", pregunto ya nada sorprendida. "Fueron hasta la panadería", responden como si tal cosa.
Durante la semana siempre hay algún convidado a cenar. Y los domingos nunca sé con cuántos me voy a encontrar durmiendo en casa. A tal punto que mi última inversión fue comprar una enorme mesa de quincho para la cocina (que es muy grande), y tengo un futón y un sofá cama para esas eventualidades.
Pero el asunto no se limita a mi casa: a pesar de ya ser grandes, mis hijos siguen vacacionando conmigo. Hace 2 años fuí a la costa con ellos 3, y dos amigas de mi hija (5 adolescentes para este pobre cuerpo...). No hace falta que les cuente que allá había otros amigos que se reunían en el departamento (ese Enero no paró de llover) a jugar a las cartas o ver películas.
Hace 3 años fuimos a Villa General Belgrano, en Córdoba. Desde luego, mi hija tenía amigos en ese lugar.
En Julio mi hijo viene un día y me dice "Mamu... ¿Venís conmigo a la reunión del viaje de egresados?" "Sí, hijito, por supuesto" fue mi obvia respuesta sabiendo de antemano que se traía algo entre manos, porque usó "mamu" en lugar del clásico "ma". Esa misma noche me enteré que viajaría a Bariloche custodiada por 99 egresados.
Pero allí no termina la cosa. A veces mi hija me dice: "Má, ¿podés venir mañana temprano de la oficina que vienen las chicas a que les expliques matemáticas?" "¿Y cuántas son?". "5 ó 6, nomás".
Pero tiene su parte linda. A veces tenemos conversaciones realmente fantásticas. Me gusta mucho conversar con ellos y ver cómo intercambiamos ideas, cómo defienden sus argumentos. Desde chicos les enseñé a mis hijos que debían cuestionar todo, en especial lo que yo les digo, y hacer lo que ellos consideren correcto. Y, a veces para mi pesar, aprendieron muy bien la lección. No puedo decirles cualquier cosa, y suelen remarcarme los errores que cometo. Como dicen por ahí, el pez por la boca muere (en este caso, el pez vengo a ser yo).
Y debo confesarles algo: a pesar del bochinche, de ver la alacena disminuir en progresión geométrica, de nunca tener la casa en perfecto orden... ¡Me encanta!

sábado, 22 de septiembre de 2007

Los sueños... ¿sueños son?


Ayer leí un blog amigo que me encanta, y en él Guillo hablaba sobre las decisiones y los cambios. Ciertamente, los cambios no son fáciles. Somos animales de costumbres, y nos cuesta tirarnos a la pileta (aún sabiendo que está llena de agua). Y hay muchas dudas sobre lo que estamos haciendo. Sobre todo cuando no contamos con el total beneplácito de nuestros amigos/vecinos/conocidos/parejas.
Tal como Guillo, perdí mucho. Aunque, a esta altura, creo que “invertí”. Porque a raíz de eso conseguí muchas cosas que son ahora valiosas. Y las pequeñas metas alcanzadas en el camino son las que me permiten continuar y pensar que estoy en la senda correcta.
Siempre me dediqué a mi casa, mi trabajo y mis hijos. Pero hace 2 años me picó el bichito de hacer algo para mí. Y meterme en un crédito bancario que no sabía a ciencia cierta si podría pagar para irme a Londres. Guillo cita a Coehlo:
"El Mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños."

El blog en cuestión es “La otra caja de Pandora”. Y hablando de ello, Dolina dijo que no le quedaba claro si la esperanza era una invención celestial o infernal. Y si bien todavía no tengo un criterio al respecto, creo que los sueños tienen mucho que ver con la esperanza. Y yo no puedo vivir sin ninguna de las dos cosas.
Tengo un amigo que me banca a muerte, que me apoyó en mis proyectos más alocados, que no me juzga. Un día tuvimos una extensa charla sobre mi proyecto de ir al cumple de Freddie Mercury.
Al día siguiente le escribí un mail. Y al releerlo volví a tener esa fascinante sensación de correr tras los sueños. Acá quiero compartirla con ustedes. Sepan disculpar las intimidades.

Estuve pensando muchas cosas, y quiero compartirlas con vos, para poder verlas en detalle (porque ahora puedo ver…).
Hubo algo que dijiste que me quedó dando vueltas en la cabeza. Es cierto: siempre miré con el ojo izquierdo. Pero las cosas ahora han cambiado, y con un enorme esfuerzo (¿por qué las cosas suelen darme tanto trabajo? ¿Me pasa sólo a mí?) estoy acostumbrándome a mirar de cerca con el otro ojo.
Y me pregunto: ¿qué haría yo si por un momento me tapara el ojo izquierdo? Pienso en esto y yo misma me limito pensando en qué dirás vos al respecto. Pero voy a intentar no hacerlo.

Nota: Obsérvese que lado izquierdo, viene a ser algo así como el costado "lógico". El derecho, en cambio está especializado en sensaciones.

En primer lugar, me iría a Londres. Iría al Cavern, caminaría descalza por Abbey Road (¿Sabés por qué? ¿Conocés la historia?). Lloraría a moco tendido frente a la estatua de Freddie y juntaría montones de mariposas para soltarlas en ese momento. Eso sí: me tomaría el trabajo de buscar las más coloridas y brillantes. No me preguntes por qué Londres, pero lo siento como una asignatura pendiente. No es Saint Palais, cuna de mis bisabuelos, ni Italia, cuna de mis bisabuelas. Tampoco es Argentina, tierra ancestral de mi abuelo. Es Londres. Tampoco me preguntes sobre mi admiración por Freddie Mercury. Nunca fui fanática de nada, y es medio ridículo empezar a serlo ahora. Sin embargo él me produce un sentimiento muy particular. Es como si me cantara a mí y supiera llegar a mi fibra más íntima. Muchas veces escuché frases en sus canciones que dieron en la tecla justa cuando no podía definir muy bien qué me pasaba. Es algo bastante extraño, y no es porque nunca antes haya encontrado canciones con las que identificarme.
Vuelvo al tema. A pesar de todos los “debería” que tengo incrustados, mi espíritu se empeña en ser libre.
Odio los horarios y los relojes. Prefiero pensar que soy la dueña de todo el tiempo del mundo. No me gusta apurarme. Prefiero respetar mis tiempos.
No me gustan los compromisos. Me gusta hacer lo que quiero o estar con quien quiero cuando así lo decido. Y es maravilloso cuando esos momentos coinciden. Y encima tengo la suerte de adorar el trabajo que hago…
Me mudaría. Y no es por el cansancio de los viajes diarios a Capital (eso colabora), sino porque siento que terminó una etapa importante de mi vida, y necesito empezar una nueva. Quiero otra gente y otro lugar.
¿Cómo sería mi casa? El living sería de ladrillo vista. Pero no el de frentes, sino ese mucho más rústico. Tendría un gran ventanal a un costado, donde haría mis propios vitreaux para que entrara luz de colores. Las paredes estarían llenas de fotos, pero no de mi familia. Para horror de mis padres y de mi hija, pondría en primer plano una foto espectacular del culo de Freddie que capturé de un video. Realmente me parece un culito hermoso. Tendría también otra foto que saqué de un video de Brian May. Habría fotos de Marilyn, de Louis Armstrong, de Fred Astaire volando con la música. Por supuesto, una grande de Valentino en color sepia. Una foto de mi abuelo que me encanta. No faltaría la de Humprey Bogart. Desde luego, guardaría un rincón para colgar mi diminuta colección de instrumentos musicales.
Vendería los muebles que tengo (excepto la biblioteca de La Nación, que amo) y compraría sillones floreados, mullidos, una linda mesita de café, un mueble para poner la bandeja (ya que por fin tengo una), mis discos de vinilo, el equipo de cd, y pondría mi escritorio con mi computadora. Alguna que otra planta no vendrían nada mal (eso sí: artificiales. Las naturales se me secan irremediablemente). Ese sería MI lugar.
Mis hijos harán lo que quieran con sus dormitorios.
La cocina sería muy cálida. Nada de muebles de metal y vidrio (¡Guácala!). Me llevaría mi enorme pecera llena de plantas, adornos y peces de colores, mis perras y a mi gato Juan.
Mi dormitorio estaría pintado de verde. Colgaría el cuadro náutico en la cabecera de la cama. Me llevaría mis bibliotecas con mis libros, y pondría un lindo sillón para leer.
Reuniría a mis amigos en casa para cantar con las guitarras (¡me agarró el viejazo!) o para pasarnos una tarde de lluvia jugando algún juego de mesa.
Según mi alquimista y tarotista amigo Francisco ya resolví mi karma con mi ex. Mucha gente cree a pies juntillas en estas cosas. Yo creo en algunas, pero siempre pasando por el filtro de mi mente (es inútil. Ya dejé de luchar contra eso). Si me preguntás en qué creo, te cuento que creo en la reencarnación, en las vidas pasadas y futuras, en que el camino al cielo es largo y laborioso, en que siempre tendremos una nueva posibilidad, en que si pido al cielo siempre va a haber alguien que me ayude, en que las almas tienden a reencarnarse juntas, en que tenemos una misión en la vida pero que somos libres de cumplirla o no, en que traemos cuestiones sin resolver impresas en el alma, y que debemos tratar de resolverlas, en que el objetivo fundamental de la vida es crecer y aprender, en que hay personas que nos ayudan mucho, y que nosotros debemos ayudar a los demás sin pedir nada a cambio, en que lo único importante es hacernos cargo de nosotros, y fundamentalmente creo en la magia y en que todo es posible.

Y les cuento el final de la historia:
En septiembre de 2006 tomé el avión hacia Londres, donde fui feliz como nunca hubiera creído.
No me mudé. Todavía no llegó el momento. Todavía sigo amando esta casa donde mis hijos y yo somos tan felices (pero tengo las fotos de Freddie y de Brian en mi dormitorio). Y ya estoy soñando de nuevo con nuevos rumbos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

El Gen Argentino

He aquí un texto que muestra muy bien nuestro comportamiento:

"Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación. Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental. En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas.Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición. El origen de la riqueza son el trabajo y el capital, ¿qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas. Es preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de las cuales surgen los tiranos y la guerra civil que serían imposibles en medio del progreso y la mejora del pueblo."

¿Les pareció actual? Pues bien: fue escrito por Juan Bautista Alberdi en su libro “Bases” (1870).
¿Y ahora a quién le echamos la culpa? ¿A las invasiones inglesas?

“HAY GENTE QUE CREE QUE LA CONQUISTA SOCIAL SUPREMA ES EL OCIO BIEN REMUNERADO”.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Morir "por amor"


Hoy leí un post de Mariposa que me dejó pensando...
¿Hasta dónde somos capaces de aguantar y ceder para no estar solos? Y no es una cuestión de edad.
Tengo una conocida, profesora de historia, que se engancha con cualquier aparato con tal de tener cerca una bragueta. Conozco un caso en uno de los más caros countries de la zona norte en que el marido le pegaba de tal manera a la mina que hubo que llamar varias veces a la ambulancia. ¿Se separó? ¡Qué va! Es preferible aguantar los maltratos a quedarse sin status y, lo que es peor, tener que salir a trabajar en lugar de pasarse las mañanas en el house criticando a las vecinas y franeleando con el profesor.
Pero no todo es cuestión de decisión. A veces uno hace con su vida lo que puede. Y no es fácil (o por lo menos para mí no lo fue) salir de una relación enferma. Hay muchos factores que determinan nuestra manera de actuar. A veces la autoestima es tan baja que creemos que no podremos salir adelante. ¿Y qué voy a hacer con los nenes chiquitos? ¿Cómo los voy a mantener, si desde que quedé embarazada no trabajé para poder criarlos yo? Y ese es otro tema importante: el dinero da poder. Y tardamos en entender que si bien no traemos dinero a casa no trabajamos menos. Y que lo que hacemos es valioso. A veces me avergonzaba cuando me preguntaban "¿Profesión?". "Ama de casa", contestaba como si dijera "parásito".
Creo que nadie sale de este tipo de relaciones hasta que no toma conciencia de lo que está haciendo con su propia vida. Hasta que no se decide a crecer. Hasta que no se toma el trabajo de leer sobre el tema, pedir ayuda profesional y hacer un gran y duro trabajo con uno mismo. Pero se puede.
Siempre digo que empecé a vivir cuando me separé. Y en 6 años conseguí cosas que nunca creí poder hacer. Y soy feliz.
Y, lo que es más importante, me siento muy orgullosa de mí misma.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Divertimenti


Hoy estoy un poco melancólica, y cuando me pasa eso trato de volar hacia los momentos o lugares en los que fui verdaderamente feliz.
A raíz de un comentario de Mariposa, les cuento mi paseo por este lugar.

Ese día me desperté al alba, decidí quedarme un rato más en la cama y, como era de suponer, me volví a dormir. Me volví a despertar como a las 10. Por suerte la noche anterior, tras 1 hora de indecisión, había dejado la ropa lista.
Me di una ducha a los piques y salí rajando para ver el cambio de guardia.
Tomé el subte y, al bajar en Charing Cross, me encontré con la estatua de Nelson y un montón de edificios hermosos. Me entretuve y, por supuesto, tuve que correr. Después de unas 5 cuadras me di cuenta que podía haber caminado desde el hotel.
Como no llegaba al cambio de guardia, volví a tomar el subte (Cosa muy simple, porque está excelentemente señalizado).
Pensando en mi hermano chef me bajé en Bond Street.
Les cuento: Bond Street es un maravilloso lugar. Algo así como Juramento, en Belgrano. Mapita en mano comencé a buscar Marylebone High Street, lo que significó meterme por las callecitas de Londres (que tienen ese qué se yo, ¿viste?). La zona es increíble. Debo haber sacado casi un rollo de fotos. Por esa zona no había turistas: eran todos ingleses.
Las calles tienen flores y plantas, y los pubs son todos dignos de postal. Es un verdadero laberinto: son todas callecitas angostas y primorosas que se cruzan de a 5 por esquina. Creo que no dejé cristiano (ni musulmán) por preguntar.
Por fin (sin mucho apuro, realmente, porque lo estaba pasando bomba) llegué a mi destino.
Divertimenti es el equivalente al Gato Dumas inglés. En 1º lugar, es una importantísima escuela de cocina, de la cual este negocio es una de 2 sucursales. Es un edificio de cuatro pisos inmensos y un subsuelo, donde están la escuela de cocina, un bar para probar los platos preparados por los alumnos y un “Geo bazar” que ríanse de Recoleta.
En un sector estaba la loza. Había platos de loza y porcelana del tamaño, forma y diseño que se les ocurra, desde 1 metro de diámetro hasta pequeñitos para el pan. Estaba el sector de utensilios, con todo lo que se les ocurra. Me encantó un aparatito con 3 relojes de arena de distintos colores que medían distintos tiempos. Había balanzas simulando ser antiguas pero con toda la tecnología. Aparatitos para moler café y pimienta, tapones, destapadores y todo lo que en algún momento pueda ser necesario en una cocina.
Estaba el sector de cocinas y muebles de cocina. Grandes, medianas, chicas, para poner contra la pared o en el medio de la habitación. Cajoncitos de mimbre de todas las formas y tamaños.
El sector de decoración: todos los tamaños y formas de pinceles habidos y por haber. Moldes de silicona. Todos los picos de manga existentes, granas de todas las formas y tamaños. Había algunas que parecían malvaviscos, y otras que parecían mostacillas brillantes. Y, en el subsuelo, el sector de insumos: pimientas de todos los colores imaginables, especias que nadie sabía de su existencia, 325 variedades de aceites, vinagres, acetos y mieles. Latas con tés de todos los sabores. ¡Es un lugar fascinante!
Cuando por fin pude salir de ahí, empecé a caminar hacia Oxford St. again. En mi recorrido (que era lento, porque me metía en cuanta callejuela encontraba), encontré un negocio que vendía cintas. Se me dirá “si… ¿y qué?”. No puedo entender cómo se les pueden ocurrir tantos diseños. Había una góndola de cada gama de color.
Al salir tomé James St, una calle con plantas en el medio y macetas con flores por donde miren. A ambos lados hay, uno a continuación del otro, tradicionales pubs ingleses con las mesitas en la calle. Creo que ya debía haber gastado media retina. Mientras caminaba pensaba que, si me queda un poco de tiempo, veré algún cuadro. En definitiva, siempre los puedo ver en un libro. Esto no.
Por fin, después de volver a preguntar 20 veces, llegué a Oxford St, y rumbié hacia Oxford Circus. Este lugar es como Cabildo y Juramento. Mucha gente, muchas callecitas que aparecen de la nada y parecen pasillos anchos.
Según me habían dicho, los ingleses eran fríos y no te daban bola. No es mi caso. En Buenos Aires no me mira ni el loro. Yo no sé qué pasaba ahí, pero se me acercaban a charlar y me invitaban a tomar algo. “You’re very nice” o “You’re beautiful” lo escuché muchas veces. Tal vez sea el brillo que tenía en los ojos desde que llegué. No sé, tendré que analizarlo. Debo confesarles que mi autoestima había sufrido una inyección de estímulo.

lunes, 10 de septiembre de 2007

¡Me estoy haciendo famosa!

Mi amigo personal Fabián envió a un diario de Bariloche mi relato sobre el cumpleaños Nº 60 de Freddie Mercury... ¡Y lo publicaron!
Tendré que pagar con una pizza (y vaya a saber qué más), pero vale la pena. ¡Es lindo ver mi nombre en un diario!
Si quieren verlo, acá va el link:

http://www.bariloche2000.com/article.php?story=20070906235020179

domingo, 9 de septiembre de 2007

Sobre padres e hijos


Volviendo a la filosofía barata, se me ocurrió pensar cómo estamos manejando la educación de nuestros hijos.

En primer lugar, estoy persuadida (como decía un viejo político contemporáneo) que nuestro deber como madres (y padres) es crearles alas a nuestros hijos y enseñarles a volar. El problema es que muchas veces nos creemos sus dueñas (por aquello que estuvieron en nuestras panzas y “yo que hice tanto por ellos…”). La verdad es que ellos no nos deben nada. Si hacemos lo que hacemos ES PORQUE QUEREMOS, ni más, ni menos. Y muchas veces los usamos para tapar nuestros propios baches, como si fueran asfalto barato.
Si tuvimos una infancia o adolescencia feliz o desdichada, si nuestros viejos nos adoraban o no nos daban bola, si nos sentimos las peores desgraciadas o las mujeres más realizadas del planeta, si los únicos que nos dan bola son nuestros perros, o si la compañía que tengo en la cama es mi gato Juan, ES NUESTRO PROBLEMA, y no tenemos ningún derecho de trasladarlo a nuestros hijos. Bastante tienen con llevar adelante su propia vida, que por cierto tampoco es un lecho de rosas en estos tiempos que corren.
Los usamos como excusa para tapar nuestra soledad y no hacernos cargo de nosotras. Usamos nuestras enfermedades para pensar: “¡Qué desgraciado! ¡Yo muriéndome y él pretende seguir la joda!”. Y nuestras enfermedades (bocho mediante) en todo caso las podrá resolver un médico, no ellos.
Mi viejo dice que él se imagina la vida como una fila: los abuelos ven a sus hijos, sus nietos, y así siguiendo… Los padres ven a sus hijos. Y los hijos miran hacia el futuro. Si tuviéramos que mirar hacia el pasado tendríamos ojos en la nuca, no en el frente.
Creo que a esta edad estoy aprendiendo a hacerme cargo de mí EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS. Ahora estoy bien en el trabajo. Lo conseguí por mérito propio. Y me palmeo el hombro por eso. “¡Bien hecho, muchacha!”, me digo. Pero cuando hago algo mal trato de hacerme cargo (y muchas veces no me gusta nada de nada). Y aprendí a pedir perdón. Debo ser medio dura para aprender, porque me llevó toda una vida…
Creo que la única manera sana de relacionarse con los otros (y especialmente con nuestros hijos) es darle la libertad de elegir. Tanto ellos como nosotras tenemos que tener nuestras propias actividades. Y estar juntos cuando queremos. Y disfrutar de estar juntos. No podemos exigirles que estén con nosotras por culpa u obligación, porque eso no sirve. A la corta o a la larga eso sólo crea resentimiento.
En mi caso particular, les estoy tremendamente agradecida a mis padres. Siempe me ayudaron muchísimo y me apoyaron en todos los proyectos que tuve. Y le doy valor porque sé que pueden elegir no ayudarme. Por eso no me siento en deuda. Y cuando hago algo por ellos (o por mis hijos) lo hago porque quiero, no porque se los deba. La diferencia es sutil, pero muy importante.

Sé que es fácil decirlo y muy difícil hacerlo, pero considero que es el único camino. Y es muy probable que tenga muchas cosas equivocadas, pero, por ahora, los resultados fueron buenos y a mí me sirve.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Sherlock Holmes Museum




Hoy no tengo ganas de dedicarme a la filosofía barata (y los zapatos de goma ya los guardé, porque se acerca la primavera). Así que prefiero contar mi experiencia con los muñecos de cera ingleses.

El día había amanecido con un sol radiante, aunque fresco, y fui hacia Baker Street (North West).
En lugar de ir derecho, preferí meterme por las callecitas buscando el Sherlock Holmes Museum.
La calle por la que me metí resultó increíble, con casas estilo inglés (obvio) alucinantes. En una esquina había una pequeña iglesia de vaya a saber qué año (no lo encontré) y, en cruz, un tradicional “girl school”. Inmaculada y Euskal Echea parecen edificios de última generación al lado de eso.
Preguntando me indicaron una calle para ir al museo y ¿saben qué encontré? La casa de San Martín. ¡Sí, señores! La misma que mostraron Pergolini y Piña en “Algo habrán hecho”. Pero no pude entrar, porque el acceso era restringido y había que pedir autorización previa. Pero le saqué una foto.
Después fui a verlo a Sir Arthur Connan Doyle.
El museo de Sherlock Holmes es un lugar sobrecogedor. Al entrar hay un gran salón donde venden tolo lo imaginable sobre Sherlock y Watson, aunque la billetera tiembla de sólo mirar.
El salón era bellísimo. Estaba tapizado al mejor estilo inglés, con una enorme araña colgando en el centro. Después se entraba por una puerta labrada a un universo increíble. En primer lugar, en la entrada hay abrigos, capas, sombreros, pipas, lupas. Uno puede usar todo lo que quiera y vivir su propia historia de detectives.
El lugar es muy angosto. En el 1º piso están el dormitorio y el escritorio, uno tapizado en verde y el otro en rojo, con un gran hogar y ventanales que dan a Baker Street. Todo el museo está impregnado de un olor muy particular y es bastante escalofriante.
En ese piso había un hombre que parecía “Largo”, el de los Locos Adams, que se confundía con los muñecos de cera del piso superior, muy amable, que estaba ahí para solucionarte todos los problemas, sacarte fotos o explicarte lo que quisieras saber.
Después se accede al 2º piso, donde hay otras dos habitaciones, donde vivía el asistente de Sir Connan Doyle. No son tan bonitas como las anteriores.
Lo más terrible fue el 3º piso. Ahí había muñecos de cera representando diferentes crímenes. Debo confesarlo: me cagué en las patas. Yo estaba solita mi alma, y no me animaba a acercarme a las figuras. Quería sacar fotos, pero mi corazón era un caballo desbocado. Sea dicho de una buena vez: a los ingleses les encanta el morbo.
Por fin, en el 4º piso estaba el baño (como para llegar apurado de la calle…), bellísimo con sus sanitarios decorados… Y bajé a toda prisa.
Volví al salón principal con la ilusión de encontrar algún recuerdo al alcance de mi bien flaco monedero, pero no hubo caso. Pero no importa. ¡¡¡Volveré y seré libras esterlinas!!!