jueves, 5 de junio de 2008

Terminal II (final)

A esa altura del partido yo quise avisar a casa que no fueran temprano al aeropuerto… sin tener en cuenta que había cinco horas de diferencia, y que si bien para mí eran las 8.30, en Mi Buenos Aires Querido eran las 3.30. Recién me dí cuenta cuando mi pobre madre atendió con voz entre dormida y preocupada, pensando vaya a saber qué había pasado a esa hora de la madrugada. El jaleo fue tan brutal que empezó a aparecer en las pantallas de los televisores locales, lo que hizo aparecer al Cónsul Argentino en la escena del crimen (bueno, tampoco exageremos…). Recién ahí apareció alguien de Air Madrid y del aeropuerto (ausentes sin aviso hasta ese momento). Barajas ya empezaba a amanecer, los bares despertaban de su sueño y los negocios del free-shop levantaban sus cortinas como párpados gigantes. Para calmar un poco los ánimos, nos dijeron que fuéramos a desayunar (obviamente a cargo de la empresa) a uno de los bares, mientras trataban de solucionar el “inconveniente”. Fue un café con leche con una factura pero para mí, que lo último que había probado había sido un sandwichito a las 5 de la tarde del día anterior, me supo fantástico. Así consiguieron distraernos una horita más. Volvimos a la puerta que nos correspondía, y seguíamos sin saber si algún día volaríamos. La gente gritaba, cantaba, saltaba revoleando ponchos cual improvisados Soledades. Algunos dormían desparramados en los asientos, otros charlábamos. Lo que sí estaba claro era que de ahí no nos movía nadie. Nos propusieron ir a un hotel, pero nos negamos. Sólo fueron algunos con nenes chiquitos y algunas personas muy mayores. El resto seguimos firmes frente a la puerta. Querían que nos vayamos porque impedíamos el abordaje de otros vuelos. Por fin apareció la policía con los perros “para mantenernos controlados”, y pretendieron llevarse a una chica. Todos los hombres lo impidieron, y realmente creí que ahí terminábamos todos mal. Pero por suerte no pasó a mayores. Una de las perras era una Belga igualita a Luna (la mía), medio cachorra, que lo único que quería era huir del lío y saltaba jugueteando. Ya parecía una opereta. Los pasajeros que empezaron a llegar para los vuelos de la mañana nos miraban asombrados. Por fin nos anunciaron que, con un poco de suerte, a las 4 de la tarde saldría el vuelo, y que nos invitaban cordialmente a almorzar a un restaurante (también a cargo de la empresa). Almorzamos todos juntos en una improvisada mesa grande, charlando como compañeros de colegio en un asado aniversario. Si debo decir la verdad, estaba encantada y me estaba divirtiendo mucho. Conocí gente realmente encantadora. Por fin nos confirmaron que el avión saldría a eso de las 17.00 horas, que usaríamos el mismo avión pero que había que esperar que cambiaran la tripulación (menos mal, porque de no haber sido así supongo que más de uno los hubiese agarrado a las piñas). Y despegamos… A pesar de estar sin dormir, cansados, sucios, ya éramos todos amigos, y parecía un grupo de egresados de colegio. Charlábamos entre todos, nos dieron de cenar, contábamos nuestras experiencias de viaje y nuestras historias personales. Había varios brasileños que bajarían en Fortaleza y, a pesar de hablar portugués, nos entendíamos perfectamente. Por fin al llegar a Brasil mi compañero de asiento se bajó, y yo aproveché para subir el apoya brazos, desparramarme cuan larga soy en los dos asientos y dormir como un angelito: había pasado 40 horas sin dormir. Como compensación por la “demora” nos propusieron darnos otro pasaje válido por un año a cualquier destino de Air Madrid. La otra opción era no aceptarlo, e iniciarles juicio por daños y perjuicios. Yo opté por la primera opción. Realmente, no me preocuparía el año que viene tener otra amansadora, ya que pienso seguir viajando. Mientras me den el pasaje…
Y llegué por fin a Ezeiza. Ahí estaban mis viejos, firmes como rulo de estatua, a pesar de ser la madrugada. La recepción de mis hijos fue hermosa. Los ví bárbaro. Para mí fue una experiencia alucinante, pero creo que para ellos también (era la primera vez que los dejaba solos en casa). Siempre hay un antes y un después de estas experiencias. Cuando fui sola a Cuba en el 2000 sentí que había roto las cadenas con un matrimonio desastroso y pude empezar a caminar en la dirección deseada: la libertad. Pero tuve mucho camino que recorrer en estos 6 años, que no fueron fáciles, pero sí maravillosos. Siento que el esfuerzo que hice por crecer y mejorar no fue en vano. Aprendí a valerme por mí misma, y a pedir ayuda cuando la necesito. Y que pedir ayuda no significa debilidad, sino ser conciente que uno no puede con todo. Me doy cuenta que, con todos los errores y peloteras de una familia normal, hice un buen trabajo con mis hijos, y se están transformando en personas normales (que no es poco decir). Que tengo unos padres fantásticos que me aguantan cualquier cosa. Que tengo unos hermanos y sobrinos de oro que son capaces de compartir mi alegría. Que tengo amigos que me quieren. Pero lo más importante, es que soy capaz de cumplir mis sueños si de verdad me lo propongo.

4 comentarios:

Cecy dijo...

La verdad que me encanto las peripecias de tu viaje, porque el resumen que haces que es lo mejor, es que uno va creciendo y aprendiendo muchas cosas en la vida y lo bueno cuando se aprenden de aquellas que son para siempre ser agradecidos, es verdad que pedir ayuda no te hace mas debil, todo lo contrario es reconocer que uno no puede con todo y necesitar de la mano de los afectos es hacer sentir bien al que te quiere...

Te mando un gran abracito.

La Incondicional dijo...

Gracias por tu post. Decís que has logrado crear una familia normal. O sea que aún tengo esperanzas!!!!

Guillo dijo...

Hola Patricia, quede con los ojos mochos de tanto leer y la historia terminó felizmente, otra que "La Terminal" (la película) quizás la historia hubiera sido diferente si tomabas el vuelo que dejaste ir. Cuantas cosas pueden pasar en tan poco tiempo, comparto lo del piloto hay que ser hijo de mala madre para dejar tanta gente sin viaje y todo por un simple insulto. Por más que es un relato extenso por el tema y lo que contaste se hizo relativamente corto.

Un abrazo

Patricia "La Gata Flora" dijo...

CecydeCecy,
Creo que es bueno darse cuenta que uno algo aprendió. Es triste cuando no sucede así.
En cuanto a ser agradecidos, pienso que nadie debería colgarse medallas que no ganó. Y además es fabuloso darse cuenta que hay personas capaces de hacerse un tiempito para ayudarnos cuando lo necesitamos.
Besos, y ya pasaré mañana por tus blogs.

La Incondicional,
¡Por supuesto que tenés esperanzas! De buenas minas como vos no cabe esperar otra cosa.
Besos miles

Guillo,
Perdón por la extensión. Mi hija afirma con razón que tengo 0 poder de síntesis.
Pero, en definitiva, estas son anécdotas que le ponen picante a los viajes. ¿Qué gracia tiene llegar a un aeropuerto, abordar sin más y despegar a horario? ¿Qué hubiera contado en mi post? Aunque tampoco es para que las aerolíneas se engolosinen…
Muchos besos, y gracias por seguir pasando de vez en cuando