lunes, 30 de julio de 2007

Soledad


Mi mamá tiene una prima hermana, a la que yo llamo "tía".
¡Pobre mi tía! Vive sola en un departamentito chiquito. Es una de esas personas que de sólo pensar en ella te da lástima.
Tiene 2 hijos. Ninguno le da bola, y pasa largos períodos de tiempo sin saber de ellos. Tuvo 5 nueras, y tuvo la "desgracia" de no congeniar con ninguna. ¡Qué mala suerte!
Casi no tiene amigos, prácticamente no ve a sus nietos. Para colmo, quedó viuda hace muchos años.
Ahora ya es una mujer grande. Y es muy duro llegar a viejo solo.
Pero... ¿es tan así?
Hace poco le confesó a mi vieja que la envidiaba, porque ella todavía se reune con sus hijos y nietos. "Yo desperdicié mi vida", confesó.
"Yo me muero como viví", gritó una noche Silvio antes de quedarse dormido y soñar con serpientes.
Creo que, afortunadamente, cada uno es artífice de su propio destino. Y no hay cielo o infierno prometido después de la muerte: las cuentas se arreglan acá.
Mi abuela murió a los 93 años rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos. Tuvo una hermosa muerte. Se despidió de todos. Afortunadamente mis viejos y mis tíos tuvieron la sapienza suficiente para no hacerla morir sola en una sala de terapia intensiva.
¿Es casualidad? Pienso que no.
Si uno vive cuidándose de los demás, no tolerando nada, echando a sus amigos de alrededor, no puede pretender que estén cuando se vuelve vulnerable.
Tal vez abrirse a los demás implique un esfuerzo, alguna lastimadura en el alma, un poco de miedo. Cada persona puede elegir lo que prefiere. Tal vez signifique comerse algún sapo. Pero, salvo honrosas excepciones, somos NOSOTROS los que les enseñamos a los demás cómo deben tratarnos.
"La siembra es optativa, pero la cosecha es obligatoria"

1 comentario:

F. Fabian S. dijo...

Me alegro que te hayas animado al blog. Me gusta como lo vas llevando. Y espero con ansiedad tu relato del "10 en 8"
Que sea caliente.