martes, 13 de noviembre de 2007

Terminal (o mi odisea con Air Madrid)




23 de Septiembre. Se suponía que ese sería mi último día en Madrid… Se suponía.
Aunque la noche anterior había ido a un pub a escuchar música en vivo (y muy bien acompañada, por cierto, por un señor de raza negra que había conocido mientras cenaba), me levanté temprano. Dí una vuelta por la Plaza Mayor y el centro, y ya fui para el aeropuerto. Eran las 4 de la tarde, así que tenía todo el tiempo del mundo (el avión debía salir 23.50). Por suerte pude despachar el equipaje temprano, para no tener que pasar el día con todos los bártulos. Eso tuvo sus ventajas: me dieron asiento en 1º en lugar de turista (aunque no lo supe hasta subir al avión).
La espera se hizo larga: salía un rato a la calle, volvía a entrar, subía al primer piso, bajaba nuevamente, tomaba un café… ¿Por qué será que la espera cansa a pesar de no estar haciendo nada?
Una nota graciosa: en el aeropuerto de Luton (Londres) hay grandes pantallas de plasma donde se informa que ese aeropuerto está haciendo lo posible por evitar la contaminación sonora, y que por ese motivo los vuelos sólo se anuncian en pantalla. En Barajas tienen el mismo principio, pero lo hacen a lo gallego: lo anuncian por los altoparlantes. ¡Son increíbles!
A eso de las 21.30, cuando ya había leído medio libro, conocía el aeropuerto como la palma de mi mano, había hecho 25 SUDOKU (un juego de ingenio de moda en toda Europa), había tomado 45 cafés y había conocido todos los baños, fui a la zona de embarque. Dí una vueltita chiquita por el free-shop porque ya estaban cerrando (de cualquier manera, mi situación económica no me hubiese permitido comprar mucho que digamos…). Parece mentira: Madrid es una ciudad que no duerme y en el aeropuerto, donde hay gente las 24 horas, a las 22.00 ya no hay ni dónde tomar un café.
Por fin llegó la hora del abordaje… pero no pasó nada. Otra hora más, y ni noticias. Los ánimos empezaron a caldearse: ni siquiera había un poco de agua para tomar. Había dos máquinas expendedoras de gaseosas pero funcionaban con monedas, y éstas escaseaban. La gente estaba impaciente. El cuartito para fumadores parecía Londres (pero no era niebla: era humo). Había algunos chicos durmiendo en los asientos, y muchas personas de edad.
Por fin anunciaron el vuelo anterior (el de las 23.30), y nos avisaron que sobraban algunos lugares, que podrían ser ocupados por los más apurados. Yo no quise ir porque pensé que iba a ser un lío con el equipaje. Algunas personas subieron, y partió el avión.
Después de otra amansadora, ya muertos de sueño, hambre y sed, nos hicieron abordar. El avión era de bandera portuguesa, y la tripulación dejaba bastante que desear.
Empezó a pasar el tiempo… y no pasaba nada: el avión seguía con todas sus ruedas sobre suelo madrileño. La tripulación no explicaba nada, las azafatas nos trataban como si fuéramos basura, el comandante de abordo, cuando se dignaba decir algo, lo hacía en portugués o en inglés (yo lo había escuchado hablar en castellano, así que lo hacía adrede). En la parte posterior del avión empezó a faltar el aire, y la gente empezó a caer como moscas. Los ubicaban acostados en los pasillos y las azafatas trataban de hacerlos reaccionar. La gente ya estaba histérica y a los gritos.
En medio del caos llegó la guardia civil explicando que en bodega había equipaje que no pertenecía a ningún pasajero, y que por problemas de seguridad eso impedía el despegue. Yo supongo que esas valijas de más eran de la gente que viajó en el vuelo anterior. ¡Pobre gente!: ese equipaje quedaría en Madrid, y vaya uno a saber cuándo lo recuperarían.
Tuvimos que esperar que vaciaran la bodega y pusieran todos los petates en la pista. Y ahí vino lo peor: ni siquiera se ponían de acuerdo en cómo se iba a hacer el reconocimiento de maletas. La tripulación decía una cosa, y la guardia civil otra. Por fin llegaron a un acuerdo: la gente saldría en grupos de quince por adelante, reconocería el equipaje, y entraría por atrás.
Abrir la puerta de atrás fue un gran alivio, porque los desmayados, al correr un poco de aire, empezaron a reaccionar (a nadie se le ocurrió llamar a un médico).
Por fin me tocó el turno, y bajé a la pista. Fue bastante cómico, porque al principio nos hicieron estar todos juntos, como si fuera una cosa realmente seria, pero después cada uno hacía lo que se le daba la gana. Como yo no encontraba una de mis valijas (había comprado una chica en Londres para poder traer los souvenirs), anduve dando vueltas por donde quise. Podría haber hecho cualquier cosa (y después hablan de la seguridad…).
Reconocido que fue todo el equipaje, tuvimos que esperar que lo volvieran a cargar… Y seguíamos sin despegar.
A las 5 de la mañana llegó el piloto (¡debíamos haber despegado a las 23.50!), que todos suponíamos ya en cabina, y se encerró en dicho cubículo.
Espera que te espera, seguíamos ahí. La gente ya estaba a los gritos pelados. Por fin, a algunos les convidaron unas bolsitas minúsculas de maní (yo incluida) con un vaso de agua mineral (racionada, porque nos decían que debía alcanzar para todo el vuelo).
Un hombre ya totalmente desquiciado agarró el teléfono interno y puteó al piloto. ¡Para qué! El muy cobarde no dio la cara, pero llamó a la guardia civil nuevamente y nos informó que hasta que no llegara la policía el avión no se movía. Cuando llegó, el piloto exigió como condición para despegar que se llevaran detenido al insurrecto. Todos saltamos como leche hervida en defensa del histérico señor, que buenos motivos tenía. Pero el piloto (un absoluto imbécil mal parido) dijo que el vuelo se cancelaba, dio la orden a la policía que nos hicieran bajar por la fuerza, pegó media vuelta y desapareció. Eran las 7 de la mañana, y todos nuevamente en la zona de embarque (los negocios seguían cerrados, así que seguíamos sin poder tomar ni un vaso de agua, aunque sea para bajar el maní salado).
Como no tenía mucho que perder, traté de tomarme las cosas en joda, y empecé a divertirme. A esa altura ya éramos todos amigos. Como pasa siempre, un par de tipos se autoproclamaron líderes del movimiento y empezaron a dar instrucciones.
Los del aeropuerto nos pidieron que nos fuéramos para permitir que otros vuelos abordaran, pero nos negamos e hicimos un piquete, sentados en posición de indios frente a las puertas, y corriéndonos para impedir que los pasajeros subieran a otros vuelos.
Un muchacho (él, su mujer y yo ya éramos íntimos) llamó a Antena 3, que como cualquier medio que se precie está siempre a la pesca de un buen escándalo. De más está decir que no dejaron a los periodistas entrar en la zona de embarque, así que en un trabajo mancomunado algunos grababan escenas del escándalo, otro aportó su lap-top y se mandaron las escenas por Internet. ¡Qué grande la tecnología!
A esa altura del partido yo quise avisar a casa que no fueran temprano al aeropuerto… sin tener en cuenta que había cinco horas de diferencia, y que si bien para mí eran las 8.30, en Mi Buenos Aires Querido eran las 3.30. Recién me dí cuenta cuando mi pobre madre atendió con voz entre dormida y preocupada, pensando vaya a saber qué había pasado a esa hora de la madrugada.
El jaleo fue tan brutal que empezó a aparecer en las pantallas de los televisores locales, lo que hizo aparecer al Cónsul Argentino en la escena del crimen (bueno, tampoco exageremos…). Recién ahí apareció alguien de Air Madrid y del aeropuerto (ausentes sin aviso hasta ese momento).
Barajas ya empezaba a amanecer, los bares despertaban de su sueño y los negocios del free-shop levantaban sus cortinas como párpados gigantes.
Para calmar un poco los ánimos, nos dijeron que fuéramos a desayunar (obviamente a cargo de la empresa) a uno de los bares, mientras trataban de solucionar el “inconveniente”. Fue un café con leche con una factura pero para mí, que lo último que había probado había sido un sandwichito a las 5 de la tarde del día anterior, me supo fantástico. Así consiguieron distraernos una horita más.
Volvimos a la puerta que nos correspondía, y seguíamos sin saber si algún día volaríamos. La gente gritaba, cantaba, saltaba revoleando ponchos cual improvisados Soledades. Algunos dormían desparramados en los asientos, otros charlábamos. Lo que sí estaba claro es que de ahí no nos movía nadie.
Nos propusieron ir a un hotel, pero nos negamos. Sólo fueron algunos con nenes chiquitos y algunas personas muy mayores. El resto seguimos firmes frente a la puerta. Querían que nos vayamos porque impedíamos el abordaje de otros vuelos.
Por fin apareció la policía con los perros “para mantenernos controlados”, y pretendieron llevarse a una chica. Todos los hombres lo impidieron, y realmente creí que ahí terminábamos todos mal. Pero por suerte no pasó a mayores.
Una de las perras era una Belga igualita a Luna (la mía), medio cachorra, que lo único que quería era huir del lío y saltaba jugueteando. Ya parecía una opereta. Los pasajeros que empezaron a llegar para los vuelos de la mañana nos miraban asombrados.
Por fin nos anunciaron que, con un poco de suerte, a las 4 de la tarde saldría el vuelo, y que nos invitaban cordialmente a almorzar a un restaurante (también a cargo de la empresa).
Almorzamos todos juntos en una improvisada mesa grande, charlando como compañeros de colegio en un asado aniversario. Si debo decir la verdad, estaba encantada y me estaba divirtiendo mucho. Conocí gente realmente encantadora.
Por fin nos confirmaron que el avión saldría a eso de las 17.00 horas, que usaríamos el mismo avión pero que había que esperar que cambiaran la tripulación (menos mal, porque de no haber sido así supongo que más de uno los hubiese agarrado a las piñas).
Y despegamos…
A pesar de estar sin dormir, cansados, sucios, ya éramos todos amigos, y parecía un grupo de egresados de colegio. Charlábamos entre todos, nos dieron de cenar, contábamos nuestras experiencias de viaje y nuestras historias personales. Había varios brasileños que bajarían en Fortaleza y, a pesar de hablar portugués, nos entendíamos perfectamente.
Por fin al llegar a Brasil mi compañero de asiento se bajó, y yo aproveché para subir el apoya brazos, desparramarme cuan larga soy en los dos asientos y dormir como un angelito: había pasado 40 horas sin dormir.
Como compensación por la “demora” nos propusieron darnos otro pasaje válido por un año a cualquier destino de Air Madrid. La otra opción era no aceptarlo, e iniciarles juicio por daños y perjuicios. Yo opté por la primera opción. Realmente, no me preocuparía el año que viene tener otra amansadora, ya que pienso seguir viajando. Mientras me den el pasaje…
Y llegué por fin a Ezeiza. Ahí estaban mis viejos, firmes como rulo de estatua, a pesar de ser la madrugada.
La recepción de mis hijos fue hermosa. Los ví bárbaro. Para mí fue una experiencia alucinante, pero creo que para ellos también.
Siempre hay un antes y un después de estas experiencias. Cuando fui sola a Cuba en el 2000 sentí que había roto las cadenas con un matrimonio desastroso y pude empezar a caminar en la dirección deseada: la libertad. Pero tuve mucho camino que recorrer en estos 6 años, que no fueron fáciles, pero sí maravillosos. Siento que el esfuerzo que hice por crecer y mejorar no fue en vano. Aprendí a valerme por mí misma, y a pedir ayuda cuando la necesito. Y que pedir ayuda no significa debilidad, sino ser conciente que uno no puede con todo.
Me doy cuenta que, con todos los errores y peloteras de una familia normal, hice un buen trabajo con mis hijos, y se están transformando en personas normales (que no es poco decir). Que tengo unos padres fantásticos que me aguantan cualquier cosa. Que tengo unos hermanos y sobrinos de oro que son capaces de compartir mi alegría. Que tengo amigos que me quieren.
Pero lo más importante, es que soy capaz de cumplir mis sueños si de verdad me lo propongo.

6 comentarios:

Mrs. Axl Rose dijo...

Parece alguan historia sacada de un noticiero
te quiero ver haciendo lio en aeropuertos internacionales


te quiero
dani

La Incondicional dijo...

Son buenas esas interminables esperas. Le dan a uno tiempo de sacar conclusiones como las de tu remate.

♋ Mariposa dijo...

Patricia,te deseo un hermoso hermoso finde,siempre estoy por aqui,pero sigilosamente....besotes!!!

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Luzbelita,
Te lo perdiste. Mi tía estaba ese día viendo el noticiero y preguntándose si sería mi vuelo cuando me vió en la pantalla. Más que lío, yo me estaba divirtiendo de lo lindo. Tal vez en ese momento no tomás conciencia, pero son esas cosas que después recordás con más entusiasmo.
Mucho besos

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Incondicional,
Normalmente no soy buena para las esperas, salvo que esté previamente mentalizada. Pero en este caso fue muy divertido (y cansador, también). Y creo que,después de una experiencia tan fascinante como un viaje de estas características uno tiene la obligación de sacar conclusiones que después te acompañen en el camino.
Besotes

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Mariposa,
Me alegra que aparezcas de vez en cuando. Y espero que tus cosas anden bastante mejor.
Un enorme beso, y gracias por estar