jueves, 13 de septiembre de 2007

Divertimenti


Hoy estoy un poco melancólica, y cuando me pasa eso trato de volar hacia los momentos o lugares en los que fui verdaderamente feliz.
A raíz de un comentario de Mariposa, les cuento mi paseo por este lugar.

Ese día me desperté al alba, decidí quedarme un rato más en la cama y, como era de suponer, me volví a dormir. Me volví a despertar como a las 10. Por suerte la noche anterior, tras 1 hora de indecisión, había dejado la ropa lista.
Me di una ducha a los piques y salí rajando para ver el cambio de guardia.
Tomé el subte y, al bajar en Charing Cross, me encontré con la estatua de Nelson y un montón de edificios hermosos. Me entretuve y, por supuesto, tuve que correr. Después de unas 5 cuadras me di cuenta que podía haber caminado desde el hotel.
Como no llegaba al cambio de guardia, volví a tomar el subte (Cosa muy simple, porque está excelentemente señalizado).
Pensando en mi hermano chef me bajé en Bond Street.
Les cuento: Bond Street es un maravilloso lugar. Algo así como Juramento, en Belgrano. Mapita en mano comencé a buscar Marylebone High Street, lo que significó meterme por las callecitas de Londres (que tienen ese qué se yo, ¿viste?). La zona es increíble. Debo haber sacado casi un rollo de fotos. Por esa zona no había turistas: eran todos ingleses.
Las calles tienen flores y plantas, y los pubs son todos dignos de postal. Es un verdadero laberinto: son todas callecitas angostas y primorosas que se cruzan de a 5 por esquina. Creo que no dejé cristiano (ni musulmán) por preguntar.
Por fin (sin mucho apuro, realmente, porque lo estaba pasando bomba) llegué a mi destino.
Divertimenti es el equivalente al Gato Dumas inglés. En 1º lugar, es una importantísima escuela de cocina, de la cual este negocio es una de 2 sucursales. Es un edificio de cuatro pisos inmensos y un subsuelo, donde están la escuela de cocina, un bar para probar los platos preparados por los alumnos y un “Geo bazar” que ríanse de Recoleta.
En un sector estaba la loza. Había platos de loza y porcelana del tamaño, forma y diseño que se les ocurra, desde 1 metro de diámetro hasta pequeñitos para el pan. Estaba el sector de utensilios, con todo lo que se les ocurra. Me encantó un aparatito con 3 relojes de arena de distintos colores que medían distintos tiempos. Había balanzas simulando ser antiguas pero con toda la tecnología. Aparatitos para moler café y pimienta, tapones, destapadores y todo lo que en algún momento pueda ser necesario en una cocina.
Estaba el sector de cocinas y muebles de cocina. Grandes, medianas, chicas, para poner contra la pared o en el medio de la habitación. Cajoncitos de mimbre de todas las formas y tamaños.
El sector de decoración: todos los tamaños y formas de pinceles habidos y por haber. Moldes de silicona. Todos los picos de manga existentes, granas de todas las formas y tamaños. Había algunas que parecían malvaviscos, y otras que parecían mostacillas brillantes. Y, en el subsuelo, el sector de insumos: pimientas de todos los colores imaginables, especias que nadie sabía de su existencia, 325 variedades de aceites, vinagres, acetos y mieles. Latas con tés de todos los sabores. ¡Es un lugar fascinante!
Cuando por fin pude salir de ahí, empecé a caminar hacia Oxford St. again. En mi recorrido (que era lento, porque me metía en cuanta callejuela encontraba), encontré un negocio que vendía cintas. Se me dirá “si… ¿y qué?”. No puedo entender cómo se les pueden ocurrir tantos diseños. Había una góndola de cada gama de color.
Al salir tomé James St, una calle con plantas en el medio y macetas con flores por donde miren. A ambos lados hay, uno a continuación del otro, tradicionales pubs ingleses con las mesitas en la calle. Creo que ya debía haber gastado media retina. Mientras caminaba pensaba que, si me queda un poco de tiempo, veré algún cuadro. En definitiva, siempre los puedo ver en un libro. Esto no.
Por fin, después de volver a preguntar 20 veces, llegué a Oxford St, y rumbié hacia Oxford Circus. Este lugar es como Cabildo y Juramento. Mucha gente, muchas callecitas que aparecen de la nada y parecen pasillos anchos.
Según me habían dicho, los ingleses eran fríos y no te daban bola. No es mi caso. En Buenos Aires no me mira ni el loro. Yo no sé qué pasaba ahí, pero se me acercaban a charlar y me invitaban a tomar algo. “You’re very nice” o “You’re beautiful” lo escuché muchas veces. Tal vez sea el brillo que tenía en los ojos desde que llegué. No sé, tendré que analizarlo. Debo confesarles que mi autoestima había sufrido una inyección de estímulo.

4 comentarios:

♋ Mariposa dijo...

Hola Patricia....son espectaculares los recuerdos,siempre hay alguna cosa que nos hace un ping,y busca aquellos recuerdos que estàn....todo siempre està adentro nuestro,lo dejamos pasar por diferentes vivencias y el ritmo de vida....me gustò mucho tu relato,
te deseo un dìa màgico,y no de bajòn!!!!! besos

La Incondicional dijo...

Bastaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! Y yo que este año me perdí un viaje a USA y otro a Inglaterra. No me hagas esto!!!! Porfis, porfis, porfis. Besotes,

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Mariposa:
Gracias por tu deseo. Todavía creo en la magia.
Los recuerdos de los lugares que nos hicieron felices (y los sueños de volver a serlo) son el motor de mi vida. No podría seguir sin ellos.
Besotes

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Incondicional,
En Julio pasado también me perdí un viaje a París. Pero si el Banco Nación quiere (tengo que renovar el crédito y ver cómo demonios lo pago)pienso irme en Julio próximo (así, de paso, le doy un besito de feliz cumple a Brian May).
Pero trataré de no torturarlos demasiado.
Besotes