miércoles, 30 de enero de 2008

Postal de La Habana




El ’99 fue un año muy particular. Mi matrimonio hacía agua por todos lados, a tal punto que el Poseidón me parecía un poroto.
Era plenamente consciente que no había solución, pero criada en los ´70 por padres profundamente religiosos y salida de una escuela de monjas exclusiva para señoritas, tenía la idea que el matrimonio era para siempre, a toda costa. Eso me llevó a largos y terribles encuentros a solas con el padre de mis hijos donde terminábamos más enojados que antes, a iniciar una terapia personal y hasta intentar una terapia de pareja. Pero nada sirvió.
Mientras mis hijos fueron chicos fui ama de casa. Mi madre siempre trabajó y yo sentí su ausencia, de manera que no quería que a ellos les pasara lo mismo. Esa fue una de las razones que me impidieron cambiar la cerradura mucho tiempo antes de lo que lo hice.
Sin embargo, algunos rebusques tenía. Ayudaba a mi hermano en la veterinaria, y hacía algunos trabajos por Internet. Ese año en particular me propusieron hacerme cargo de un Congreso Virtual sobre Educación Superior con gente de Cuba. Yo manejaría la parte argentina del foro, y una ingeniera cubana lo haría desde su país. De más está decir que después de casi un año completo de comunicarnos casi todos los días, Josefa y yo terminamos grandes amigas.
En el interín tuve que someterme a una cirugía. El que era entonces mi marido “no pudo” salir un rato antes del trabajo para acompañarme, así que me interné solita mi alma (mi madre iba a buscar a los chicos al colegio y se quedaría con ellos). Antes de ir hacia el quirófano me hicieron sacar todas las cosas de metal que tenía, entre ellas mi anillo de matrimonio, que nunca volví a usar con la excusa que “lo había perdido”. Para mí fue todo un símbolo.
Volviendo al tema, grande fue mi sorpresa cuando de regalo de Navidad (por la fecha en que recibí la noticia) me invitaban al Congreso real, a realizarse en La Habana, y sin pagar ni un peso. Me pedían que expusiera sobre recursos de Internet en educación.
En ese mismo momento busqué mi valija y empecé prepararme. Era la primera vez que haría un viaje en serio al exterior (sólo había estado en los paises limítrofes), Y SOLA.
En Enero del 2000, y después de toda una noche de espera (las demoras en Ezeiza vienen desde hace muchos años. No son de ahora) subí al avión de Aerolíneas Cubanas. Como hay que rebuscárselas de alguna manera, el comandante de abordo aprovechó el viaje para vender chucherías de contrabando.
Llegado que hube a La Habana, subí al auto que me estaba esperando rumbo al hotel. Era un 4 estrellas inmenso, pero bastante deteriorado (era cubano). No había agua potable en las canillas y las tarjetas magnéticas se trababan a cada rato, pero nada me importaba. Era “feliz como un chico cuando sale de la escuela” (Serrat dixit).
Esa misma tarde fui a recorrer La Habana Vieja, un lugar fascinante.
Al día siguiente me llevaron al salón de convenciones (alucinante) donde me encontré con Josefa. Nos abrazamos como si ya nos conociéramos de antes. La emoción fue muy intensa.
La exposición fue un éxito. Por suerte ella estaba al lado mío, porque no es fácil dirigirse a un auditorio que piensa que uno dirá cosas importantes mientras las piernas tiemblan. Aunque en realidad no sé si eran los nervios o los 5ºC que hacían en el salón mientras yo vestía ropas de riguroso Caribe (al día siguiente les pedimos a la entrada que aflojaran con el aire acondicionado y la cosa mejoró).
Después de la jornada de trabajo habían planificado joda. En un inmenso salón de la planta baja del mismo edificio servirían una pantagruélica cena con la mejor vajilla y cristalería de la que disponían.
Los hombres estaban de traje, oscuros los extranjeros, claritos los lugareños. Las mujeres tenían sus mejores galas, aunque nada de los tradicionales negro o rojo: Su vestuario era un alucínate arco iris.
Al finalizar la cena pusieron ritmo cubano para bailar. Era imposible mantener quietos los pies, así que nadie (ni los más mayores) dejaron de mover las tabas. Allí bailé con un ingeniero cubano, negro él, que era un divino, además de muy bien parecido.
Como al día siguiente las actividades empezaban por la tarde, quedamos que me recogería a la mañana en su auto para recorrer la ciudad.
La puerta sonó a las 9. Era el conserje que me traía un inmenso ramo de rosas. Era de Emilio (tal el nombre del ingeniero que había conocido) que me esperaba en el bar del hotel para desayunar.
Tal como le pedí, me llevó a los lugares netamente cubanos (NO los que te quieren mostrar ellos) porque me fascina conocer otras personas y otras culturas, mezclarme con la gente del lugar, conversar con ellos.
Entre charla y charla del congreso fuimos a la estación de tren, al cementerio, paseamos por un bosque estupendo con un lago, entramos a un tugurio escondido donde se vendían los mejores habanos y licores del país (y que me hizo pensar dónde me estaba metiendo, ya que era un sótano terrible), fuimos 2 veces al teatro, una a ver una especie de revista pero con los actores caminando entre las mesas donde se encontraba el público y otra donde actuaba un cómico al que me resultó imposible entenderle (pareciera que muchos cubanos hablan cualquier cosa menos español). Y todas las mañanas me despertaba el infaltable ramo de flores.
Una tarde de sol (para ellos era invierno y la temperatura era estupenda) fuimos a la feria artesanal. Teniendo en cuenta que en ese momento estábamos en el 1 a 1 compré millones de pavadas para los conocidos, a tal punto que tuve que conseguir sucursal del equipaje para traerlas. Cansados de tanto caminar fuimos a “La bodeguita del medio” (donde escribía Hemingway) a tomar algo fresco. Entre risas (porque me divertía muchísimo con él) me besó. Se dirá que muy rápido no era el hombre, pero yo no me quedaba atrás. Sentí que, aunque mi matrimonio ya no servía para nada, no podría con eso.
Esa misma madrugada me iba hacia Varadero. Lejos de enojarse, fue a despedirme llevándome un cassette (era lo que se usaba entonces) con música cubana, que escuché muchas veces a mi regreso.
Y hablando de eso… en Ezeiza me esperaban mis hijos y mi marido, quien apenas me vio me dio el anillo de casamiento que yo había dejado en un cajón diciendo que “lo había encontrado y que me lo pusiera”. Yo contesté con una total falta de tacto: “metétela en el culo. Me quiero separar”. Había descubierto que podía sola, y no estaba dispuesta a seguir teniendo un lastre.
Mi estadía en Varadero quedará para otra historia…
Y para los que quieran saber, estuve un tiempo escribiéndome con Emilio pero las cosas a tanta distancia no funcionan. Aunque sí sigo escribiéndome con Josefa de vez en cuando…
Patricia Cejas

8 comentarios:

F. Fabian S. dijo...

Me encanto!
Ademas te conozco tanto y esta historia jamas me la contaste!!
Ahora entiendo otras cuestiones...
Te mando un beso.

dispersa dijo...

Imagin� cada unos de tus pasos,fuertes como la situaci�n.Recuperar la individualidad,con el pensamiento con el sentir,con un ramo,con un beso es la esencia.Es el pie q te permite elegir si te tiras del precipio o te salvas...Elegiste caminar por La Habana,te valoraste y este post lo aprecie francamente.

Patri �estaba bueno el se�or?..q adrenalina q vaya pausado.....

el_iluso_careta dijo...

HERMOSO POST NENA...
ME CAGUE DE RISA CON ANIMALADAS...JAJAJA

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Fabián,
¿Viste? Nunca se termina de conocer a la gente...
Fue una experiencia muy gratificante tanto en lo intelectual como en mi ser mujer. Hacía mucho que no tenía esa sensación de que alguien nos mime.
Y digamos la verdad, ¿a quién no le gusta?

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Dispersa,
A veces se necesita un corte, una distancia, que nos permita ver las cosas con un poquito más de objetividad. Y saber aprovechar esos momentos es importante.
Con respecto al señor, hoy puse unas fotos, para que juzgaras por vos misma...

La Incondicional dijo...

Ups! Qué puedo decir? Absolutamente nada.

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Iluso careta,
Se agradece por los elogios.
Ahora puse algunos chistes cordobeses, como para animar la fiesta.
Besotes

Patricia "La Gata Flora" dijo...

Incondicional,
A veces las palabras huelgan...
Un cariño grande